Notables efectos de los grandes apagones

Acuarelas Porteñas-

 El domingo, Día del Padre, aún estaba sumido en profundo y placentero sueño, quizá producto de los notables chorizos a la pomarola de la noche anterior, cuando junto a algunos amigos decidimos elaborar así el duelo por nuestro seleccionado (ver Copa América, debut).

 El celular sonaba insistente hasta que logré estirar mi brazo lo suficiente (más que el arquero Armani), y advierto que es un llamado de uno de mis hijos que viven en el exterior. Sorprendido por tal muestra de devoción filial, respondo emocionado recordando que hay cinco horas de diferencia con su nuevo hábitat: "¡Emilio, que alegría! ¿Cómo estás?", saludo ya más despabilado. "Felicidades, aquí todo bien. ¿Pero que pasó en Buenos Aires? ¿Vos estás bien?". Algo inquieto por el tono de alarma y preocupación, atino a decir "Sí, son las 8 a.m., iba a desayunar" mentí (mi intención, obviamente era seguir durmiendo).

"Están pasando un informe de la BBC que dice que está medio continente sin energía eléctrica, no tienenluz ni agua". Compruebo que el velador no enciende. "Lo de la luz es cierto, el agua no sé, pero estamos bien, cargué la batería del celu toda la noche, ahora averiguo. Debe ser un corte grande, pero seguro se soluciona en un rato. Qué raro esos ingleses, tan tremendistas", traté de tranquilizarlo. "No -responde-, están mostrando el mapa. Todo el país sin luz, Uruguay parece que también, sur de Brasil y Chile. Quedáte adentro, y estás en un piso alto, ojo con la escalera cuando bajes" me informa en tono perentorio. Luego de un rato de charla, logre disuadirlo del envío de ayuda humanitaria, y nos despedimos.

Traté de comunicarme con otros celulares, fallidamente. Sin señal o energía. Acudí a mi línea fija, que mantuve pese a la oposición del entorno. Ninguno tiene los viejos y confiables teléfonos de línea o están sujetos a dispositivos eléctricos. Además, nada de computadoras, televisión y todo lo que depende del suministro eléctrico. Miré por la ventana. Lluvioso y frío. Y sin luz. Acomodé mejor las cobijas, y tras leer algo, caí profundamente en brazos de Morfeo. Desperté rato antes del mediodía, dispuesto a desafiar las condiciones para llegar al almuerzo de celebración preparado por otros vástagos. Tengo radio a pilas, y allí tomé conciencia de que era un problema grave, y demandaría varias horas solucionarlo. Apelé a la luz del celular y una linterna para bañarme, acicalarme y luego de tomar impulso decidí salir a la aventura. Sorpresa. Luz en el pasillo. Compruebo que había regresado el suministro, y mejoró mi humor para ír al punto de encuentro acordado. La llegada del ascensor despertó nuevas emociones en mí y comencé a apreciar cierto clima apocalíptico al salir de mi casa. La gente mojada y con apuro, daba cierto clima similar al de "exterminio", aquella película precursora de Danny Boyle que a comienzos de siglo abrió las sagas de series y filmes posapocalípticos con zombies, sobrevivientes y caníbales. Cuando subí al colectivo, pude advertir que los zombies y caníbales se acercaban bastante a lo descripto.

Silencios, gruñidos, miradas torvas. Menos mal que es un día festivo, pensé. Me dediqué a leer el diario, mientras el resto del pasaje, ensimismado, sólo se hacía notar por alguna queja. Al llegar a destino, bajé algo atemorizado por el devenir de los acontecimientos. Pero, no, los negocios estaban abiertos, y al rato (con algunas ausencias) se armó la mesa. Advertí -no sin inquietud- que millennials, centenialls y otros integrantes de las generaciones Y, Q, o como se denominen, (varios de los integrantes de mi tribu lo son), no están muy preparados que digamos para enfrentar estas adversidades. Falta de luz y lluvia, combinación estresante. Lo único posible en estos casos, es tratar de llevar tranquilidad, y tomar las cosas con humor. Empezamos a contar las anécdotas de la jornada, como un nieto muy preocupado que despertó a su madre porque el microondas no andaba. "No vamos a desayunar", dijo antes que la madre encendiera el fuego de las hornallas. Se viralizó el recuerdo de una serie donde el protagonista se sienta sobre un tablero y al tocar un botón sucede una catástrofe nuclear. "Chernobyl", dijimos todos. Y mientras esperábamos el champagne, no dejó de inquietarme que en nuestro país tenemos tres centrales nucleares en funcionamiento. Esperemos que nadie toque el botón equivocado.