Mucho trabajo para el presidente

No es posible guiar y dirigir al país si el gobernante no conoce la dirección en la que debe ir. Esta sólo puede conocerse si se tiene la capacidad y la voluntad de ver la realidad sin desfigurarla por prejuicios y de juzgar con equilibrio.

Las decisiones que hoy toma el presidente Javier Milei son heroicas porque recién veremos los resultados dentro de un tiempo, no inmediatamente. Lo hace por el interés nacional, ambiciona dejar atrás la curandería, ser el médico que ayude a aliviar a un país muy enfermo, verlo de pie. 

Quienes lo votaron saben que está decidido a realizar el gran cambio, que no vacila y quiere llevarlo a cabo lo más rápido posible porque la gravedad de la situación no admite dilaciones. El país se juega no sólo su futuro inmediato sino el de toda una generación que hoy depende de la capacidad de defensa y de acción de un gobierno constitucional y democrático. 

Atento a la importancia vital que tiene para la salud del país el cambio de sistema, ha enviado al Congreso un DNU amplio y un paquete legislativo que aseguran las condiciones para el mejoramiento del país. 

El diagnóstico que hizo desde la campaña es correcto, la medicación acertada, lo que se necesita ahora es llevar a la práctica la operación. Es aquí donde estaremos viendo las mayores dificultades. 

EN LA CORNISA

Es necesario que lleguen con urgencia inversores, el sólo hecho de ver a un Congreso dispuesto a colaborar con rapidez es la zanahoria que necesitan se les ponga por delante. Actuaría antes de que los beneficios de las medidas comenzaran a verse porque el inversor que actúa con previsión necesita para invertir buenas perspectivas.

Se debería apoyar al presidente. De los protagonistas del momento histórico actual depende que el país languidezca o que desarrolle todas sus potencialidades. Si no se ven los problemas como los percibe el Gobierno, el país en breve irá a la quiebra. 

Se observa una oposición feroz, incluso de grupos que no están dispuestos a aceptar las normas de convivencia, que no entienden que la dependencia del ciudadano con respecto a la sociedad es normativa, no se puede mantener el orden social si cada grupo actúa aleatoriamente con respecto a los otros, es peligroso.

De ahí el especial interés de la ministro de Seguridad en hacerlas cumplir mediante la persuasión y si es necesario el castigo. En toda sociedad se intenta volver a la línea a los marginales. Es absurdo que se le llame autoritario a un gobierno que pretende hacer cumplir la ley permitiendo una mejor convivencia social. Somos una congregación de personas que sólo podemos vivir juntas si respetamos ciertas reglas que lo permitan.

Las democracias reconocen los conflictos, se permite expresarlos pero dentro de leyes que eviten que se desemboque en muchedumbres violentas: el pueblo no es soberano. Las normas, aunque imperfectas, lo son, se pueden mejorar. 

Aunque sea dificultoso, el Gobierno intentará volver al realismo, dejar atrás décadas basadas en ilusiones, volver a reconocer una ética que diferencie entre lo que está bien y lo que está mal: achicar el Estado es una de las mejores metas porque no sólo reducirá el déficit fiscal sino también la corrupción a la que ya nos habíamos acostumbrado.

Es imprescindible también mejorar la institucionalidad, el concepto de disciplina institucional está directamente relacionado al gobierno limitado, a la representación política y a la separación de poderes.

Los gobiernos kirchneristas usurparon actividades propias de la sociedad civil con prebendas y privilegios por eso aumentó tanto la corrupción. Las ambiciones políticas no fueron controladas, los sindicatos y otros grupos organizados intentan saltar por encima del sistema escalonado y competitivo de la democracia el cual supone un trabajoso itinerario de negociaciones.

Si no se tienen instituciones fuertes, o no se respetan, se barre la República. En vez de purificarla se va camino a la dictadura. Tenemos para observar el ejemplo paradigmático de Venezuela o Cuba donde se encubre la corrupción, el remedio a este flagelo debe responder tanto a las condiciones generales de la ley como a las costumbres de los ciudadanos.

Los grupos sociales deben vigilarse mutuamente, es por ello tan importante la institucionalización de la opinión pública. Fue una buena medida, entre otras, terminar con la pauta oficial.

GUERRA

Por otro lado, la guerra que se le hace a las empresas capitalistas es irrazonable. Es indispensable para progresar la acumulación de capitales. Si no existiera no se podría repartir: toda empresa reparte sueldos a los obreros, trabajo, jubilaciones, premios. 

Los que han salido a la calle a pocas semanas de gobierno liberal deberían preguntarse cómo harían para sacar a la gente de la pobreza, si hablan de ella y no dicen cómo superarla es demagogia. 

Marx inventó que el empresario roba al trabajador (le roba horas de trabajo y se las queda). Se equivocaba, hoy se sabe bien que el valor es consecuencia de las relaciones del mercado. Este error tuvo implicaciones psicológicas que aún perduran en países como el nuestro donde, desde la universidad, se enseñó a odiar al sistema capitalista.

Todavía se desea implantar el socialismo, un invento de intelectuales que fracasó en el mundo entero. En Argentina los que pretenden continuar con la idea de imponerlo son partidarios de que funciones importantes de la sociedad civil continúen monopolizadas por el Estado.

No se quiere que acumulen capital los privados. Odian al mercado al que toman como un ser vivo que toma decisiones en vez de ver lo que realmente es, el espacio donde se dan las interacciones voluntarias de la gente, o sea, los individuos en acción.

Las señales que da, interpretadas innovadoramente, son la clave para determinar qué producir, de qué calidad, cómo, cuándo y cuánto. Problemas típicos del empresario. Lo que ocurre en el mercado es un procedimiento de prueba, error, aprendizaje e innovación.

Son las creaciones e interpretaciones de los empresarios los que determinan con sus éxitos y fracasos si la producción será mayor o menor y qué tipo de producto conviene repetir o producir, modificar o renovar. 

La pregunta que nos debemos hacer es: ¿por qué combatir al capitalista y al capitalismo amenazando interrumpir el progreso que ellos impulsan? ¿Por qué no permitir su desenvolvimiento para que salgamos adelante mucho antes de lo previsto que si lo destruimos o perturbamos?

En nuestro país un peligro siempre acecha: el populismo. Javier Milei intentará, como lo hizo el ex presidente Menem, reemplazar un sistema dirigista, estatista e inflacionario por un sistema basado en la economía de mercado y en la estabilidad monetaria, crear las bases para un desarrollo sostenido.

Para ello necesita dar un gran impulso a las exportaciones, mejorar la Justicia y disminuir la corrupción, evitar la coacción de diferentes grupos incluso el de algunos gobernadores, para que se tomen medidas que aumenten las obligaciones del Estado y se gaste más de lo que se puede. También para endeudarnos localmente y en el exterior con la intención de mantener una actividad económica artificialmente sobredimensionada que evite el desempleo.

No está demás decir que otro de los motivos por el cual éste avanza es la brecha que existe entre trabajadores calificados y no calificados. Estos últimos constituyen una nueva generación de analfabetos aunque sepan leer y escribir. Será una preocupación adicional crear nuevos empleos. Debido a lo expuesto no hay garantía de que el desempleo se reduzca demasiado aunque el país crezca.

Por último y resumiendo, le toca al nuevo gobierno hacer entender a la mayoría de los argentinos que con el gasto público no se juega y con el sector financiero tampoco: los bajos índices de inflación, y por consiguiente una moneda sana, son los mejores signos de independencia y soberanía de un país. Sin olvidar que somos hijos no sólo de la realidad sino también del deseo y el azar. Sería fatal para Argentina si hubiera una estampida psicológica.