Santiago Kovadloff destacó la convergencia entre capacitación profesional y sensibilidad cívica

"No hay ciudadanía sin educación"

Para el filósofo y ensayista, la hipótesis contraria -la de ganar ciudadanía sin educación- es un espejismo. Y en relación al problema de la pobreza, indicó a La Prensa que el republicanismo opera con el mediano y el largo plazo, y el populismo con la coyuntura.

"Necesitamos educación cívica para generar republicanismo y el republicanismo, a su vez, necesita promover más y más educación para poder afianzar la identidad democrática y constitucionalista de la ciudadanía.

Así lo manifestó a La Prensa Santiago Kovadloff, graduado en Filosofía por la UBA, ensayista, poeta y traductor de literatura en lengua portuguesa, quien a su vez integra la Academia Argentina de Letras y la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. . Entre sus traducciones se encuentran textos de Vinicius de Moraes, Mario de Andrade, Joao Guimaraes Rosa y Fernando Pessoa.

La entrevista, durante la cual se abordó -entre otros aspectos- el sentido trascendente de la educación, para "volver al camino de la construcción de la república", y -según enseñan los juristas- "vivir la democracia inscripta en las leyes", se inició con una mirada retrospectiva o evaluación de los sucesos más significativos del año 2021 en la Argentina. El panorama igualmente incluyó otros episodios más recientes.

-¿Cuáles fueron, durante el año transcurrido, y en un contexto decididamente adverso y atravesado por la pandemia, los acontecimientos de mayor incidencia en el plano político, social e institucional?

-Voy a hacer un subrayado de hechos que para mí son reveladores de la posibilidad de no inscribir la caracterización del año 2021 únicamente en las decepciones generadas por las conductas del oficialismo, sino en cómo se han visto matizadas por algunos hechos que, creo, resultan auspiciosos sin que dejen de involucrar algunas incertidumbres. El primero fue el resultado de las PASO. La demanda es esencialmente la de un proyecto de políticas de Estado capaces de sustraer a la sociedad del estado de descomposición que actualmente enfrenta.

-Se percibe cierta fragmentación en la oposición. Por ejemplo, en diciembre último, el kirchnerismo y un sector de Juntos por el Cambio votaron en la Legislatura bonaerense la ley según la cual los intendentes electos en 2015, y reelectos en 2019, podrán ser nuevamente candidatos en 2023. ¿Estas contradicciones podrían, eventualmente, desconcertar a quienes sufragaron en las elecciones de medio término en contra del oficialismo?

-Creo que sí. Afirmaciones como las del gobernador de Jujuy (Gerardo Morales), sobre el "ala más radicalizada" de Juntos por el Cambio son nefastas para la comprensión de la realidad que enfrenta en términos de desafío la oposición. Y el hecho de que haya que avanzar en la consolidación de la oposición, sin superar estas contradicciones de lo ético y lo político, o por lo menos atenuarlas, puede generar impaciencia social. ¿Por qué? Porque el sufrimiento por el cual atraviesa un enorme sector de la sociedad argentina, es indescriptible. No solo generado por lo que el covid impuso, sino fundamentalmente porque al no tener el Gobierno un proyecto de reorganización social asentado en el trabajo, en la inversión, en los acuerdos primordiales y serios con el Fondo Monetario Internacional, fatalmente la sociedad se ve condenada a la actualidad. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando una sociedad no puede diseñar una perspectiva, o visión de futuro alternativo al presente en el que vive, la mera actualidad, el consumo de sus energías en la lucha diaria -cívicamente hablando- va destituyendo a la población, la va inscribiendo en un campo de irrelevancia creciente que puede redundar finalmente no solo en la resignación, sino también en una disconformidad que asuma formas callejeras más violentas.

UN PRESIDENTE AMBIVALENTE

-El presidente Alberto Fernández mantuvo en forma reciente una reunión con su par de Rusia, Vladimir Putin, y otra con el mandatario chino Xi Jinping, en el marco de una visita que hizo a esas naciones, mientras que, por otro lado, continúa la difícil negociación con el FMI. ¿Cómo influye esa doble dirección en la imagen de la Argentina en el exterior y en la credibilidad del país?

-La conducta del presidente de la República es de una coherencia extraordinaria. Siempre ha sido una figura ambivalente, una figura que se ha movido en el campo de la pendularidad discursiva y en la pendularidad de los actos. No veo nada nuevo en el comportamiento del Presidente. Un hombre que fue capaz de afirmar que la actual vicepresidenta era responsable directa por las alianzas realizadas con Irán, en lo referente a salvaguardar a los criminales que volaron la AMIA, y que luego puede afirmar que lo que dijo no es en verdad relevante, es un hombre que ha decidido ya que su conducta está sujeta, discursivamente hablando y en términos de comportamiento, a la pura coyuntura. No tiene un proyecto. Ahora bien, esa ambivalencia, esa pendularidad obliga a preguntarnos dónde está el poder. Y el poder está donde está la vicepresidenta Cristina Kirchner, obviamente. Es decir, en un proyecto de país que más allá de las polarizaciones propias que establece con la actual oposición las culpas maniqueas que intenta endilgarle al ex presidente Macri por todos los desastres que vive el país, más allá de eso, digo, es evidente que el Gobierno aspira a mantener con su discurso -con su retórica de izquierda- aglutinado a ese electorado del 30% que responde a la vicepresidenta y tiene importancia en el marco electoral venidero, como lo tuvo en el pasado, pero no me parece que, en relación al resto de la sociedad redunde en otra cosa que disconformidad, impaciencia, frustración, y un curioso incremento del valor de la oposición que no proviene necesariamente de sus atributos intrínsecos, sino de la desesperación que genera la conducta del oficialismo. Que el Presidente vaya a Rusia y a China (con destino final del periplo en Barbados) forma parte de una estrategia errática, verdaderamente errática, que no necesariamente va a redundar, más allá de lo discursivo, en nada que pueda ser otra cosa que agravar la percepción de su ineficacia.

-¿Cómo se puede conciliar, ante las desigualdades sociales, o la realidad del problema de la pobreza, una posición republicana, bien cimentada en los valores del liberalismo, con el concepto de "justicia social" destinado a favorecer a los sectores más desprotegidos o vulnerables de la población?

-Uno de los rasgos del populismo, uno de los rasgos vertebradores del semblante del populismo, es su capacidad de brindar respuestas de coyuntura mediante un desarrollo macrocefálico del Estado, en términos de prebendarismo. Es decir que la inmediatez que como respuesta ofrece el populismo al problema de la pobreza es justamente la subvención por parte del Estado, de todos aquellos sectores que, no pudiendo evolucionar hacia la dignidad cívica cabalmente, pueden ser sostenidos en la duración y no en el desarrollo. Y esto hace del populismo precisamente un paternalismo estatista que en estos momentos ve seriamente comprometida su eficacia para engrosar sus propias fuerzas, porque el Estado está extenuado en términos de recursos.

Entonces recurre a las políticas más que conocidas de extorsión mediante tasas, impuestos y amenaza de expropiación que van desde la tierra hasta los recursos productivos. En cambio, la democracia republicana tiene que generar trabajo, producción e inversión para que muy gradualmente pueda pasarse de la concepción de la pobreza como lo que "debe ser subsidiado por el Estado", a la supresión gradual de la pobreza mediante la dignidad del trabajo, la educación, la salud y la inversión. Esto es muy lento, es muy doloroso. Requiere mucho tiempo y por lo tanto las subvenciones por parte del Estado no pueden suprimirse de un momento a otro, porque es preciso contemplar la condición gradual de la transición que, en una democracia republicana, se debe hacer del abandono de un sector tan enorme como lo es el hoy afectado por la pobreza, con miras a su gradual reinserción en el marco de una sociedad productiva. Sin reactivación productiva, sin reactivación mediante la inversión, sin reactivación del trabajo y la educación, evidentemente el republicanismo no puede ofrecer soluciones. Y todo esto requiere tiempo. El republicanismo opera con el mediano y el largo plazo, y el populismo con la coyuntura. El populismo explota la ineficiencia del desarrollo, y el republicanismo, al intentar revertirlo, se enfrenta con el desafío de tener que proceder gradualmente, en forma lenta. Y la lentitud no implica la extinción inmediata del sufrimiento social.

EDUCACION Y SINDICALISMO

-Uno de los capítulos del libro "¡República urgente! Alegato por una democracia auténtica", cuya autoría usted comparte con Héctor M. Guyot, expresa textualmente: "No hay ciudadanía sin educación". También se señala que "el saber nos hace libres", y se aborda la cuestión del "desprecio del mérito". ¿Qué reflexión le suscitan estos lineamientos tan acuciantes para la formación cívica?

-Está claro que la rentabilidad de la ignorancia, de la falta de educación -para el afianzamiento del populismo- ha probado ya su ineficacia. Realmente a mayores niveles de intemperie educativa, de ineptitud educativa y ausencia de programas educativos el populismo prospera, porque la incompetencia para el trabajo es proporcional a la falta de educación. El republicanismo, en el orden de la educación, tiene una tarea doble, desde el punto de vista de su ubicación en el escenario nacional. Necesitamos educación cívica para generar republicanismo, y el republicanismo a su vez necesita promover más y más educación, para poder afianzar la identidad democrática y constitucionalista de la ciudadanía. La educación no es solo el proceso de capacitación profesional. Es fundamentalmente, a mi entender, el punto de la promoción de la convergencia, entre capacitación profesional y sensibilidad cívica. Es decir, entre la posibilidad de ganar idoneidad para operar en el mercado laboral, unida a la conciencia de las necesidades primordiales que, desde el punto de vista constitucional, demanda el país de su ciudadanía. Sin esta convergencia tendremos especialistas, pero no ciudadanos. La hipótesis contraria, la de ganar ciudadanía sin educación, es un espejismo. No se puede ganar ciudadanía sin educación. Por eso el populismo acierta en lo que hace a su propia eficacia y al logro de sus fines cuando promueve precisamente la dependencia del Estado sin educación, o convierte la educación en un escenario de igualitarismo ideológico sin finalidad de inserción laboral. De manera que la convergencia entre república y educación es la reconciliación entre la idoneidad ganada a través de la creciente capacitación profesional, unida a la conciencia de que si ese profesional no es un ciudadano podrá ganar eficacia, pero no ganará ética.

- En el mismo texto usted hace notar que "la sindicalización de la enseñanza terminó por corromper la docencia". Desde ese ángulo, ¿se ha restringido el rol de los maestros auténticos con sensibilidad republicana o la sindicalización contribuyó a la defensa y promoción de los derechos e intereses del trabajador?

-El sindicalismo es el modelo primario del populismo en la Argentina. Ha contribuido en sus orígenes, sin duda alguna, al reconocimiento de los derechos del trabajador, y esto es fundamental. Los trabajadores no pudieron ganar en el transcurso de las primeras décadas del siglo XX, el reconocimiento que se les debía, y en ese sentido Perón comprendió que la sindicalización del trabajo contribuía a brindarle identidad social al trabajador, pero al mismo tiempo la instrumentación que se hizo del recurso sindical, para generar dependencia de liderazgos que muy lejos estaban del trabajo y de la sobriedad económica del trabajador, a fin de enriquecer de manera verdaderamente perversa y hasta inimaginable a quienes hoy son líderes sindicales, le brindó al populismo un modelo de organización donde el objetivo es doble: reconocimiento de derechos mínimos, a través de un estatismo creciente que equivale al gigantismo de los liderazgos sindicales. Entonces, el Estado mientras tiene recursos puede proceder con criterio sindicalista en el campo de la educación, pero nunca lo ha hecho con verdadera conciencia de lo que es la educación heredada como tarea de Sarmiento y de las escuelas públicas, en las que nos hemos educado la mayoría de nosotros. Un maestro no puede vivir con un salario como el que hoy se le brinda, pero al mismo tiempo hay que admitir que el reconocimiento de la dignidad profesional de los maestros, no es solo un problema generado por el populismo, el peronismo y el sindicalismo. Es un problema que viene de lejos, porque siempre se ha malinterpretado la dignidad laboral del trabajo educativo limitándola al reconocimiento simbólico de su importancia en las escuelas iniciales, en las escuelas primarias. Hoy en día los maestros no solo están sujetos a las imposiciones demagógicas del populismo, sino que también están sujetos a la bruma que impera en el orden programático por parte de la oposición, acerca de lo que puede ser el reconocimiento de su dignidad y la función primordial que deben desempeñar en la educación. Una educación que no debe ser ideológica, sino que debe estar orientada hacia lo complejo, es decir, la comprensión de las relaciones entre la ética y el poder, y el mundo en el cual la Argentina necesita inscribirse.