Onda verde

No hay dólares ni confianza, dos bienes escasos en la Argentina 2025. Por eso el Gobierno irrumpió la pasada semana con el anuncio del proyecto que permitirá utilizar los dólares que están afuera del sistema, es decir no declarados, para hacerlos correr por el circuito de la economía. Quienes votaron dolarización y cierre del Banco Central reciben hoy como respuesta un plan atado con alambre, más hijo de la desesperación que de la estrategia.

Si bien la letra chica del esquema aun no se conoce, los trascendidos indican que la posibilidad de blanquear divisas tendría un techo de u$s 200.000. Quien haga circular sus ahorros en negro hasta esa suma quedará al margen de las preguntas del Arca (Agencia de Recaudación y Control Aduanero), la exAFIP.

No está diseñado para el vecino de la esquina sino y sobre todo para aquellos evasores de grueso calibre. El riesgo es que el beneficio lo terminen por aprovechar quienes generan divisas en actividades ilícitas como el narcotráfico. ¿Cuánto vale, moralmente, un dólar?

El Gobierno busca que caigan algunas migajas de los más de u$s 250.000 millones que se estima que los ahorristas argentinos tienen en el colchón. Léase, afuera del sistema y no necesariamente en el exterior. La cifra impacta, tanto que hasta el Fondo Monetario Internacional hizo mención a ella en uno de los últimos encuentros con la misión oficial.

Es dable pensar que muy distinta sería la realidad de la Argentina en materia económica y financiera si buena parte de esos fondos nutrieran las arcas de los bancos. Fluiría el crédito y las reservas del Banco Central, que restan cada jornada más de lo que suman, tendrían otra dimensión. Pero eso no ocurre porque pese a que el de Milei es un gobierno que brinda plenas señales pro mercado, aun reina la desconfianza.

Como versa el dicho popular, para muestra sólo hace falta un botón. El último informe anual de Asesores de Inversión, Gestores de Portafolio y Asesores de Inversión en proceso de cambio de licencia a Gestor de la Superintendencia de Servicios Financieros (SSF) del Banco Central del Uruguay resaltó que el sector captó más clientes con residencia argentina en 2024 respecto de 2023. Así, la cifra pasó de 24.637 a 27.696.

Otro dato que llama la atención en cuanto a las inversiones argentinas es el monto de los activos confiados al sistema uruguayo, que pasó de casi u$s 18.000 millones a una cifra cercana a los u$s 21.000 millones en tan sólo un año. La cantidad de inversiones de capitales argentinos representaron el 49,3% del total de los activos que administran los asesores de inversión y gestión de portafolios. Los dólares siguen cruzando el charco, pese a las supuestas garantías del gobierno libertario.

Si los dólares en esta nueva etapa de un blanqueo singular, por llamarlo de alguna manera, serán de uso libre todavía es materia de debate. Pero más allá de esto, algunos economistas advierten ciertas inconsistencias. Uno de ellos es el liberal Roberto Cachanosky, uno de los blancos preferidos de Javier Milei y sus libertarios a la hora de agredir en la red social X.

El experto asegura que si se abre la puerta para esos dólares que están debajo del colchón, si no hay control alguno y los billetes fluyen, entonces habrá también que incrementar el volumen de la oferta de bienes abriendo aún más la economía e impulsando la importación. Pero eso no debería hacerse, asegura, sin antes ejecutar las reformas estructurales que permitan que el sector productivo local esté en condiciones de competir. Primero las reformas, luego la apertura.

INFLACION

El equipo económico tiene una hoja de ruta pero se pone nervioso cuando a la hora de transitarla recibe las críticas de quienes encarnan al liberalismo en la Argentina. El fuego amigo irrita en la Casa Rosada. Por eso molestaron los comentarios vertidos por Domingo Cavallo -otrora mejor ministro de Economía de la historia en la consideración de Milei-, quien en su blog personal enfatizó la necesidad de que el Banco Central compre dólares y sume reservas antes de que la cotización del billete verde toque la banda inferior de $1.000, que es la meta oficial.

La reacción no se hizo esperar. Felipe Núñez, uno de los principales asesores del ministro de Economía, Luis Caputo, recalcó que “el mandato del presidente es bajar la inflación, no comprar reservas”. Sin embargo, es sabido que intramuros preocupa la parábola descendente que experimentan los fondos del Central, ya que su acumulación es uno de los objetivos no cumplidos en el pacto con el Fondo Monetario Internacional.

El objetivo es claro: el Gobierno no intervendrá en la plaza cambiaria ya que busca que el dólar toque el piso de la banda de flotación, pautado en $1.000. Ese nivel le servirá para consolidar un proceso de desinflación que en los últimos dos meses había dado un respingo, como avisando que la amenaza está viva y acecha.

La cruzada contra la inflación es primordial para la gestión Milei, de allí que mantenga con la rienda corta el gasto público y cierre el grifo de la emisión monetaria. El último informe de la Fundación Ecosur de la Bolsa de Comercio de Córdoba hizo foco en la compra de alimentos y bebidas en diez países de América Latina y el resultado es contundente: Argentina es el segundo país más caro para llenar el changuito, luego de Uruguay.

El costo de llenar el changuito en la Argentina es de u$s 557 y se transforma en el segundo más alto de la región, sólo superado por Uruguay (u$s 646). México quedó tercero (u$s 547), mientras que Paraguay es el país más barato con u$s 342.

“El alto costo en dólares del changuito en la Argentina se debe a una combinación de factores: la estabilidad del tipo de cambio nominal en el último año en simultáneo con una inflación todavía alta, la carga impositiva y las trabas al comercio exterior”, recalca el documento.

OTRA LOGICA

Hace rato ya, desde que Javier Milei asumió la presidencia, que se dice en estas líneas que lo nuevo que ha traído La Libertad Avanza es la manera de pensar el país. Se impone otra lógica, por completo diferente a las anteriores. Si el resultado final será positivo para los argentinos, aún es muy prematuro para saberlo.

Pero lo cierto es que en cada discurso, en cada alocución, en cada charla distendida, los funcionarios exponen su ideario. La lógica libertaria indica que el Estado debe achicarse a su mínima expresión, lo cual permitirá talar el gasto público y en consecuencia bajar impuestos. En el encadenamiento de ideas, la población que ya no pagará altos tributos destinará ese dinero ahora excedente al consumo de bienes y servicios y así se reactivará la economía a partir de la dinámica del sector privado.

El último miércoles el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, realizó una conferencia en la sede de la Universidad Austral -reproducida en la contratapa de este suplemento-. Allí enumeró los logros que, motosierra mediante, obtuvo su gestión a la hora de recortar el gasto público. De manera tácita quedó claro que todas las medidas apuntan principalmente a beneficiar al sector empresario y luego, si derrama, habrá un efecto benéfico indirecto sobre la población de a pie.

Sturzenegger es un “académico”, un hombre de excelsa trayectoria universitaria. Formado en la Universidad Nacional de La Plata, hace décadas que cruzó la vereda y desempeñó su misión docente en entidades privadas como la Universidad Torcuato Di Tella, usina de pensamiento en la que el macrismo reclutó sus funcionarios cuando fue gobierno.

En una conferencia entre pares, allí adonde se sabe que no habrá cuestionamiento alguno, el ministro confesó que si tuviera la barita mágica y pudiera eliminar tres impuestos, el primero que haría desaparecer es el arancel a la importación de bienes de capital. Y dijo. “¿Se imaginan lo bueno que sería que las empresas mineras del norte puedan importar camiones más baratos?” El segundo tributo a erradicar serían los impuestos al trabajo, y tercero los que gravan el crédito y el débito.

En la lógica libertaria primero está siempre el empresario. Tal vez sea una ingenuidad pero en un país donde el 38% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza podría esperarse que un ministro de la Nación abogue por la eliminación o reducción del IVA (Impuesto al Valor Agregado), un impuesto regresivo que no discrimina entre ricos y pobres. Sería más valioso, quizás, que un pobre compre más baratos los fideos a que la Barrick Gold obtenga beneficios para adquirir camiones. Son puntos de vista.

Tampoco es motivo de preocupación la obra pública. De hecho, el superávit fiscal se sostiene con un esquema de inversión cero en ese rubro, lo cual de alguna manera lo vuelve insostenible. El Gobierno central recorta el gasto y delega la tarea en las provincias. Pero es sabido que las grandes obras de infraestructura no las financian ni los municipios ni los estados provinciales.

En las ideas que expresa Sturzenegger –y le brillan los ojos cuando lo hace-, la Nación es una prolija planilla de cálculo y el país, un mosaico de provincias deficitarias a las que les cae ahora el peso de ordenar sus cuentas y, además, realizar las obras que la Casa Rosada no hará. No hay una mirada integral de la Argentina sino una visión fragmentada, incompleta, poco real. Como un rompecabezas desarmado.