O´Rei, el atleta que hizo del fútbol un arte

Pelé era simplemente O´Rei. El Rey. El mejor de un momento en el que el fútbol dejó de ser simplemente un deporte para transformarse en un arte. Él era el más sublime de los artistas. Y también el más atlético de ellos. Porque en ese hombre que murió hoy a los 82 años se aunaban las condiciones físicas de un superdotado con la inconmensurable capacidad de hacer cosas maravillosas con la pelota en los pies. Pelé era el fútbol.

Fue tan grande que la síntesis más perfecta de su obra es un puñado de jugadas en las que no llegó al gol. Justo él que marcó más de mil. Sí, es verdad, muchos cuestionan su producción ofensiva en un mundo en el que las estadísticas parecen explicarlo todo, pero para todos los amantes del fútbol Pelé fue tan grande que no existen cifras que cuantifiquen su maravillosa faena en las canchas.

Fueron tres jugadas que el brasileño legó para la posteridad en México ´70, el Mundial en el que los verdiamarillos brindaron funciones de gala que salvaron al más popular de los deportes en un tiempo en el que las tácticas defensivas parecían ganar la partida.

La primera fue en el debut de su selección en ese torneo. Empataban 1-1 en Guadalajara Brasil y Checoslovaquia. A los 33 minutos del primer tiempo, Pelé recibió el balón de espaldas a su arco. El arquero Ivo Viktor estaba adelantado. No intuía lo que estaba por suceder. De pronto, sin razón aparente, el número 10 se dio vuelta, hizo picar la pelota y le pegó con el empeine. La parábola sorprendió al guardavalla, quien corrió desesperado. La pelota salió apenas desviada. Pudo haber sido un golazo. Terminó siendo la muestra del ingenio de un jugador fantástico.

En las semifinales, Brasil se encontró con Uruguay. Estaba ganando 3-1. El partido ya estaba definido. Pero si Pelé estaba presente, la capacidad de asombro no se agotaba hasta el pitazo final del árbitro. Gerson, uno de los magníficos lugartenientes en ese equipazo dirigido por Mario Zagallo, lanzó un pase en profundidad hacia el área celeste. O´Rei corrió y se encontró con la salida de Ladislao Mazurkiewicz. Con un leve movimiento de su cuerpo dejó correr la pelota y el arquero pasó de largo. Pelé fue a buscar el balón y pateó. Su definición fue imperfecta: falló por unos pocos centímetros. Pudo haber sido un golazo. Terminó siendo una prueba de la inventiva de un hombre que no entendía de límites a la hora de crear.

Pelé con la Copa Rimet. Es el único futbolista tricampeón del mundo.

Brasil se imponía 3-1 a Italia en la finalísima. El tricampeonato del mundo empezaba a transformarse en una realidad. La Copa Jules Rimet estaba lista para irse para siempre a la tierra del jogo bonito. Como si los verdiamarillos entendieran que debían dar otra prueba más de su excelsa calidad, apareció Pelé en escena para sorprender con una jugada que solo a él se le pudo haber ocurrido.

Recibió un pase de Jairzinho y retuvo la pelota por unos segundos. Pareció querer detener el tiempo. Movió la pelota hacia su derecha en el momento justo en el que aparecía a toda velocidad Carlos Alberto para incrustarla en el arco de Enrico Albertosi. Fue un golazo. No lo marcó Pelé, pero nació de la inspiración de O´Rei.

¿CÓMO JUGABA?

Pelé reunía las características que solo los elegidos poseen. Era habilidoso, pícaro, muy fuerte, resistente -lo molían a golpes y se levantaba y seguía-, tenía un remate seco y certero y cabeceaba muy bien a pesar de que solo media 1,73 metro.

En la cancha rompió un paradigma de su época. La figura de los equipos solía ser el que llevaba el 9 en la espada. El goleador. Desde su irrupción, los aplausos fueron para el 10. Claro, Pelé era un 10 muy particular, ya que poseía la visión de un estratega y la capacidad de definición de un artillero. Tenía el arco rival entre ceja y ceja y siempre encaraba hacia adelante. Conocía a la perfección el camino más corto hacia el gol, aunque esa ruta le pusiera mil y un obstáculos de piernas adversarias.

Era muy difícil sacarle la pelota e inventó cosas insólitas como tirar paredes con las piernas de los defensores rivales. Dicen que el patentó jugadas que muchas generaciones de futbolistas imitaron desde entonces. Sus saltos para cabecear eran desafíos a las leyes de la física… Era un espectáculo en sí mismo. Era simplemente Pelé. Quienes lo vieron en acción sostienen que basta con pronunciar su nombre para entender que fue único.

Uno de sus goles en la final de Suecia ´58.

UN GENIO PRECOZ

Edson Arantes do Nascimiento nació el 23 de octubre de 1940 en Tres Corazones, en el estado de Minas Gerais. Era hijo de Celeste y Dondinho, un modesto jugador semiprofesional. Su progenitor se transformó en el cómplice que necesitaba para hacer de su amor por la pelota una forma de vida contra los deseos de mamá, que le exigía un título universitario al tiempo que ganaba sus primeros dinerillos como aprendiz de zapatero, vendedor de helados y empleado de una estación de servicio.

Dondinho le explicó que debía aprender a patear también con la pierna izquierda. Que no bastaba con que manejara muy bien la derecha. El niño, al que apodaban Gasolina, tenía un talento asombroso. Pasó a ser Pelé cuando se hizo famoso en los picados de las canchitas de Baurú. A esos partidos se les decían peladas. Y como Edson gastaba la pelota en las peladas empezaron a decirle Pelé.

Su estilo pleno de habilidad y llamativa potencia no pasó inadvertido para Waldemar do Britos, un notable exjugador que en la Argentina había pasado por San Lorenzo en los años ´30 junto con su hermano Petronilo. Waldemar lo recomendó a Santos, el equipo cuya blanca camiseta hizo famosa durante casi dos décadas.

El niño Pelé debutó en el conjunto paulista a los 15 años. A los 16 jugó por primera vez en la selección brasileña. Fue en 1957 contra Argentina en un partido por la Copa Roca. Vencieron los albicelestes 2-1 y el joven delantero marcó el tanto de los verdiamarillos. Su víctima fue nada más y nada menos que Amadeo Carrizo, tal vez el máximo arquero de nuestro fútbol.

Era un niño de 15 años cuando debutó en Santos.

EL MUNDO RENDIDO A LOS PIES DE UN NIÑO

El técnico Vicente Feola incluyó a la precoz estrella del Santos en el plantel mundialista de 1958 en detrimento de Luizinho, una figura ya consolidada en el Corinthians. Esa decisión generó cierta polémica, pues para muchos brasileños Pelé era casi un desconocido. Viajó a Suecia con una lesión en una rodilla. El masajista Mario Américo trabajaba contrarreloj para tratar de dejar al atacante del Peixe en condiciones de jugar.

Pelé no estuvo en el triunfo por 3-0 sobre Austria ni en el opaco empate 0-0 con Inglaterra. La actuación de Brasil dejó muchas dudas en esos partidos. Los referentes del plantel, el capitán Bellini, Nilton Santos y Didí, se reunieron con Feola y le reclamaron la inclusión de Pelé y Garrincha, los dos integrantes más jóvenes de la delegación.  “Voy hacer lo que ustedes piden porque si ganamos o perdemos ustedes van a quedar como responsables”, fue la respuesta del DT.

El ingreso de esos dos genios en ciernes le cambió la cara al seleccionado brasileño. Se notó rápidamente la fuerte ligazón de Garrincha, un puntero derecho espectacular, con Vavá, quien irrumpió como un impiadoso goleador en el 2-0 sobre la Unión Soviética. Al público sueco le llamó la atención la calidad del niño que llevaba en la espalda el 10. Gracias a Pelé, ese número se convirtió en un símbolo del buen fútbol.

Gasolina terminó de presentarse en sociedad con un bonito gol en el 1-0 contra Gales en los cuartos de final. Le pasó la pelota por encima de la cabeza a un defensor y la depositó en el arco de Jack Kelsey. Ese gol, corolario de una gran actuación colectiva de las huestes de Feola, encumbró a Brasil como un serio candidato al título.

El joven Pelé llora su alegría en el pecho de Gilmar.

En las semifinales, Pelé se despachó con tres goles en un partidazo contra Francia. Los brasileños vencieron 5-2 a un rival en el que se destacaba el temible Just Fontaine, quien se ganó un lugar en la historia al marcar 13 goles en esa edición de la Copa del Mundo.

El carnaval de Río de Janeiro se instaló en Estocolmo con una formidable exhibición de Brasil sobre Suecia en la final. Fue un contundente 5-2 en el que Pelé participó en dos de los tantos de su equipo. Suyos fueron el tercero y el quinto gol. Zagallo, el puntero izquierdo que doce años más tarde fue el técnico del conjunto campeón del ´70, envió un centro hacia el área. El joven príncipe que se preparaba para ser O´Rei saltó, dominó la pelota con el pecho y luego definió con un derechazo inatajable para el arquero Kalle Svensson.

Y cerca del epílogo, el mundo descubrió que Pelé era, además, un cabeceador letal: Zagallo lanzó un centro por elevación que para el 10, que con un cabezazo hizo realidad el 5-2 final.

SANTOS, UN ESPECTÁCULO APARTE

La brillante consagración de Brasil en Suecia ´58 entronizó a Santos, el equipo de Pelé. El Peixe se erigió en una suerte de embajador itinerante que paseó su fútbol por las más variadas geografías.

O´Rei compartía formación con habituales compañeros de la selección como el arquero Gilmar, los defensores Mauro y Orlando, el mediocampista Zito y delanteros como Dorval, Coutinho -su gran socio- y Pepe. Con el correr del tiempo se sumaron Carlos Alberto, Rildo, Lima, Clodoaldo… varios de los pilares del elenco verdiamarillo eran del Santos.

También tuvo compañeros argentinos como José Manuel Ramos Delgado (defensor que pasó, entre otros clubes, por Lanús, River y Banfield), el Flaco César Luis Menotti y Agustín Mario Cejas (histórico arquero de Racing que también militó en River).

El elenco carioca pasó por España, Italia, Alemania, Luxemburgo, Bélgica, Polonia, Francia… Por supuesto también tuvo escalas en la Argentina. Muchas. Y todas fueron un espectáculo. Casi siempre se trataron de partidos amistosos. En 30 encuentros de esas características Pelé marcó 15 goles.

Solo pudieron derrotarlo River (2-1 en 1962), Independiente (5-1 en el ´64), Colón (2-1 ese mismo año en un partido que le dio vida al mote de Cementerio de los elefantes a su cancha), Racing y Estudiantes (2-1 y 3-1, respectivamente, en 1969). Las caídas a manos de académicos y pincharratas se dieron unos días antes de un soberbio choque con Vélez en el que se presentaron en sociedad las torres de iluminación del estadio que más tarde sería bautizado José Amalfitani. Esa noche las miradas fueron, por supuesto, para Pelé (hizo un gol), pero también para Daniel Willington, el Cordobés, la figura del Fortín.

La última vez que pisó suelo argentino como jugador fue el 5 de diciembre de 1973 para medirse con Huracán en el Palacio Tomás A. Ducó. La idea era festejar el reciente título del inolvidable Globo que dirigía Menotti. Una multitud cubrió las tribunas para aplaudir al equipo de René Houseman, Miguel Ángel Brindisi, Roque Avallay, Carlos Babington y Omar Larrosa y terminó destrozándose las manos con la espectacularidad de Pelé y compañía. Se impusieron 4-0 los brasileños con un gol de O´Rei.

Hizo famosa en todo el mundo la camiseta blanca del Santos.

Santos también se midió con equipos argentinos en la Copa Libertadores. Enfrentó a Boca en la final de 1963. Luego de imponerse 3-2 en el Maracaná volvió a ganar 2-1 con un tanto de Pelé. Los xeneizes sabían que debían marcar al 10.

“Adolfo… qué te parece si yo me agarro con Pelé? Le doy un cachetazo, él me va a contestar, nos van a echar a los dos de la cancha. Y el Santos sin Pelé va a ser una cosa distinta. Boca sin Rattín puede jugar sin problemas”. La propuesta del capitán boquense, Antonio Rattín, al técnico Adolfo Pedernera aparece en el libro La Máquina, una leyenda del fútbol (librofutbol.com, 2021). Don Adolfo no aceptó porque despreciaba esas maniobras. Y con Pelé dentro de la cancha no hubo caso: Santos ganó 2-1 y el segundo gol fue de la estrella de los cariocas.

Con Pelé como máximo referente, Santos obtuvo seis títulos brasileños, once estaduales, cuatro veces el torneo Río-Sao Paulo y las copas Libertadores e Intercontinental de 1962 y ´63.

CAMPEÓN, SIEMPRE CAMPEÓN

Pelé y Brasil fueron bicampeones en Chile ´62. Retuvieron sin discusión el título obtenido en Suecia cuatro años antes. Sin embargo, O´Rei se lesionó en el segundo partido y quedó confinado a ser un mero espectador de las genialidades de Garrincha y de los goles de su reemplazante, el joven Amarildo. Más allá de eso, en esa consagración también hizo su aporte: un gol en el 2-0 sobre México en el debut mundialista.

En Inglaterra ´66 fue víctima de la ferocidad de búlgaros y portugueses, quienes, ante la complicidad de los árbitros, lo sacaron a golpes de la cancha. Marcó un golazo de tiro libre en el debut contra el primero de esos rivales, pero ese único triunfo verdiamarillo no evitó una temprana eliminación.

Dos años antes Brasil había organizado la Copa de las Naciones con la excusa de celebrar el 50° aniversario de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). Era una oportunidad para volver a mostrar su superioridad en los campos de juego. Sorpresivamente, Argentina se llevó el título al golear 3-0 a los bicampeones mundiales con dos tantos de Roberto Telch y uno de Ermindo Onega.

Su último gol mundialista: cabezazo contra Italia. 

En ese encuentro, Pelé le rompió la nariz a José Agustín Mesiano, un defensor de Argentinos Juniors que lo estaba sometiendo a una pegajosa marca. Rattín se ocupó entonces de la custodia del astro brasileño, quien desapareció en acción luego de esa brutal agresión al Chino.

En 1970 llegó la obra cumbre de Pelé. Fue el centro de un equipo de estrellas de un fulgor deslumbrante como Jairzinho, Tostao, Gerson y Rivelino. Curiosamente, estuvo a punto de no ser parte del plantel que se presentó en México por una curiosa ocurrencia de Joao Saldanha, un polémico periodista devenido en entrenador.

Saldanha dejó su puesto pocos meses antes del Mundial y lo reemplazó Zagallo. El nuevo DT atendió las recomendaciones de Pelé, Gerson y Clodoaldo y acabó dándole forma a un seleccionado celestial en el que cinco talentosos que en sus equipos eran figuras aunaron sus fuerzas para darle vida a un campeón majestuoso.

Pelé no era el conductor de Brasil, ya que esa faceta recayó en el pensante Gerson. Tampoco el capitán, porque la cinta la llevaba Carlos Alberto.  Pero contribuyó a la conquista del tricampeonato con un gol en el 4-1 a Checoslovaquia, un pase fantástico para el tanto de Jairzinho en el 1-0 sobre Inglaterra (ese día el arquero Gordon Banks detuvo un cabezazo inapelable de O´Rei) y sumó dos tantos en el 3-2 frente a Rumania.

En la final contra Italia abrió la cuenta con un cabezazo que representaba casi una marca personal. Rivelino sacó un centro muy elevado. Pelé saltó, alto, muy alto, casi tocando el cielo, pareció quedarse suspendido en el aire y superó el esfuerzo de Tarcisio Burgnich para luego doblegar a Albertosi. Y cerró su labor con ese pase majestuoso para el gol de Carlos Alberto.

Integró un equipo de ensueño con Jairzinho, Gerson, Tostao y Rivelino en 1970.

LOS ÚLTIMOS CAPÍTULOS

En 1969 consiguió su milésimo gol. Al menos según los cálculos de los devotos estadígrafos que seguían sus pasos. No importa si fueron menos. Algunos le cuentan 1.283 tantos en 1.367 partidos. Otros dicen que en cotejos oficiales de clubes solo marcó 757. No importa. La cuestión fue que el 19 de noviembre le ganó el duelo desde el punto penal al argentino Edgardo Gato Andrada, de Vasco da Gama, y Brasil se vistió de fiesta.

Dos años después, el 18 de julio del ´71, se despidió de la selección. Fue en un 2-2 con Yugoslavia. Cerró su ciclo internacional con 77 goles en 92 presentaciones con la camiseta verdiamarilla.

En el ´74 anunció su despedida del fútbol. Regresó un año más tarde para jugar en el Cosmos, un proyecto multimillonario del incipiente fútbol estadounidense. Fue campeón de la North American Soccer League (NASL) en 1977 con un equipazo en el que también actuaban el alemán Franz Beckenbauer y el italiano Giorgio Chinaglia. Se retiró el 1 de octubre de ese año en un amistoso en el que el conjunto norteamericano venció 2-1 a Santos.

O´Rei actor en Escape a la victoria.

Naciones Unidas lo nombró embajador, integró el Comité de Juego Limpio de la FIFA y fue embajador de Buena Voluntad de la Unicef.  También incursionó en la política como ministro de Deportes del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, fue la cara de numerosas campañas publicitarias y hasta se dio el lujo de pararse ante las cámaras y actuar en Escape a la victoria. En ese filme de 1981 compartió cartel con los actores Sylvester Stallone, Michael Caine y Max von Sydow y futbolistas como el inglés Robert Bobby Moore (campeón mundial en 1966), el polaco Kazimierz Deyna, el goleador belga Paul van Himst y el argentino Osvaldo Ardiles (campeón mundial en 1978).

Fue simplemente el Rey. O´Rei. Llenó dos décadas de fútbol con su arte pleno de habilidad, goles y fortaleza física. Le cedió la corona a Diego Maradona como éste lo hizo más tarde con Lionel Messi. Resulta absurdo decir quién fue el mejor. Alfredo Di Stéfano, Pelé, Maradona, los brasileños Ronaldo y Ronaldinho, el neerlandés Johan Cruyff, el francés Zinedine Zidane, Messi… todos fueron los mejores en algún momento de la historia del fútbol. Pelé fue O´Rei, el atleta que hizo del fútbol un arte.