El análisis del día

Milei y CFK se tiran centros simulando que patean penales

Javier Milei consumó el miércoles 11 en el Congreso un triunfo en el que se involucró personalmente. No sólo porque lo que estaba en discusión era el veto impuesto por él a la ley de mejoras jubilatorias, sino porque, para evitar un rechazo legislativo que habría erosionado fuertemente la confianza en su gobierno, había tenido que trocar momentáneamente las prolijas fórmulas de la economía austríaca por los tratos pampa de la política criolla, y resignarse a protagonizar reuniones “de casta”, con la misión de convertir a “degenerados fiscales” en héroes o consolidar en otros la fe liberal-libertaria.
Justo antes de que la Cámara de Diputados tratara la cuestión del veto, que pintaba complicada pues la ley cancelada había conseguido para aprobarse los dos tercios que se necesitaban para anular ahora el úkase presidencial, el equipo de Milei sufrió la sensible lesión de Guillermo Francos, un probado negociador de la Casa Rosada. El Jefe de Gabinete había sufrido un soponcio después de una fuerte trifulca con Santiago Caputo (decisivo cateto del triángulo de hierro oficialista) y con el vocero; Manuel Adorni, que lo habían desautorizado públicamente.
Con Francos internado en La Sagrada Familia, Milei tomó las negociaciones en sus manos, armó un equipo con dos alfiles de Francos (José Rolandi y Lisandro Catalán) y el asesoramiento de Patricia Bullrich (a quien se llegó a mencionar como eventual reemplazo del Jefe de Gabinete, en caso de que la enfermedad de éste se prolongara o los roces con Santiago Caputo se volvieran irremontables, dos eventualidades que en definitiva no se consumaron).
De esas conversaciones con los diputados (las públicas y las discretas) emergió un sucedáneo del interbloque que libertarios y PRO no se deciden aún a concretar: una coordinación parlamentaria. El PRO, pese a los esfuerzos de Cristian Ritondo por evidenciar disciplina, no tuvo una postura única en la aceptación del veto: el larretista Alvaro González votó contra el veto.
Lo más notable de las negociaciones fue su efecto sobre el bloque de la Unión Cívica Radical: Milei consiguió atraer a cinco miembros de esa tribu y contó con la colaboración pasiva del propio jefe del bloque, Rodrigo de Loredo. Lo más sugestivo es que la UCR había sido la fuerza que había motorizado en julio la aprobación de la ley ahora plenamente vetada y que los cinco desertores habían votado por su aprobación e incluso en algunos casos la habían defendido enfáticamente, enfrentando entonces los argumentos que ahora son fundamento del veto presidencial.
Sin embargo, con esas cinco contribuciones radicales y las que se descontaban del PRO no habría bastado para ahorrarle un revés significativo al oficialismo. Ayudaron las manos amigas de varios gobernadores que aconsejaron a sus diputados abstenerse o ausentarse para no enfrentar al Presidente o, lisa y llanamente, votar contra el veto. Aquí el razonamiento principal fue la idea de defender la gobernabilidad. No se trataba solo de la probablemente discutible idea de que el equilibrio fiscal exigía vetar la ley que beneficiaba (magramente) a los jubilados, sino de que insistir en aprobarla contra el veto dañaría sensiblemente la autoridad del Presidente.

DESAFIO SALVADO
Que además haya existido entre povincias y Gobierno central algún toma y daca para garantizar que el veto no cayera no debería sorprender a nadie
. Los gobernadores deben utilizar los medios de negociación a mano para mejorar las condiciones de sus provincias. Pueden, en cambio, provocar legítimo disgusto los trapicheos y cambios de casaca en los que lo que se custodia es un mero interés personal, actual o potencial, concretado o prometido. Justa o injustamente esa conducta recibió dos décadas atrás el nombre de “borocotazo”, aludiendo al seudónimo de un diputado que en 2005 cambió súbita (y para muchos, sospechosamente) de partido.
Sea como sea, el Gobierno, con la participación directa del Presidente, salvó un desafío difícil y, además, empezó a ordenar y coordinar una fuerza parlamentaria (primero en Diputados, luego en el Senado) más numerosa que la que le depararon las urnas. Y empieza, empujado por las circunstancias, a componer una apoyatura más amplia. No estamos aún, ni mucho menos, ante una reconfiguración general del sistema político, sino más bien ante algunos movimientos sensatos de adecuación, supervivencia y reagrupamiento ante la disgregación del sistema viejo.

SEGUNDOS AFUERA
La reaparición en el escenario de Cristina Kirchner forma parte de ese mismo fenómeno. Ella ha salido a torear al Presidente buscando centralizar el rol de principal figura opositora, un papel que Milei está muy dispuesto a otorgarle: en esa polarización, estima él (y muchas encuestas de los últimos meses le daban la razón) el nombre de ella empuja a la mayoría de la opinión pública en favor del gobierno. Ambos quieren polarizar, quieren desechar las ofertas que buscan diferenciarse de uno y de otro y que, en cierto sentido, ejemplifican la disgregación. Estiman que un sistema de dos polos protagonizado por ellos sería ordenador.
La expresidente parece conciente de que, para no sucumbir en el aislamiento, necesita componer “una música nueva”, como había sugerido hace algunos meses Axel Kicillof. Y se adelanta a hacerlo, aprovechando que no tiene obligaciones de gestión que la condicionen o limiten. En sus últimas intervenciones incorpora materias que eran ajenas a su discurso acostumbrado (por ejemplo: atender el equilibrio fiscal, modernizar la legislación laboral). Debe, con todo, esforzarse por producir una melodía que suene bien a públicos ajenos sin por ello espantar al propio. Supone que, si quiere polarizar, debe custodiar la unidad del polo propio.
Así como los estudios de opinión pública, por más que destaquen la prevalencia de las menciones negativas, refirman que tiene un público fiel que no baja del 25 por ciento y que supera esas cifras en el conurbano, varias encuestas recientes muestran también el crecimiento de una opción (“peronismo no kirchnerista”) que ha trepado a una tercera colocación en la opinión pública (después de “libertarios” y “kirchneristas”), con mediciones de dos cifras que representan más de la mitad del caudal atribuido al “kirchnerismo”.

ECONOMIA Y ELECCION

La polarización con Milei que ella busca, intenta aspirar a ese sector de la opinión pública de genealogía peronista, del mismo modo que el Presidente pretende, con el mismo recurso, quedarse con el grueso del público antikirchnerista que todavía sigue al macrismo o a la UCR. El Presidente tiene un ojo en la economía y el otro en la elección de 2025.
Ahora Milei y la señora vuelven a tomar la palabra: ella dará esta tarde en la Universidad del Oeste, en Merlo, una conferencia de título provocativo: “Sigue siendo la economía bimonetaria, estúpido”.
El Presidente, presentará ante el Congreso su proyecto de Lay de Presupuesto, pero no es improbable que antes de esa instancia formal le dedique a ella alguna respuesta. Un posteo por la red de Elon Musk, por caso. Se tiran centros simulando que patean penales. Esta polarización no es la necesaria reconfiguración del sistema político.