Murió Bill Walton: el jugador cuyo espíritu libre no opacó su enorme talento

El pívot fue dos veces campeón de la NBA, mejor jugador de la final de 1977 y una vez MVP de la Temporada en 1978, Sexto Hombre del Año en 1986. Falleció a los 71 años, víctima del cáncer. Su nombre quedó escrito junto a los mejores de la historia del básquetbol mundial.

Cuando se habla de un jugador “random” muchas veces se refiere a alguien que no encaja en un equipo o de alguien poco habilidoso en una franquicia grande.

Bill Walton fue el jugador más “random” de la historia de la NBA, pero cuyo talento lo llevó a lo más alto del básquet mundial.

“The Big Red”, como apodaban al legendario pívot por su estatura de 2,11 metros y su cabello rojo, falleció este lunes a los 71 años, víctima de un cáncer, según informó su familia.

Walton fue dueño de una personalidad indomable. Un espíritu libre atravesado por el hippismo de la década de 1970 y a quien su cuerpo no le respondió ante lesiones cuando su carrera prometía perdurar por muchos años.

Fueron 14 las temporadas en las que el centro desplegó su talento con las camisetas de Portland Trailblazers, Los Angeles Clippers y Boston Celtics.

Pero Walton no solo hizo mella en la NBA, su paso por la UCLA fue glorioso, a tal punto que su número 32 fue retirado de los Bruins para siempre. En la universidad, consiguió dos campeonatos de la NCAA (1972 y 1973) y ganó tres premios consecutivos al Jugador del Año de ese torneo entre 1972 y 1974. Tamaña era la diferencia que el interno hacía en su época como universitario que en la final del torneo de 1973 anotó 44 puntos con un 21 de 22 de tiros de campo. Falló un solo lanzamiento, algo nunca visto.

Con estos pergaminos, el centro llegó a la NBA como una promesa.

Fueron los Blazers los que apostaron por él y lo seleccionaron en el primer puesto del draft de 1974. Rápidamente, el nacido en de La Mesa, California, el 5 de noviembre de 1952, comenzó a retribuir la confianza depositada en él dentro del campo de juego.

Un defensor agerrido y un atacante ágil que hacía valer su talla. Así se hizo el líder del equipo, mientras que fuera de las canchas su activismo ocupaba gran parte de su atención.

Cuando fue universitario participó de numerosas movilizaciones en contra de la guerra de Vietnam y, de hecho fue detenido. En aquella ocasión fue el entrenador de UCLA, John Wooden, quien pagó la fianza para sacarlo de prisión.

Una vez, Walton le escribió una carta a Richard Nixon en la que le exigió su renuncia a la presidencia de los Estados Unidos. No había límites para el jugador.

Vegetariano, anticapitalista, consumidor habitual de marihuana y defensor de los derechos de los afroamericanos, Walton no permitió que su talento en el rectángulo de parquet le desviara la atención.

Ya en 1977, y consolidado como uno de los mejores centros que hayan jugado en la NBA, “Big Red” llegó a la cima de su carrera, Con promedios de 18,6 puntos, 14,4 rebotes y 3,2 tapones, el centro lideró a los Trailblazers a su primer y (hasta ahora) único título en la NBA. Fue nombrado MVP de las finales y al año siguiente de la temporada regular. El entrenador del equipo, Jack Ramsay, afirmó que nunca había entrenado a un mejor jugador, a un mejor competidor y a una mejor persona como Bill Walton.

Mientras tanto, el jugador se repartía entre el deporte, el activismo y los conciertos de rock. En una entrevista aseguró que llegó a presenciar más de 1.000 recitales.

Su llegada a la cima fue tan sublime, que su caída resonó muy fuerte.

En 1978 comenzaron a aparecer las primeras lesiones en el pie. Los médicos de Portland le inyectaron, el 18 de abril de ese año, una cantidad desmedida de antiinflamatorios. Desde esa fecha, hasta 1982, Walton jugó solo  14 partidos, con traspaso a los Clippers incluido. "Mi mayor fracaso profesional fue no conseguir el éxito en mi ciudad (Los Angeles). Me hubiera encantado, pero mis pies no funcionaban entonces”, afirmó el centro en alguna ocasión. Fueron 259 partidos desde su salida de Portland, en nueve temporadas.

En total, Walton se sometió a 39 operaciones ortopédicas, incluyendo la fusión de sus dos tobillos y el remplazo de las dos rodillas. Además sufrió la rotura de su nariz en 15 ocasiones.

La carrera del pívot se hacía añicos.

 

EL RENACIMIENTO

En 1985 una nueva oportunidad alcanzó al jugador. El brillante Red Auerbach, presidente de operaciones de los Boston Celtics, lo quería en su plantel para darle minutos de respiro a Robert Parrish.

La revisación médica no fue lo que se esperaba. Los especialistas miraban los estudios y determinaban que Walton no podía jugar. Estaba acabado. Fue entonces que el denso humo blanco de un habano predijo la llegada de Auerbach al salón. Los médicos lo interceptaron y comenzaron a darle explicaciones científicas y anatómicas sobre el estado de la flamante adquisición de Boston. El directivo los calló de un grito. Se acercó al pívot alzó la mirada y le preguntó; “¿Muchacho, podés jugar? Walton le respondió con mucho respeto: “Sí Red, creo que sí”. Auerbach se volvió hacia el cuerpo médico y les dijo: “El está bien, va a jugar”.

Nadie se atrevía, jamás, a cuestionar a Auerbach, pero los primeros meses de Walton con los Celtics fueron difíciles. Fuera de ritmo, lento para moverse, pases a la nada y tiros lejos del aro…

Pero el pívot estaba decidido, como nunca antes, a no dejarse retirar por las lesiones. Trabajó muy duro y en 1986 fue pieza clave para que los Celtics volvieran a conquistar la copa O´Brien. Fue nombrado Sexto Hombre de esa temporada en la que en las finales contuvo al aún vigente Abdul Jabbar.

Ahora sí era tiempo de partir, En 1988 Walton dejó la actividad profesional con 13,3 puntos, 10,5 rebotes, 3,4 asistencias y 2,2 tapones de promedio.

Luego vinieron los años como comentarista en los que siguió hablando de las igualdades, de la legalización de la marihuana y de los derechos.

Bill Walton dejó huella en cualquiera de los ámbitos en los que se despemeñó.

Miembro de los Salones de la Fama del Basketball y de la Universidad. Elegido entre los 75 y 50 mejores jugadores de la NBA y dueño de un carisma inquebrantable, Walton dejó de sonreír este lunes en el que sus ideas y el legado de su juego tomaron el valor de lo inmortal.