POR DANILO ALBERO
El vocablo memoria tiene catorce acepciones en la RAE, todas relacionadas con la historia, que abarca: facultades psíquicas, recuerdos, arquitectura, finanzas, a textos escritos donde el autor registra parte de su vida; o toda, lo que derivaría en una autobiografía.
La mitología griega es abundosa en relaciones amatorias de todo tipo y pelo: seducción con o sin engaño, violación, incesto y homoerotismo.
Hera, esposa de Zeus, era su hermana. La sobrina del dios supremo de Olimpo, la titánide Mnemosine (del griego mnemosyné, derivado de mnéme: memoria) personificaba la facultad de la memoria, posibilidad de guardar y recuperar el pasado, fue su amante nueve noches seguidas. Fruto de esa unión son las nueve musas.
La musas: Calíope, Clío, Erató, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, eran protectoras e inspiradoras de los cultores de las artes y ciencias (épica y elocuencia; historia; poesía amorosa y la lírica coral; música; tragedia, retórica e himnos sagrados; comedia; danza; astronomía y ciencias exactas). A ellas dedica, Heródoto sus Nueve libros de historia (siglo V a. C.) primera obra de historiografía occidental conocida. Además, nuestros museos, lugares donde se exponen, restauran y conservan objetos de arte, ciencia y tecnología; archivos y protectores de la memoria, su nombre deriva de “musa”.
LOS AEDOS
El comienzo de la narrativa occidental fue de transmisión oral y requirió de la memoria de aedos, a ellos debemos La Ilíada y Odisea hasta que fueron fijadas por escrito por Homero. En estos dos libros, al comienzo, el narrador aclara que su recitado se debe a la gracia de una Musa, con una ligera variante.
En La Ilíada el aedo la invoca para que hable por su boca: “Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo…”. Ya en Odisea el aedo acude a su capacidad de recuperar él mismo la historia narrada -ahora en el rol del lector, escritor o historiador-: “Cuéntame, Musa, del varón de muchos senderos…”. De allí en más esta relación de memoria y narrar tomará diferentes derivas.
SANTOS DEL CIELO
Al comienzo del segundo sexteto, nuestro Martín Fierro, el protagonista sigue los pasos de Homero en La Ilíada al invocar ayuda divina: “Pido a los santos del cielo / que ayuden mi pensamiento / les pido en este momento / que voy a cantar mi historia / me refresquen la memoria / y aclaren mi entendimiento”.
Esta introducción le da al poema otro valor que lo aproxima al de la biografía, acorde con la décima acepción de memoria para la RAE: “relación de recuerdos y datos personales de la vida de quien la escribe”.
Martín Fierro dirá más adelante: “Y sepan cuantos me escuchan / de mis penas el relato”. Este recurso del narrador que nos cuenta su vida tiene vieja raigambre literaria, baste pensar en grandes textos de la picaresca española: Lazarillo de Tormes, El buscón y Guzmán de Alfarache.
Ya en el siglo I a. C. Cicerón le dio a la historia un rol didáctico y predictivo cuando dijo: “Historia magistra vitae” (la historia es maestra de la vida); porque enseña a los hombres cómo actuar gracias al ejemplo de hechos o situaciones pasadas semejantes.
Pero dos milenios más tarde, Marx -Karl no Groucho-, advierte en el prólogo de El 18 Brumario de Luis Bonaparte: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia se repiten, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra como farsa”.
Más adelante, Marx aclara su visión sobre el proceso histórico: el peso de todas las generaciones que los anteceden, sumando capas como eras geológicas, obran como una pesadilla y lastre en el pensamiento y razonamiento de los contemporáneos. Cuando éstos intentan revolucionar sus vidas y sucesos creando algo nuevo, nunca visto, conjuran hechos y espíritus del pasado para ponerlos a su servicio y actuar en el escenario. Así invoca al olvido o desmemoria.
MISTER MEMORY
Ya en el plano de la ficción y en un polo opuesto, al comienzo de la película Los 39 escalones el protagonista acude al espectáculo de Mister Memory, hombre de una memoria superlativa, capaz de responder a cualquier pregunta sobre hechos pasados que le haga el público; esta capacidad provocará el desarrollo de la trama.
En Funes el memorioso, Borges da otra visión de un superdotado en lo que hace a recuerdos; un hombre capaz de retener en prodigiosa memoria todo lo que ha visto. El protagonista del relato, a causa de un accidente, desarrolla una mente que recuerda absolutamente todo: cada hoja de cada árbol, cada forma de una nube, un instante o matiz sensorial vivido alguna vez. En un giro paradójico Borges menciona que Funes puede evocar completamente cualquier día pasado, pero eso le llevaría un día relatarlo -hipérbole semejante nos dará en otro relato, el de un emperador chino que mandó hacer un mapa preciso de su país, tan preciso que tenía el tamaño de su imperio-. Esta capacidad, para Borges, es una suerte de maldición. El describe a Funes como alguien incapaz de generalizar porque vive en un presente perpetuo lleno de detalles. Porque recordarlo todo significa no poder pensar, abstraer y crear categorías; cualidades que demandan, como en Marx por razones políticas, del olvido y desmemoria.
VIDA EN EL MISSISSIPPI
Por su parte, Mark Twain también relata las derivas de una capacidad de retener información de manera prodigiosa. En Vida en el Mississippi, libro de memorias, donde, aparte de contar la historia de la navegación en el río, desde los primeros asentamientos, narra su vida de piloto, en años previos a la Guerra Civil.
Su profesor Horace Bixby, un piloto de vapor de existencia real, muy respetado en el Mississippi, fue su maestro; exigente pero brillante. Él le transmitió el arte -casi ciencia- de leer el río y develar sus secretos.
Horace Bixby y sus colegas pilotos, tenían en su mente accidentes y peligros de casi dos mil kilómetros del río y su geografía cambiante, datos que actualizaban cuando se cruzaban con un vapor que hacia el camino opuesto. En contrapartida, en la noche, no recordaban cual había sido su desayuno o cena.
Pero José Hernández, nos da el ejemplo de que ejercer la desmemoria no es tan sencillo; quizás imposible. Luego de su comienzo: “Y sepan cuantos escuchan / de mis penas el relato”, concluye, casi al final, con el prudente: “sepan que olvidar lo malo / también es tener memoria”.
