Mirador político

Ochenta años de sindicalismo peronista

El paro de hoy decretado por la CGT ratifica por enésima vez el pecado de origen del sindicalismo peronista; su disfunción como organización de defensa de los trabajadores y su real naturaleza de ariete político cuando los candidatos peronistas son derrotados en las urnas. Desde Frondizi a la fecha usó paros y movilizaciones para hostigar a los gobiernos de distintos signos políticos mientras los trabajadores se empobrecían irreversiblemente.

Pero ir al paro a 45 días de la asunción de un nuevo presidente en medio de una crisis monetaria terminal dejada por un gobierno del que la central obrera fue aliada durante cuatro años demuestra falta de sentido político. Y hacer que la cara de esa embestida sean Daer y Moyano demuestra falta de sentido estético. Resulta obvio que la CGT no gasta recursos en asesores de imagen. Es una corporación blindada a cualquier práctica democrática.

Además, un paro de 12 horas y con transporte público en funcionamiento es una decisión errada porque pone en duda el acatamiento y además es carente de timing. Se oyeron críticas a Daer desde la propia CGT, por ejemplo la del ferroviario Omar Maturano. Fue por la amenaza del triunviro cegetista a los diputados que se aprestan a votar a favor del gobierno, pero el motivo de fondo es la camporización inconsulta de la central obrera.
Con su kirchnerización Daer comenzó a cometer errores no forzados.

El intento de amedrentar a esos legisladores asegurando que no podrán caminar por la calle si votan junto con el oficialismo demostró más temor que confianza en el propio poder.

Por otra parte Maturano no criticó la estrategia de los cadenazos propia del sindicalismo nativo sino su inoportunidad, porque él y otros dirigentes arrastrados al paro prefieren negociar. Pero la vieja táctica de golpear primero para negociar después es inaplicable si se tiene como socios a los kirchneristas. El origen del paro es también una secuela de la interna del PJ.

Por eso la medida de fuerza no apunta a resolver ningún reclamo laboral o social, sino que echa leña al fuego de la inestabilidad y demuestra que los sindicalistas no dudan en recurrir al caos para preservar sus fuentes de financiamiento, léase obras sociales y cuotas que pagan los trabajadores. Amenazan con el apocalipsis por un problema de caja.

Por último, el sindicalismo nativo es disfuncional porque fue pensado hace 80 años a imagen y semejanza de la “carta del lavoro fascista”.

Entretanto, la situación de los trabajadores se ha deteriorado de manera dramática. Cada vez hay menos trabajo registrado y se llegó al punto de que los trabajadores en blanco reciben ingresos por debajo de la línea de pobreza, mientras sus dirigentes en muchos casos son empresarios. Trabajadores pobres, conducidos por sindicalistas opulentos, que se mueven con una lógica corporativa, lo que hoy se llama una casta más.