Ni códigos ni imaginación

"En un partido no sufro más, me divierto. Lo disfruto, lo disfruté toda la vida. Si no, me quedo en mi casa". Miguel Angel Russo es uno de los viejos y sabios entrenadores que le quedan al fútbol argentino. Es un hombre que vivió casi todo dentro y fuera de la cancha. Conocida es la enfermedad que atravesó y que, cada tanto, pretende asustarlo. Mirá si va a sufrir porque la pelota entra o no entra… Y mirá si no va a eligir, a los 69 años, dónde quiere trabajar. Pero así como es incuestionable que el hombre defina qué pretende para su vida, diferentes son las decisiones que toman los dirigentes yendo a buscar técnicos que están en funciones en otros clubes. Dicho sea de paso, ¡qué poca imaginación tienen! 

A esta altura ya no parce tenerle miedo a nada el DT que se fue de San Lorenzo aplaudido por los hinchas luego de guiar a un grupo que luchó desde la adversidad hasta que Platense lo corrió. Que el Ciclón se haya acercado a definición del campeonato, fue un milagro. Lo loco es que, menos de una semana después de aquella eliminación, Russo haya aterrizado en Boca. Claro que la movida no sorprendió a nadie, más allá de que el protagonista y los dirigentes se esforzaron en negar el pase hasta último momento. Fue uno de esos secretos a voces del fútbol argentino. Un fútbol sin códigos.

Para muchos el equipo que mejor jugó a lo largo del primer semestre fue Argentinos. Y, uno de los más feítos para ver, San Lorenzo. Pero así y todo, con un plantel que hacía paros porque no cobraba y sufría por el Morettigate, el Ciclón llegó hasta las semifinales de la mano de Russo. Román se dejó tentar una vez más por los resultados y fue en busca de un DT (amigo) y ganador. Lo mismo había hecho con Fernando Gago cuando estaba trabajando en México. Curiosamente Pintita también juraba, desde tierras aztecas, que no sabía nada de su posible llegada a Boca. Tardó muy poco en posar con el buzo azul y oro.

Las miradas están sobre el bueno de Russo. Un hombre que se ganó el cariño del mundo de fútbol por sus mesuradas formas y porque dejó un buen recuerdo en todos lados. El DT empezó a dirigir en 1989, cuando debutó al frente de Lanús. Desde esa época trabajó sin parar. Comandó a más de veinte equipos, pasó por Chile y hasta por Arabia Saudita. Y en Boca comandó el campeón de 2007, la última vez que el Xeneize ganó la Copa Libertadores, cuando Román manejaba los hilos pero desde dentro del campo de juego y se enojaba seguido con los dirigentes...

Russo volvió a Boca, justamente, con Riquelme como vicepresidente en una segunda etapa, en 2019. Estuvo dos años y le fue bien pero no pudo con la obsesión de los hinchas. La Copa le quedó lejos. Y a mediados de 2021, el propio Román le dijo a su amigo que veía la situación irreversible. El equipo de Miguelo no jugaba bien y sumaba su décimo partido sin triunfos. Apenas había cosechado cuatro puntos en seis fechas del campeonato. ¡Boca ocupaba el puesto 24 de 26 en la tabla! Así, el segundo ciclo del DT en la Ribera llegó a su fin.

Pasaron apenas tres años desde aquel momento. Y con ellos también Sebastián Battaglia (2021-2022), Hugo Ibarra (2022-2023), Jorge Almirón (2023), Diego Martínez (2024) y  Gago (2024-2025) en el cargo. La poca paciencia de la dirigencia y de los hinchas, más la buena campaña de Russo sacándole agua a las piedras en el Ciclón, lo volvieron a poner en el Boca Predio.

La jugada, para Román y su Consejo, es tan cómoda como cuestionable. Riquelme necesita alguien que le asegure un poco de paz. Y pareciera que Russo la lleva en la piel después de todo lo que le tocó vivir en los últimos años. El asunto es que esta es la segunda vez que el presidente xeneize tocá el timbre en la puerta de la casa de un entrenador que trabaja para otros. Boca tienta. Y ellos se dejan tentar. Le pasó al joven Gago y ahora al veterano Russo.

Lo que parece imposible, es enojarse con Miguelo. Ni los hinchas del Ciclón le reclamaron su decisión. Al cabo, antes de que Román lo llamara, el DT analizaba irse por el desgobierno que se vivió en Boedo en los últimos meses. Y, también, porque el caso de Russo y su historia de vida, merecen cualquier tipo de disculpas.

"No quiero aparecer como un ejemplo. A mí me ha ayudado muchísima gente. Y sobre todo, me han dado amor. Yo me informé mucho de todo lo que me pasaba. Uno sólo no puede. Si no tenés una familia, amigos, conciencia de un montón de cosas y todos lo que te rodean no te ayudan, no podes", le dijo el técnico a La Prensa cuando comenzaba su segundo ciclo en Boca, allá por 2019 y le había ganado su primera gran batalla a un cáncer de próstata. Estaba volviendo al club en el que había hecho cumbre en su carrera como DT.

En aquella nota para este diario, el campeón, ese hombre súper exitoso, que supo estar mano a mano con lo peor, habló de su experiencia y de cómo se las ingenió para encontrar lo mejor. "Tengo una frase que dije en Colombia y siempre la repito: todo se cura con amor. Es así. La gente, los médicos, las enfermeras. Todos los que te atienden, te ayudan. En quimio, en cualquier tratamiento que vas haciendo, lo más importante fue el cariño. Por lo menos eso me pasó a mí, nunca vi a los que me atendían con una cara fea, de malhumor. Y ellos son los más importantes. ¡Y son anónimos! Sin amor no se puede, es una enfermedad dura", contó con sabiduría. Russo vuelve a Boca por amor. Habrá que ver cuánto dura el mismo sentimiento desde el otro lado si los resultados no se le dan. Nadie puede asegurar que la dirigencia no salga a buscar un nuevo entrenador si eso sucede, por más que esté trabajando e otro lado.