UNA MIRADA DIFERENTE

¿Obligado a acordar?

El nuevo gobierno tiene el enemigo al frente, a ambos flancos y a la retaguardia: no se le puede escapar.

La irónica frase de Lincoln utilizada como remedo a las excusas de sus generales en la guerra de Secesión americana parece aplicarse perfectamente al futuro gobierno. Está rodeado por hostilidades diversas en todos los flancos. Por un lado el peronismo franquicia Kirchner, que lo amenaza con no aprobarle ni una ley instaurando el día del salame picado fino, con una avalancha de denuncias de todo tipo con razón o sin razón, para complicarlo tanto jurídica como personalmente.

Por otro lado el peronismo no kirchnerista, un disfraz que usan muchos gobernadores para seguir defendiendo su feudo, sus estafas y sus satrapías, vía la caja que le extraen al gobierno nacional con formatos legales voluntarios, en la forma de adelantos, obra pública y otros inventos para fabricar millonarios y pobres. 

También los gobernadores no peronistas actúan del mismo modo, aunque con un poco más de disimulo, pero condicionando su apoyo a alianzas difusas y compromisos que quién sabe a qué nuevo pozo negro llevarán. 

Juntos por el Cambio es una copia fiel del radicalismo, en cuyo apoyo no se puede confiar nunca, y que se puede dar vuelta en cualquier momento. El PRO, que parecía ofrecer una posibilidad de aportar gestores vitales en cualquier etapa de reformas drásticas y de reducción de gastos, parece haber entrado en una etapa de lucha de egoísmos, caprichos y rencillas que lo excluyen de cualquier esperanza. 

Hasta Jorge Macri -algo esperable – parece haber heredado junto con el cargo la pusilanimidad y la vocación justicialista de su antecesor, y no puede ser descontado como aliado, necesitado como está de hacer caja y negocios para poder manejar una ciudad que desde la vuelta de la democracia se manejó siempre con alguna clase de repartija, de negocios o de lo que fuera. 

Para no gastar demasiado tiempo en enumeraciones, los legisladores para aprobar cualquier ley, de cualquier naturaleza no están, ni estarán. Esto más allá de los que se acercan al gobierno prometiendo conseguir la tan ansiada gobernabilidad, el apoyo de sectores determinados, la capacidad de muñequear para conseguir alguna mayoría y otros sueños que no serán. 

La mala idea de confiar el armado político a un futuro ministro del Interior sin experiencia ni real trayectoria ni conocimiento del paño se nota a cada momento, y puede llevar a cometer grandes errores. Por ejemplo, a intentar una alianza paupérrima con Cristina Kirchner para aprobar un par de leyes modestas, justamente la jefa misma del movimiento que ya empezó para deponer al nuevo presidente. 

Tampoco el gobierno electo tiene aliados en el Círculo Rojo, más allá de las declaraciones vacías de algún aplaudidor oportunista camaleónico. Al contrario. Casi unánimemente la llamada pomposa y generosamente gran empresa aboga por el gradualismo, sinónimo de no cambiar nada de fondo, con el que equivocaron a Macri en 2015. Un enemigo tan importante y destructivo como el kirchnerismo, odiador de la libertad de comercio y de cualquier formato de dólar único y libre. Es el empresariado de los Brics y el Mercosur. 

No hace falta explicar que el gremialismo en todas sus variantes, y el piqueterismo en todo su esplendor, son enemigos declarados de todo cambio, en especial de toda austeridad que los afecte. Saldrán a la calle para obligar al gobierno a reaccionar y crear un clima local y externamente de ingobernabilidad e ilegitimidad. 

No habrá que olvidar dentro de los múltiples frentes la resistencia pasiva y a veces activa, según convenga, del amplio sector de funcionarios y empleados públicos becados con largueza por el peronismo, que impedirán todo el accionar en la Administración Pública, conformarán un sabotaje encubierto en cada oficina, y además reclamarán sus supuestos derechos adquiridos, sin importar el modo en que fueron adquiridos, como el caso extremo de los tres millones y medios de jubilados sin aportes o del millón de discapacitados surgido como por encanto en los gobiernos kirchneristas, sin duda fruto de alguna epidemia (o pandemia tal vez) de enfermos con el virus Agenda 2030. 

Y como si fuera poco, los propios liberales peleándose sobre la mejor política y el mejor sistema monetario a usar, como si fuera un debate de algún simposio o un contrapunto de papers. Para no mencionar a los asesores de LLA que se dan vuelta en el aire y confiesan que ocultaron su opinión cuando trabajaban con Milei. Rara honestidad intelectual. 

IDAS Y VUELTAS

Ese panorama también se nota en las designaciones y candidaturas internas, idas y vueltas, dudas, danza de nombres, funcionarios recién designados que se juegan por sus pollos sin tener muy claro quién es quién, lo que termina en un extraño mosaico que hace rogar que la primera depuración venga pronto. 

Todo este circo, que a los prestamistas de cualquier índole no les gusta y mucho menos cuando ocurre en un país que cree que el default es una alternativa de financiamiento válida, conlleva el riesgo de transformarse en desesperación. Por eso neófitos funcionarios imaginan alianzas salvadoras hasta con Drácula, sin comprender que la enorme mayoría de esas supuestas alianzas -muchas veces esgrimidas por candidatos impresentables que se arrogan el poder de convocar a determinado número de legisladores o apoyos sectoriales importantes– no son viables ni siquiera han sido consideradas por las contrapartes, o peor, que esos supuestos aliados que garantizan supuestos apoyos, simplemente terminarán traicionándolos. 

El sólo hecho de que se esté considerando alguna especie de modesta transacción parlamentaria con Cristina Kirchner para aprobar un limitadísimo paquete, muestra que muchos de los expertos del nuevo gobierno no podrían ni siquiera ser consigliore de una novela de Mario Puzo. El kirchnerismo, o su jefa, tienen un único plan: sabotear al gobierno elegido democráticamente en todos los planos hasta deponer al presidente y entonces, vía un presidente provisional del senado propio, vía el sistema usado en 2001 para apoderarse del gobierno, o vía cualquier mecanismo maduriano que “vaya pintando”, retomar el poder por el poder mismo. 

LA SOCIEDAD RIVAL

Dentro de los enemigos potenciales también está una parte no menor de la sociedad, haya votado o no por LLA, que por un lado no tiene ya resto para aguantar ningún sacrificio, y por otro lado simplemente busca una solución instantánea, como en algún momento soñó que podía ser la dolarización, que ese sector de la sociedad imaginó como una pócima mágica que se podía aplicar de un plumazo y eliminaría la inflación en menos de diez días. 

Es obvio que ese amplio sector sabe quién es el culpable de la postración actual. Pero no solamente ya la propia Cristina se está ocupando de aleccionarlo hablando de la estanflación como si fuera invención y producto de Milei, sino que las sociedades protestan y manifiestan siempre contra el gobierno que está en el poder. No contra el anterior. Ese hecho latente también crea una sensación de urgencia para conseguir algún grado de apoyo legislativo o político, porque la paciencia de la sociedad argentina no se destaca por su duración, ni por su firmeza. El plan de LLA corre el riesgo de no empezar a aplicarse jamás. 

Dentro de ese ramillete de enemigos, están aquellos funcionarios nombrados que son evidentemente incapaces, sin siquiera considerar su filiación política, un dato no menor. Las demoras, errores, críticas, tiempo perdido, conflictos que pueden generar también constituyen un accionar peligroso para el futuro no del nuevo gobierno, sino de los argentinos. Muchos de esos funcionarios han sido elegidos también por otros ineptos o simplemente porque estaban por ahí. Comprensible en una agrupación política novel, pero no por eso de efecto inocuo. 

¿Entonces hay que dejar pasar el tiempo y resignarse a no poder formar leyes? (Recordar que un DNU no sobrevive sin tener mayoría en al menos una Cámara) La columna usará un argumento de alto nivel técnico. Como cualquier puntero sabe, lo que tiene que hacer el nuevo gobierno es sentarse sobre la caja. No negociar antes, sino negociar en su momento y caso por caso. No será ortodoxo, ni ético, ni técnico, ni liberal, pero todos los enemigos citados responden al dinero. Dinero que, como cuando se entrena un perro, debe darse por cada destreza que el animalito aprenda. No en un acuerdo o un pacto que inexorablemente será incumplido y traicionado. 

El hecho de que el presupuesto no haya sido aprobado, más la inflación que continuará por al menos un año y medio por una cuestión de desfasaje entre causa y efecto, constituyen herramienta de gran utilidad para el presidente en esta coyuntura. Los gobiernos kirchneristas supieron usarla muy bien. Habrá que copiarlos. La política de no emitir es un comienzo de esa estrategia. Pero ese concepto debe ser llevado adelante hasta la exageración para tener una prenda de negociación todo el tiempo. No será ciencia política. Pero es imprescindible. Ya que se copian tantas cosas de Menem, lo que tan bien supo hacer Menem no fue un juego de alianzas. Fue la compraventa institucional de votos. Es horrible, claro. Con gusto se aceptan sugerencias de soluciones más éticas y democráticas. 

LA LLAMADA OBRA PUBLICA

Para comprender el concepto tiene sentido traer algunos casos reales que han cobrado trascendencia en los medios su santo nombre. Empezando por la llamada Obra Pública. El presidente electo aseguró que no habría un peso (o un dólar, lo que fuera) para esa actividad. Incidentalmente, retoma un viejo concepto de ortodoxia económica: la obra pública es un gasto como cualquier otro, con iguales efectos. Si es rentable lo harán los privados, y si no, debe ser hecha por privados cobrando un peaje o un canon futuro. Si la obra fuera intrínsecamente no rentable, en ese canon o peaje puede estar incorporado un subsidio. El mecanismo es mucho más barato que cualquier otro. 

Esa afirmación, coherente con el hecho básico de que el país está fundido, fue rápidamente cuestionada por las provincias: “esas obras son una fuente de trabajo fundamental”. O sea que son un mecanismo de subsidio de desempleo con alguna prestación. O sea que no importa si son rentables. O sea que son financiadas por la Nación. O sea por la emisión. 

También la Cámara de la Construcción arguyó que había muchas obras que no estaban en curso, que no se podrían interrumpir sin afrontar duros juicios. Además de la cantilena de las fuentes de trabajo. 

Además de constituir este tema una fortísima pieza de negociación con los gobernadores, y con sus legisladores cautivos, habría que recordarle a la Cámara de la Construcción la causa de los Cuadernos y sus correlatos. Esa causa por la que su expresidente lamentablemente fallecido fue procesado por sobornos y por coordinar la colusión para manipular los precios de la oferta en las licitaciones. ¿O creen que la población compró el argumento de que sufrieron presiones para declararse culpables? 

Entonces, si una empresa tiene todo el derecho a hace un juicio al Estado por suspender una obra, debe aceptar que el Estado tiene todo el derecho a auditar todos los contratos no prescriptos y demandarla penalmente por los casos de arreglos de precios, juicios y adicionales inventados y todo otro tipo de maniobras, de las que sobran ejemplos en esa causa citada, causa que se desinfló no por falta de pruebas, sino por falta de decencia. Ya se ha sugerido ese procedimiento sistemático en este espacio, mediante el uso de estudios medianos de profesionales, probono o con honorarios a resultados.  

Seguramente de ese modo el Estado recaudará mucho más que lo que debe pagar por suspender una obra. Es cierto que para ello habrá que ser muy desmemoriado con aquellos empresarios licitadores que han hecho sus aportes a la campaña ganadora, o que los hacen ahora, pero la política tiene implícito estos olvidos. 

Para la tranquilidad de la probidad de los teóricos, estos mecanismos de negociación están dentro de la ley y son de uso habitual en democracias avanzadas. No será la primera vez que una ley se aprueba porque a un diputado de un estado americano se le canjea su voto por un puente, o por la instalación de una base militar en su territorio, o cualquier otra cosa. 

Puede tomarse otro caso. El de Aerolíneas Argentinas. Es estúpido, lisa y llanamente, intentar conseguir que sea rentable. También es estúpido regalársela a su personal, como hiciera United Airlines en Estados Unidos, porque los gremialistas propietarios de su personal están interesados en el contrabando y negocios anexos, no en hacerla rentable. Con lo que el único camino es de permitir la entrada de todas las compañías aéreas que tengan ganas de servir al público argentino, con las pautas de cualquier empresa aérea del mundo civilizado. Eso implica la eliminación del concepto de aerolínea de bandera. 

Pero para eso, más que una ley que jamás se aprobará hay que romper la sociedad entre el Estado, Aerolíneas, Aeropuertos 2000, los gremios y el ORSNA, organismo de contralor aeroportuario, que en la práctica es socio de la empresa de aeropuertos, que pagó un solo mes el canon en 23 años y que maneja los aeropuertos y todo el tráfico de acuerdo a las necesidades de los contraband… perdón, de los gremialistas de Aerolíneas. Todo ese paquete debe estar sujeto a una rigurosa auditoría y escudriñado minuciosamente. Eso incluye el desmantelamiento de El Palomar y el sistemático boicot a las llamadas low cost. La negociación no es exactamente en el Congreso.

¿Podrá Milei en este caso específico olvidar su agradecimiento? Es de esperar que lo olvide. Le evitará tener que entrar en alianzas incumplibles que están lejos de todo el cambio, leitmotiv de su propuesta de gestión. Casos como estos, los de Telam, Televisión Argentina y otras seudo empresas similares, deben ser analizados desde lo penal, antes que desde lo institucional y como contrapartida a la seguridad jurídica, que suelen reclamar los que no dieron seguridad de comportamiento a su conducta. Allí se verá cuánto derecho tiene cada uno a reclamar seguridad jurídica y cumplimiento de contratos. 

Y aún en el caso de YPF, ¿no será mejor quitarle su monopolio y auditar sus adjudicaciones y llevarlas a la justicia si correspondiera que intentar el sueño de mejorarla y venderla? ¿O hay castas buenas? ¿O se empezará nuevamente la calesita de nacionalizar – privatizar – nacionalizar y en el camino fabricar millonarios ordeñadores?

EL CONGRESO MALO

Por supuesto, sería mejor conseguir que el Congreso se abuene, sea patriota y apruebe leyes que resuelvan todos los problemas, pero eso no está disponible, ni le conviene a muchos, lo que obliga a negociar de otra manera, no con alianzas de club colegial. 

Ese camino obligará a mantener una amplia y continuada comunicación con la sociedad, que tiene que saber todo el tiempo lo que ocurre y por qué no se está intentando cambiar las prácticas y normas que la llevaron a esta situación de angustia colectiva. También obligará a contar con todo el apoyo de la Corte, que debe aceptar que en estado de emergencia (¡Y vaya si éste lo es!) hay derechos alegados que ceden ante el derecho general, un concepto que hasta ahora parece tener validez solamente para cobrar más y más impuestos y para limitar y manosear el derecho de propiedad y algunos otros atropellos. La Corte no puede seguir jugando a “una de cal y otra de arena”, so pena de ser tan responsable como el resto del sistema que se está hoy rechazando. 

A los argentinos les está empezando a molestar que los tomen por tontos y que se repita el juego una y otra vez. Quizás haya que prestarle atención a esa molestia. El nuevo gobierno necesita un integrante clave con esquina, experiencia y tribuna. Urgente.