UNA OBRA EXPLORA LAS SOMBRIAS CONSECUENCIAS DEL CONCEPTO DE ‘INDUSTRIA ACADÉMICA’

Occidente y el eclipse del espíritu

Por Carlos Daniel Lasa *

Carlos Hoevel nos ofrece La industria académica. La universidad bajo el imperio global de la tecnocracia global (Buenos Aires, Editorial Teseo, 2021, 365 páginas), un libro lúcido, oportuno y ampliamente documentado.

El texto muestra, con claridad meridiana, cómo la universidad, tal como la concibió Occidente, ha sido enterrada. En su lugar, se ha levantado una nueva institución que responde a lógicas muy distintas: una “universidad” cuya finalidad, tal como lo sostiene Adorno, es someter al espíritu humano a la producción industrial.

En este sentido, Hoevel cita una elocuente frase de Adorno, tomada de su escrito Consignas: “Si un día el espíritu es enviado a paseo, como muchos sin duda quisieran, si es adaptado al gusto del consumidor, en el que domina lo comercial (…) entonces habrá sido eliminado el espíritu tan de raíz como bajo las cachiporras fascistas.”.

Precisamente, la industria académica es una de las principales cachiporras que buscan aplastar al espíritu humano. Esta industria académica, refiere Hoevel, está sometida a las exigencias, siempre cambiantes, de la economía global. La misma es “el resultado de la aplicación, por la vía de la acción estatal o privada, de los criterios manageriales y de mercado a la definición de los objetivos, la organización y la evaluación de la docencia y la investigación en la Universidad.” (p. 20).

De este modo, esta pseudo-universidad es convertida en un sector más de la economía, reemplazando de modo definitivo a la formación intelectual y moral de las personas y al florecimiento de la vida científica y cultural.

LOS MANAGERS

 Para que esta nueva universidad tenga éxito debe ser conducida por “managers” (por lo general, personajes carentes de toda cultura). Estos “managers” solo son capaces de entender aquello que pueden agarrar con las manos, como diría Platón. Por eso, pueden ocuparse eficientemente de mensurar lo que la universidad “produzca”.

En una oportunidad, uno de estos CEOs me expresó que a los alumnos ya no les interesaban los grandes profesores sino aquellos docentes que les allanaran el camino para poder recibir rápidamente el título correspondiente.

Estos “managers”, dotados de poder, pero carentes de toda fineza de espíritu (como diría Pascal), imponen de modo despótico un programa industrialista. Un programa “casi carcelario de una accountability permanente en la que no cabe acción posible sin resultados -entendidos como efectos planificables, medibles y potencialmente comercializados- (…).” (p. 22).

Cuando Hoevel utiliza el término “accountability” lo emplea con una acepción específica, es decir, haciendo referencia a todo aquello que es susceptible de ser contado. El management “exige accountability en el sentido de un pormenorizado cálculo de costos y beneficios de cada actividad, llevado al límite del detalle.” (p. 62).

En este nuevo escenario, el más destacado de los docentes no será ya el sabio, sino aquel que responda, a pie juntillas, a la lógica del rendimiento que establece el aparato a cargo de los “managers”. Pero sucede que estos ostentan una falta de sentido del límite tal que tienen la osadía de autodenominarse “universitarios”.

En este nuevo escenario, el trabajo del “manager” es de fundamental importancia porque tendrá que reconfigurar a un nuevo tipo de “docente universitario”. Para ello se valdrá de la evaluación y de la aplicación de incentivos ordenados, todos ellos, a la creación de profesores que solo deben “profesar” los nuevos mandamientos de la industria académica.

Pero hay más: estos nuevos profesores deberán someterse a la evaluación hecha por los alumnos que darán cuenta de su satisfacción, o no, del aprendizaje recibido. Ni más ni menos que lo que hacen los consumidores dentro del ámbito de la economía.

Otro instrumento de los CEO universitarios será el “aprendizaje por competencias”. Este modelo es “la aplicación al campo pedagógico de la teoría CEO empresarial del management por resultados” (p. 70).

Estoy pensando que si viviera George Steiner repetiría, sin rodeo, aquello que refiriera en 1998 cuando sostuvo que la barbarie solo podía ser detenida mediante la conservación y la transmisión de la cultura humanista clásica y judeo-cristiana.

LA REVOLUCION DEL 68

 El autor dedica, casi al final del libro, una consideración sobre el pensamiento que nutrió a la denominada “revolución del 68”. Los autores representantes de esta posición (Althusser, Derrida, Bourdieu, Foucault, Lacan, Deleuze y otros) generaron cuatro situaciones que, en lugar de recuperar la auténtica idea de universidad, ayudaron a enterrarla por cuanto desmantelaron la tradición cultural humanista.

Además de esto, se ocuparon no solo de criticar de modo radical a los grandes textos de la cultura occidental, sino de desintegrar la idea de verdad y, con ello, de provocar el derrumbe definitivo de la filosofía.

Este pensamiento posmoderno, hegemónico en nuestras actuales universidades y en las “escuelas de la ignorancia” son el resultado del “despotismo ilustrado de un ejército potente y bien organizado de expertos en ‘ciencias de la educación’ ”, como lo refiere el destacado filósofo francés Jean-Claude Michéa (La escuela de la ignorancia, Madrid, Acuarela Libros, 2002, p. 43).

Por esta razón, no resulta sorprendente que el mismo Michéa, un pensador de la izquierda francesa proponga ir contra la propia izquierda por cuanto esta ha asumido la agenda del liberalismo político-cultural.

Incluso me animaría a decir que no solo lo ha hecho la izquierda sino también un catolicismo que languidece a causa de haber perdido una recta inteligencia de la fe, producto del abandono de la filosofía entendida en términos de metafísica.

RECUPERACION

 Como conclusión de su reflexivo y valiente libro, Carlos Hoevel nos propone seis tareas para alcanzar una renovación de la universidad. Ellas son: revivir el ideal intelectual, recuperar la libertad, volver a juzgar, reconquistar la autonomía, reconstruir el puente con la tradición cultural y gobernar el dinero.

La preocupación de nuestro autor es re-vivir un auténtico espíritu universitario que, liberado del despotismo de la materia y de los mandatos de la cantidad, sea capaz de elevarse al reino de la verdad que hace al hombre verdaderamente libre.

La universidad occidental nació de la exigencia de la inteligencia humana cuyo acto por antonomasia, que es la síntesis, da cuenta de su profundo anhelo de la búsqueda de la unidad de la diversidad. Por eso recibió este nombre (uni-versidad), y por eso pudo edificar al hombre.

Este destacado libro del profesor doctor Carlos Hoevel nos permitirá re-pensar tanto a la educación en general como a la universidad en particular. Así, podremos tomar conciencia de la imperiosa necesidad de quitarnos la opresión que pesa sobre nuestros espíritus para enfocarnos en una educación que sea fiel a su naturaleza.

* Doctor en Filosofía de la Universidad Católica de Córdoba