No hay un minuto que perder en tonterías

¿Los reiterados fracasos que hirieron a la Argentina por el régimen económico que prevaleció por años desde que elegimos la democracia, en 1983, comenzó a dejarse de lado durante el gobierno de Carlos Menem y desde que asumió como presidente de la República Javier Milei.

Ambos, con una política similar de corte liberal, franca y clara, ofrecieron una auténtica salida para mejorar la economía y frenar el caos social que en ambos casos se avecinaba.

Esta nueva oportunidad no debería malversarse como la anterior. Para ser aprovechada el Gobierno debe poder introducir los cambios fundamentales que faltan en la política económica. No serán posibles si se le permite en las elecciones levantar cabeza al peronismo, en todas sus variantes.

No solo los peronistas, el Congreso como institución y casi todos los partidos políticos y sus líderes, han sido cómplices en algún momento de una política inflacionaria y dirigista.

Propusieron la vía fácil de la emisión, de los controles y de la demagogia. Dejaron de lado, poco a poco, la mayoría de las libertades que en el campo económico y social proclama la Constitución. Oscuros funcionarios del Banco Central se levantaron contra ella llevándonos hacia la dictadura económica.

No hay un minuto que perder. Para ello se debería tener en claro que una sociedad libre está asociada a los conceptos de individualismo y liberalismo, lo fundamental es la supremacía del individuo, dentro de un marco normativo común. La economía no se ordena desde ninguna oficina estatal ni planificación central, se deja librada a las fuerzas del mercado.

ERRORES

En casi todos los gobiernos ha existido una equivocación: quisieron planificar la economía en vez de pensar en qué medidas son necesarias para liberar al mercado e incentivar la competencia interna y externa.

Aun en la actualidad muchos intelectuales bregan por terceras posiciones en el ordenamiento económico: un poco de liberalismo y otro de socialismo, o sea: ni chicha ni limonada, volver al pasado.

Los tropiezos de los gobiernos mixtos surgieron por la incontinencia de los mismos, cuyos consumos de dinero fueron para fines completamente extraños a las necesidades genuinas del país. Crecieron en dirección inversa de la utilidad de esos fines, se extendieron incontrolablemente a nuevos campos de dispendio, siendo el resultado las consecutivas crisis económicas. Fue el motivo principal de porqué no se logró rescatar al país de los desequilibrios presupuestarios.

La desvalorización de los partidos políticos y de sus líderes y el éxito que genera, indica que no han estado en el pasado en condiciones de resolver los recurrentes problemas económico-sociales ni de representar auténticamente a la democracia.

Sólo exhibieron fracasos, no fueron alternativas al régimen peronista, persistieron en el uso y métodos impuestos por ellos, por eso no resolvieron las críticas situaciones o lo hicieron sólo a medias.

Lo peor, crearon una falsa imagen de la democracia ante los jóvenes: hoy aparece como un sistema en decadencia y débil. Esto es muy peligroso para el futuro de la República porque si la democracia no es una panacea, la información que proporciona es mayor y más fidedigna.

De ello se benefician no solo las personas y las empresas sino también el Gobierno y los funcionarios del Estado. Les advierte acerca del control de la sociedad civil sobre ellos y aunque no les guste, de que están observados por la gente.

Javier Milei está comenzando un cambio bienhechor, si se ve una política seria, a largo plazo, que favorecería saldos exportables y capitales dispuestos a invertir en el país. Se tiene que seguir frenando la inflación, desmantelando los controles arbitrarios y paralizantes de la economía que aún subsisten, asegurar la estabilidad monetaria, derecho fundamental de los ciudadanos. Procurar también la estabilidad de precios y la mejora del salario real, promover el desarrollo del país sobre la base del ahorro. ¡Hay mucho por hacer!

Si se eliminan las interferencias que aún pesan sobre la actividad privada, se podría asegurar al campo y a otros sectores la percepción plena y rápida de los beneficios que obtienen de su trabajo. Pagarían impuestos pero no estarían expuestos a la exacción a la que aún se los somete a través del intervencionismo.

PRIORIDADES

Es cierto que hubieron prioridades: el déficit fiscal y la inflación. Milei es un presidente convencido de que las practicas “emisionistas” han fracasado y que conducen inevitablemente a que regrese la inflación, la cual lleva a la crisis económica y al caos social.

Buena parte de la sociedad también lo sabe por experiencia propia, de ahí viene el apoyo en pos de un auténtico desarrollo sobre bases firmes de equilibrio económico y estabilidad monetaria. La mayoría ya no desea aventuras de desarrollo forzado, el que impulsan todavía algunos empresarios. Promueven, como antes, un proceso de fantasías basado en la emisión, acostumbrados a hacer negocios con los gobiernos, a instalar industrias privilegiadas con su aval. Seguirán presionando para ver en qué campo pueden operar.

El mantenimiento de la estabilidad demandará más o menos esfuerzo según sea el grado de confianza y el optimismo creador que logre despertar el Gobierno. Es por ello que siempre insisto en que deberían actuar políticamente con más prudencia. Los desaires e insultos a políticos y periodistas disminuyen la confianza y la imagen presidencial, además de incentivar la violencia en las redes. A esta altura debería saberlo el Gobierno.

Aumentar la confianza permitiría el ahorro genuino interno y externo que hoy aun está retraído. Si se logra, podría mantenerse una tasa de crecimiento razonable dentro de una economía sana y equilibrada. Si bien todos los problemas no están resueltos hay seguras perspectivas de que persistiendo en el esfuerzo el éxito no estaría lejos. ¿Por qué entonces aumentar los enemigos?

La gente de bien pretende del presidente que persevere en lo que el país requiere para salir adelante dejando atrás la oscuridad moral en la que aún se halla. Es hora de darle la importancia que tiene el tema.

Si se le suma el refuerzo a la actividad creadora privada, quedan pocas dudas de que la República se levantará de su postración a planos de progresiva recuperación y dignidad. Es necesario restablecer las condiciones jurídicas y de seguridad económica para que la acción privada pueda desenvolverse. Es la mejor obra a la que puede aspirar el Gobierno.

El Estado fue enorme, corrupto e ineficiente por eso vivimos décadas peor de lo que hubiéramos vivido si se hubiera optado por soluciones políticas que propusieran más competencia y productividad. Como lo hizo antes Carlos Menem, el presidente Milei ha quebrado la indiferencia al mundo que tenían los kirchneristas.

Además la política interior es globalmente coherente con la exterior, se está vigorizando a la sociedad civil, diversificando los poderes del Estado. ¿Por qué, entonces, en vez de subrayar los logros se los oscurece con un comportamiento aniñado que empacha a los lobos que están en la gatera para desprestigiarlo? ¡No se entiende!

Si se baja el tono, a medida que se vean los éxitos del modelo será más difícil para la oposición kirchnerista, peronista y radical, todavía inmersos en la inercia cultural populista, contaminada de socialismo, postular medidas que atenten contra el derecho de propiedad, la estabilidad de los contratos y, en suma, de la seguridad jurídica.

De todos modos no se debería subestimar a esos sectores sociales donde anidan numerosos adherentes al estatismo esperando ser cooptados para implantar nuevamente el sistema dirigista, intervencionista y estatista que nos ha perjudicado tanto.

 

* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).