LA MIRADA GLOBAL

Nueva derecha, indignados y poder

Por Alfredo Bernardi

Toda política incluye una justificación, un propósito y un plan de acción. La era republicana moderna se inició con la revolución estadounidense de fines el siglo XVIII cuya justificación fue la oposición a la aplicación de impuestos sin el acuerdo del pueblo, su propósito la independencia de los británicos y su plan de acción la guerra para la victoria. La terriblemente sangrienta revolución francesa de 1789 con los Danton, Marat, Robespierre y Fouché se justificaba por la eliminación de los privilegios del rey y la nobleza, su propósito era constituir una república y su plan de acción el todo o nada simbolizado por la guillotina.

EL MARXISMO

Así transcurrieron los tiempos y las revoluciones hasta que en el siglo XX apareció el marxismo en el juego político mundial. La eterna lucha contra los privilegios, los gobiernos capitalistas, la pobreza y todo tipo de inequidad tendría una invaluable solución: el socialismo marxista. Lo subyacente a lo largo de la historia es la disconformidad de los más en provecho de los menos -atenuado en las democracias donde una persona es igual a un voto- situación que no escapa a ningún político. La disconformidad, adecuadamente provista, suele transformarse en rechazo a los poderosos e ira contra ellos. Esa indignación y ese resentimiento son muchas veces captados por políticos hábiles que aprovechan la oportunidad.

Con el paso de las décadas, los medios de comunicación visibilizaron masivamente ese enojo y fomentaron la frustración. En muchos casos se entreveía la posibilidad de “no poder llegar”, notable multiplicador de la indignación. En el siglo XX la solución era el socialismo. Su culpable, el capitalismo. Las cosas estaban claras. Lo nuevo suplanta a lo viejo. La respuesta a la ira era el camino al socialismo aunque el derrotero estuviera cubierto de sangre por implacables tiranos como Stalin, Mao, Castro o Pol Pot en Camboya. Lo relevante era que en algún momento llevaría a todos a la felicidad en un imaginado paraíso terrenal hasta el momento invisible.

El socialismo no estuvo exento de feroz oposición. Por diferentes motivos las democracias liberales y los fascismos fueron sus enemigos. Derrotados los fascismos, el socialismo pensó que lo que quedaba era maleable. Tanto, que Stalin ocupó la mayoría de los países de Europa Central y Oriental provocando una guerra fría con peligro nuclear que duró años. Cuando parecía que se disipaban las soluciones, de pronto se derrumbó el imperio soviético. La debilidad de su concepción económica y la desaparición de tiranos con fuerte impronta reflejó la fragilidad del sistema. Europa, Estados Unidos y el mundo libre respiraron aliviados.

En Oriente el comunismo no se rindió; existe una China comunista poderosa y otros países de la región, como Vietnam, con regímenes similares. Casi todos los comunismos que se mantienen hoy tienen un componente capitalista. En parte de su territorio se permite una economía de mercado: las Zonas Económicas Especiales. Un país, dos sistemas, concebido por Deng Xiaoping, líder chino de los años ochenta. Provocó el gran crecimiento de China sobre todo en ciudades costeras plenas de rascacielos, autopistas, empresas y entidades financieras internacionales, trenes de alta velocidad y mejora del nivel de vida. En síntesis, la concepción económica marxista sigue atrasando.

El desarrollo de China se debe a las reformas capitalistas de Deng, tan visionario en lo económico como cruel cuando masacró a su pueblo en las protestas y revueltas de la Plaza Tiananmen en 1989. Los soviéticos rusos no quisieron, no pudieron o no supieron establecer un sistema similar. Cuba, otro “paraíso socialista” hizo algo parecido a China: hay una Cuba para turistas en bellísimas playas con grandes hoteles e instalaciones principalmente de capitales españoles y otra Cuba paupérrima para sus ciudadanos. Las terribles dictaduras de Venezuela y Nicaragua son otro ejemplo de fracaso socialista.

INDIGNADOS A LA DERIVA

¿Con la caída del comunismo en Occidente quiénes serían los protectores de los iracundos, los disconformes, los desposeídos, los indignados y los resentidos? Aunque los culpables seguían siendo los privilegiados, la respuesta socialista se había agotado. En el siglo XXI se exacerbaron dos fenómenos especiales. En Europa aumentó la inmigración proveniente de países africanos y asiáticos cada vez más pobres donde sufren guerras y tiranías. En Estados Unidos ocurrió el atentado a las Torres Gemelas y se multiplicó el ingreso de latinoamericanos a raíz del empeoramiento de las condiciones de vida en sus países, las mafias y la droga.

Entre las varias perspectivas para enfrentar los temas de la inmigración y la economía, se desarrolló una muy particular: la denominada nueva derecha que inicialmente toma vigor en numerosos países de Europa y desarrolla ideólogos libertarios en Estados Unidos. Se produce una suma de resistencias entre quienes se oponen al ingreso de inmigrantes más los indignados de siempre, desesperanzados en obtener la tierra prometida, para vencer al común denominador de sus desgracias y oportunidades. La nueva derecha los va acogiendo.

Con diferencias, aparecen Viktor Orban en Hungría, el partido AfD en Alemania, Matteo Salvini y Giorgia Meloni en Italia, Nigel Farage en Gran Bretaña, el partido Vox en España y por supuesto Marine Le Pen en Francia, continuadora de las políticas de su padre Jean-Marie. En Estados Unidos, Donald Trump acumula poder. Jair Bolsonaro representa algunas de esas ideas en Brasil así como Javier Milei en Argentina y hasta Nayib Bukele en El Salvador.

DESARREGLOS

 Sumado a los conflictos por temas xenofóbicos y económicos, las democracias liberales europeas cometieron notables errores, algunos no forzados. En 2016, el primer ministro británico David Cameron, ante el hecho de que algunos súbditos estaban disconformes con su política europeísta, llamó a un referéndum para confirmar la pertenencia del reino en la Unión Europea. Sufrió una clara derrota, debió renunciar y el Reino Unido se separó de la Unión Europea (Brexit). Teniendo en cuenta que en Alemania hay gran oposición a las centrales nucleares, la canciller Ángela Merkel confió en Vladimir Putin y se construyó un segundo gasoducto bajo el Mar Báltico para recibir gas ruso. Cuando apenas se disipaban las sonrisas de Putin durante los Juegos Olímpicos de Sochi, ciudad rusa sobre el Mar Negro, y decidió anexar Crimea, Merkel debió sospechar y luego confirmó los dobleces de Putin con la invasión a Ucrania. Un sabotaje en 2022 dejó inoperables a ambos gasoductos. En la emergencia, Alemania debió buscar rápidamente nuevos proveedores.

Entre la resistencia con ira que produce la inmigración en Europa sumada a descontentos por errores de los gobiernos, hubo y hay agresiones contra refugiados, cólera francesa de los chalecos amarillos o de productores del campo con sus tractores, enérgica disposición de Cataluña por separarse de España y, en otros continentes, agresión de grupos budistas en Myanmar (Birmania) a musulmanes que deben huir al vecino Bangla Desh o bien excesos de policías blancos contra inmigrantes y población afroamericana en Estados Unidos. ¿Quién los incita, quién los fogonea?

Agreguemos muchos descuidos que causaron sangre y guerra tales como no percibir que ciudadanos árabes solicitaban entrenamiento para despegar aeronaves pero no se ocupaban en aprender cómo aterrizarlas, causa fundamental de la destrucción de las Torres Gemelas en 2001, o como no patrullar rigurosamente la frontera gazatí en razón de que la seguridad israelí estaba demasiado ocupada con los sucesos populares internos contra el primer ministro Netanyahu y se produjo el ingreso, matanzas y secuestros de israelíes por terroristas de Hamas en territorio israelí el 7 de octubre de 2023.

UN NUEVO REFUGIO

La indignación y la ira muchas veces suelen no tener signo político. Ciertos estrategas desarrollaron rápidamente formas de canalizar el descontento. ¿Desaparecido el socialismo como esperanza de futuro en Occidente, quién lo capitaliza? La nueva derecha.

Bien equipados digitalmente, pequeños grupos de “troles” se dedicaron a inflamar pasiones dando lugar a ser percibidos como refugio de los indignados. No importa el color político inicial ya que la promesa de liberación de sometimiento y la ridícula caracterización de los opresores lograba infiltrarse de a poco en las masas. Aparecieron profetas predicando soluciones simples a problemas complejos sin que importara demasiado la verdad. En este mundo de instantaneidad y necesidad de reconocimiento (likes

), lo que interesa es fogonear emociones con las que un líder pueda prometer esperanza contra la indignación apuntando al enemigo, supuestamente motivo de todos los males. A él se dirigen los dardos denostando al socialismo, predecesor como depositario de esperanza. El socialismo no pudo. La nueva derecha podrá con un programa esencialmente nacionalista, antiglobalización, proteccionista, antiinmigración e insistente en las redes.

Su principal objetivo es la juventud desorientada por falta de horizontes (en Europa los mileuristas, por ejemplo) a través de medios multiplicadores de la ira y los gritos de un líder. La estrategia y la fachada. Los modales no importan mucho, cunden los insultos al enemigo -que tampoco es inocente- y lo acosan con matonismo y vulgaridad. Colman el ambiente de emociones negativas y percepciones conspirativas.

En Occidente la nueva derecha populista está en cuarto creciente y el marxismo en cuarto menguante. La era de los algoritmos aún no llegó a su cúspide. La Inteligencia no Humana (llamada Inteligencia Artificial) hará el resto y no sabemos hacia dónde se inclinará el fiel de la balanza del poder.