Siete días de política
Nuevo escenario electoral en medio de una crisis que acelera
El triunfo de Milei expresa tanto un repudio mayoritario al gobierno como insatisfacción con la oposición. Massa y Bullrich deben reformular sus campañas para entrar en el balotaje.
El fracaso del gobierno peronista y el daño económico inacabable que su “modelo” le causa a la sociedad derivaron en un escenario electoral que muy pocos previeron. En particular los encuestadores.
El candidato del poderoso aparato oficial, Sergio Massa, salió tercero, las dos principales fórmulas opositoras arañaron sumadas el 60% y entre ambas los votantes privilegiaron la de discurso más agresivo contra el modelo “K” que no es otra cosa que una exacerbación del histórico estatismo peronista.
El discurso de Javier Milei puede parecer exagerado hasta la caricatura, pero es proporcional a la catástrofe que tiene a la economía al borde de la hiperinflación y que ha esparcido una miseria asfixiante. Es un discurso apocalíptico que para salir de la angustiante crisis promete arrasar con la burocracia estatal de la que se alimenta la dirigencia política. También terminar con los negocios sucios entre empresarios y gobernantes, con la corrupción del poder y la falta del libre juego de los actores económicos. Promete la supresión de los privilegios de los políticos y del capitalismo de amigos. Pero no se trata sólo de vengar al ciudadano de a pie, también propone una suerte de redencionismo laico que llama a la destrucción del “régimen”. De ahí el apoyo emocional que despierta.
Javier Milei no es sólo un “outsider”; se presenta como un cruzado que promete azufre, fuego y motosierra a los gritos para el deplorable estado de cosas actual, lo que genera la lógica incertidumbre en los estamentos del poder: empresas, sindicatos, medios, etcétera, que le temen y lo rechazan. Pero tiene el voto espontáneo de un tercio del electorado. Eso encendió las corporaciones que quedaron a la defensiva, pero todavía no aciertan a reaccionar. No son el único caso. Unión por la Patria y Juntos por el Cambio tampoco metabolizaron aún la sorpresa del domingo.
Los tres candidatos en carrera buscan ahora entrar al balotaje, pero, ante un padrón que se divide casi exactamente en partes iguales, hay sólo dos maneras de mejorar las posiciones relativas: quitarle votos a los adversarios o incorporar nuevos votantes que alteren el delicado equilibrio existente. En esto último confía el aparato peronista
Milei y Patricia Bullrich, en cambio, disponen sólo de la primera opción. El apoyo que obtuvo el libertario fue vindicativo y le restó votos a Juntos por el Cambio que sufrió una grave crisis de identidad con la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta.
Rodríguez Larreta y Gerardo Morales son la quintaesencia de la “casta” y difíciles de distinguir de Massa. Perdieron en sus propios territorios, perdiendo ante un Patricia Bullrich con recursos muchos menores. Pero además de ser derrotados “desperfilaron” a Juntos por el Cambio que vio alejarse a muchos votantes macristas que en 2019 habían acompañado con el 40% de los votos al ex presidente en su hora más difícil.
Las PASO no sirvieron para ordenar a JxC como se profetizaba, sino que la desgastaron. El intento de Rodríguez Larreta de jubilar a Mauricio Macri fracasó pero tuvo dos efectos colaterales: contribuyó al crecimiento del antiperonismo furibundo y puso fin a su carrera política.
Por su parte Bullrich enfrenta una tarea difícil: debe bailar con dos músicas al mismo tiempo. Debe atraer a los enojados, pero usando el lenguaje de la moderación y de la sensatez. Vencer la torpeza del larretismo fue mucho más fácil.
Milei tiene menos que cambiar. No su estilo insultante que le dio buen resultado hasta aquí, pero sí las propuestas bizarras como la de la dolarización (ver “Empieza la interna en LLA”). Contrató para eso a un ex banquero e historiador que empezó a hablar de plazos extensos para llevarla a la práctica. Dos conclusiones: una, el libertario posa de energúmeno, pero es pragmático. Dos, el teorema de Baglini es más comprobable que el de Pitágoras.
Por último Massa es el que se encuentra en la posición más vulnerable. Llegará a las generales con una inflación monumental, una suba feroz del costo de vida y un oficialismo al borde de abandonarlo. El “horror vacui” es lo único que los mantiene unidos, mientras Cristina Kirchner guarda un silencio ominoso.
No obstante, el cristinista Eduardo Valdés le propuso que renunciara al ministerio de Economía porque hizo todo mal. Devaluó al día siguiente de las elecciones y una remarcación homérica redujo a polvo la corrección en 48 horas. Todos más pobres sin beneficio aparente.
Massa no tiene un plan mínimo de contingencia para evitar la hiper y su única respuesta es echarle la culpa de todo a Macri. Aunque los gobernadores del PJ no querían un candidato “K” él se ha convertido en el ejecutor más fiel de las “políticas” de la vice. Para eso lo hubieran dejado a Wado.