La campaña electoral arrancó el jueves último en el Senado con un ataque exitoso al plan antiinflacionario. Una amplia coalición opositora logró aprobar media docena de proyectos que aumentan fuerte el gasto público sin financiamiento genuino.
La ofensiva parlamentaria tiene dos objetivos: primero, dinamitar la estabilidad macro que es la mejor carta electoral de Javier Milei, y, segundo, proveer de fondos extras para “hacer política” a sus rivales, los gobernadores, La cuestión no es si la heterogénea pero aplastante oposición parlamentaria conseguirá sus propósitos, sino si podrá hacerlo antes de la renovación de las cámaras para que no cambie de manera decisiva la relación de fuerzas existente como consecuencia del fortalecimiento del oficialismo, algo que todas las encuestas pronostican.
Por eso, ofuscado por la aprobación del “paquete” de proyectos que destrozan el superávit el presidente desafió a todo el sistema partidario con una bravuconada de reminiscencias escolares: “Los espero el 11 de diciembre”.
Pocos días después se conoció un sondeo hecho por un encuestador al que no se puede acusar de libertario que informaba que de las ocho provincias que renovarán sus representantes en el Senado de la Nación, en siete el mileísmo va primero. Cabe recordar que en la próxima renovación de la Cámara alta el peronismo arriesga 15 bancas, la UCR 4, el PRO 2, los partidos provinciales, 3 y La Libertad Avanza, ninguna. Tal vez esto tenga en mente el presidente de la Nación cuando se refiere por esto días a la fuerza que fundó como “la libertad arrasa”.
Visto desde una perspectiva más abarcadora el conflicto precipitado por los mandatarios provinciales es algo más que un tironeo por ver quién se queda con los Aportes del Tesoro Nacional o la coparticipación del impuesto a los combustibles; es una lucha por la supervivencia.
En las últimas semanas “la casta” comprobó que el presidente no quiere pactos con la dirigencia de los partidos tradicionales, a la que considera debilitada por el fracaso. Para él es un mal negocio, porque así como intenta instalar un nuevo régimen económico -no hacer un cambio a medias al estilo Macri-, llegó a la conclusión de que debe construir desde cero un nuevo oficialismo parlamentario para llevar hasta el final esa tarea.
También quedó a la vista que es un cazador solitario de votos. Por eso hizo en soledad la campaña hace dos años. Fue un espectáculo “unipersonal” con un perfil “freak” sin antecedentes, pero con un irascible mensaje antisistema (la motosierra) y la herramienta más potente de propagación que son las redes sociales.
Así la lucha final por el poder es entre un oficialismo que tiene un líder político y un programa económico probado con éxito hasta ahora y los gobernadores que carecen de líder que los ordene y disponen de una sola arma peligrosa: el desfinanciamiento de la Nación. Su única propuesta es volver a la economía de Sergio Massa y Silvina Batakis a falta de una estrategia mejor.