SE CUMPLIERON TREINTA AÑOS DE LA MUERTE DEL AUTOR DE ‘EL ASTILLERO’
Onetti, el periodista silencioso antes del triunfo en la literatura
El ex presidente uruguayo Julio Maria Sanguinetti compartió con el novelista el trabajo en la redacción de un diario. Lo recuerda como un hombre de pocas palabras pero cálido y con humor irónico.
De palabras precisas y fina ironía: así recuerda el expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti a Juan Carlos Onetti (1909-1994), con quien, en sus días de periodista, coincidió en la redacción del extinto diario Acción.
Días antes de que se cumplieran 30 años del fallecimiento de Onetti en Madrid (fue el 30 de mayo de 1994), el dos veces presidente de Uruguay (1985-1990 y 1995-2000) recordó en entrevista con la agencia EFE la cálida amistad que mantuvo a lo largo del tiempo con el "formidable" autor de obras ya clásicas como El pozo o La vida breve.
"Lo conocí en la reacción del diario ‘Acción’, adonde vino a recalar luego de su estadía en Buenos Aires", recordó Sanguinetti.
El encuentro sucedió en 1955. Onetti, que entonces tendría unos 46 años, llegó al periódico fundado por el presidente Luis Batlle Berres (1947-1951) por intermediación de Carlos Maggi y Manuel Maneco Flores.
Si bien al autor lo precedía su imagen de "personaje un poco enigmático" que usaba un enorme sombrero borsalino -del que, como contó Sanguinetti a EFE en 2009, había "una leyenda por un agujero que tenía"-, en el trato cercano el ex gobernante lo encontró "particularmente grato y con un elevado sentido del humor".
"Mantuvimos siempre la misma amistad, cálida, no de demasiadas palabras, porque él no era de demasiadas palabras, pero sí de palabras precisas y fina ironía", aseguró el político.
Entonces Sanguinetti pudo conocer mejor la faceta periodística del creador de la ciudad ficticia Santa María, en la que ambienta muchos de sus cuentos y novelas.
ANECDOTAS
Hoy recuerda algunas anécdotas de ese cronista, que, antes de entrar en Acción, se desempeñó en Montevideo en la agencia Reuters y en Buenos Aires en revistas como Ímpetu o Vea y Lea, mientras que durante sus años en España colaboró con la agencia EFE.
Sanguinetti no olvida, por ejemplo, cuando Batlle Berres -al que Onetti admiraba al punto de que le dedicó especialmente una de sus obras más famosas, El astillero- se batió en duelo a sables con el general Juan Pedro Ribas.
El futuro presidente y el escritor esperaron el llamado de su compañero, el "verborrágico" español Miguel Ortiz Valverde, para que les transmitiera lo ocurrido.
"Estábamos los dos lápiz en mano. Atiende Onetti y empieza a desencadenarse el rollo de Ortiz Valverde que hablaba y hablaba y en cierto momento Onetti exclama: ¡por favor, gallego! ¿Cómo está don Luis, carajo? Y luego hace el gesto con el lápiz, que rompe al medio", recordó.
Décadas más tarde, cuando el escritor ya se había exiliado en España luego de pasar 81 días detenido por las fuerzas represivas del régimen militar (1973-1985) junto a los demás miembros del jurado que premió un cuento que consideraron "subversivo", Sanguinetti lo llamó para felicitarlo por haber obtenido el Premio Cervantes, en 1980.
"Le digo 'Juan Carlos, para darte un abrazo ¿cómo estás?' y dice '¿Cómo estoy? podrido de Onetti' -risa-. Me dijo 'mirá, no aguanto más la prensa, no aguanto más nada' y era con esa fina ironía", comentó.
El ex mandatario asegura que, como le llegó a decir "un poco en broma, un poco en serio" en 1985 cuando siendo presidente viajó a otorgarle en Madrid el Premio Nacional de Literatura, al intentar "hacer daño" la dictadura le hizo "un bien", pues su exilio le dio "una visualidad en todo el mundo hispánico que hasta ese momento no había tenido".
A 30 años de la muerte del gran narrador de las letras orientales, Sanguinetti entiende que "el final de la vida de un creador siempre genera esa sensación de amputación, de pérdida, de que podía estar, naturalmente, creando siempre".
"En todo caso creo que Onetti dejó una obra tan de particular relevancia que con el tiempo solo va ganando en tamaño y en consideración", finalizó.
(c) EFE