EL RINCON DE LOS SENSATOS

Oportunidad

La caída del Gobierno en las PASO no puede ser evaluada sino como la posibilidad de que se presente una importante novedad política que, casi con seguridad, va a ser confirmada en las próximas elecciones generales. Entre la opción por otras fuerzas claramente distintas del kirchnerismo, la suma de abstenciones y votos en blanco, la población ha manifestado su hartazgo por lo que hay. Incluídas todas las variantes y posibles componendas de socialismo radical. 

En síntesis, los argentinos han expresado por abrumadora mayoría -aunque no necesariamente llamándolo así- su rechazo por la reforma constitucional pactada por Alfonsín y Menem en Olivos y plasmada en 1994, que hizo de los partidos políticos el único medio de representación. En otros términos, obligó a que quienes aspiraran a gobernar tuvieran que humillarse ante las horcas caudinas de la componenda partidocrática, calentando sillas de comités y unidades básicas, mérito principal para concretar sus aspiraciones. Como si, incluso desde la Constitución previa, no hubieran podido estar habilitadas otras formas de representación genuina que evitaran el bipartidismo acomodaticio con que soñaron aquéllos.
En ese sentido, el rechazo frontal de Milei a lo que con perspicacia supo llamar “la casta” definió con claridad el estado de ánimo de gran cantidad de compatriotas. Y, por otro lado, el triunfo interno -con menos recursos y una actitud más sobria- permitió a Patricia Bullrich vencer al otro candidato de Juntos por el Cambio, mimetizado éste con el estilo camaleónico de Massa y los suyos, gemelo en la componenda y la cultura progresista.

De mantenerse la lógica de los hechos, teniendo además en cuenta que la marcha general del país difícilmente mejore en lo que queda del año y nunca bajo este Gobierno de la hipocresía, el agotamiento del kirchnerismo está garantizado. Lo que importará en adelante será quién y cómo será capaz de detener la caída de un país que no la merece. Porque no se trata sólo de declamar contra el Estado elefantiásico y la delincuencia al frente de la Nación. Hay que sanarlo todo, de abajo para arriba.

Sanar a la Argentina implica lograr que un país largamente desorientado se encuentre consigo mismo y con lo mejor de su gente. ¿Se plantean algo así quienes han dado el gran paso de sacarse de encima a los principales vividores? ¿O van a repetir -o inaugurar- fracasos por atacar sólo los flancos materiales, importantes pero insuficientes, del reencuentro nacional?

Reencuentro que implica tanto la mano firme contra los parásitos de todo tipo (desde los ñoquis a los narcos), como el mejor abrazo para los buenos inmigrantes; una amplitud de opciones educativas al día, como la más justa exigencia para estudiantes y en especial docentes;  una precisión estricta en los diagnósticos sociales, como las mayores paciencia y generosidad para sus verdaderos remedios.

Sencillamente y no sin nostalgia, es necesario volver a lo mejor de los dias en que desde la primera infancia se enseñaba a respetar a los verdaderos próceres y a querer a la Patria con benevolencia. Sin las contradicciones de la globalista cultura antinatural que intenta dejar su marca hasta desde los dibujos animados.

Hay, en síntesis y para decirlo del modo más general, que reencontrar los días en que en las casas, en los colegios y en las parroquias se hablaba el mismo idioma. Sin enfermantes conflictos inventados. No será fácil; pero, de lo contrario, reencauzar a la Patria va a ser imposible.