“Milei llegó al poder sin un modelo teórico”

El superávit fiscal no es sustentable, asegura el economista Mariano Fernández, docente de la Ucema. Sería un error levantar el cepo en forma apresurada. Urge trazar un plan para realizar las reformas estructurales.

En su andar, el Gobierno libertario de Javier Milei levanta polvareda. Lo extraño es que ante la velocidad de sus movimientos, ante el impacto destructivo de sus medidas económicas, ya no sólo lo cuestionan los peronistas -en todas sus versiones- sino también buena parte de los liberales.

“Este es un plan de estabilización, pero es un plan de estabilización deficiente -sostiene el economista Mariano Fernández, docente de la Universidad del CEMA-. Es clásico, donde se fija el tipo de cambio. Por eso tiene un tipo de cambio oficial y una tasa de devaluación con la esperanza de que esa tasa haga converger la inflación a un punto de equilibrio. Sumado después a la existencia de un montón de inconsistencias en el lanzamiento del plan, lo cual hace que si puede estabilizar algo lo va a hacer en forma transitoria”.

-¿Por qué el ajuste es considerado histórico?

-Ahí hay que diferenciar dos cosas: uno es el plan de estabilización en sí, y lo otro es el intento de ajuste de la política fiscal, que es una pata pero no es una herramienta estabilizadora. En realidad, las anclas fiscales no son anclas estabilizadoras. Las anclas monetarias o cambiarias sí lo son, que necesitan siempre una pata fiscal de sustentabilidad para convalidar la convergencia de la inflación hacia niveles más bajos. Ahí hay un problema. El Gobierno basó inicialmente su estrategia de estabilización en un ancla fiscal que es de largo plazo, y para controlar un tema de expectativas e inflación lo que se deben tomar son anclas monetarias o cambiarias de corto plazo. Es lo que no hicieron o lo hicieron de forma deficiente.

SUSTENTABILIDAD

-¿Por qué esta dinámica de recorte fiscal no tiene una proyección a largo plazo? ¿No es sostenible?

-Porque todavía no responde a ningún tipo de reforma estructural, con lo cual el ajuste es solamente de gasto corriente con mucha demanda comprimida. En el sentido que el ajuste está basado en las cuentas de seguridad social y en las cuentas de salarios y gastos y bienes y servicios del sector público. El punto es, si yo no tengo una reforma estructural puedo pisar salarios y jubilaciones por un tiempo determinado, pero en algún momento tengo que convalidar un ajuste inflacionario. Por ejemplo, con la nueva ley jubilatoria. Eso va a terminar dando un salto en el gasto.

-Todo lo que ahora están perdiendo las jubilados se recuperará e impactará sobre el gasto.

-Podría ser menos. Debió haber habido alguna reforma del sistema previsional. Es decir, los cambios estructurales son los que determinan los senderos temporales del gasto público. Y no hay ninguna reforma estructural. No pasa solamente por la sanción de la Ley Omnibus o del DNU. Ni en el DNU ni en el proyecto de ley existen proyectos de fuertes reformas estructurales. Sí hay algunas intenciones.

-¿Cuál cree que es la razón de esa ausencia?

-Creo que por improvisación. Milei llegó al poder y tuvo que tomar decisiones en tiempo y forma y no tenía equipos preparados ni un modelo teórico. Una cosa es la declamación ‘estoy a favor de los mercados’, y la otra es qué modelo teórico tengo atrás. No me consta pero todo el mundo dice que la ley Omnibus es un producto generado exógenamente a él. Milei lo importó. El trabajo no se lo hicieron a él, se lo hicieron a Bullrich.

-Es decir que Milei llegó al poder sin un modelo teórico que lo sustente.

-Sí, como suele pasar en la Argentina. Llegan al poder y después piensan qué hacen, y en general debería ser al revés o al unísono.

-¿Cuánto juega el factor tiempo y el apuro en la falta de un proyecto de reformas estructurales? Habría que pensar en un tratamiento en el Congreso y ciertas demoras.

-Y eso implica sentar las bases de un proceso de estabilización que sea consistente con ese proceso. Al comienzo pretendían que la inflación cayera inmediatamente, pero la inflación no puede caer inmediatamente. Tienen que darse determinadas circunstancias. Ha habido casos históricos. El Plan Austral logró bajar la tasa de inflación desde más del 30% al 5% en un solo mes. Existe la posibilidad de bajar los índices inflacionarios de la noche a la mañana, pero no con la estrategia de estabilización que eligieron. Ahí se equivocaron.

-¿Existe políticamente cierta necesidad de generar un efecto sobre la sociedad, mostrar que las cosas se resuelven rápidamente?

-Es probable. Yo no creo que Javier (Milei) desconozca estas cosas. Lo que sí creo es que desde la función pública ahora tiene otras restricciones que son distintas a las que uno ve desde afuera o desde la academia.

-Sin embargo, la prensa internacional y algunos economistas del exterior lo toman como a un líder que está empezando a cambiar la Argentina.

-Claro, pero ese es otro tema. Eso responde a un movimiento mundial, a un giro hacia la derecha de la política. Tiene que ver con la aparición de fenómenos como Bolsonaro en Brasil, Trump en los Estados Unidos, Orban, Meloni y demás. Cada uno con características propias. En ese sentido, Milei es un líder que toma esa bandera. Por sus características histriónicas asumo que llamó la atención. Todo bien pero se puede poner de sombrero la economía por fallas en la implementación.

EL CEPO

-De dolarización casi no se habla, pero sí de una inminente salida del cepo cambiario.

-Conceptualmente estoy de acuerdo con la liberación de la Cuenta de Capital. El problema es que en la Argentina a esto lo llamamos cepo, pero cepo hemos tenido siempre. Se trata de cualquier control sobre la cuenta de capital de la balanza de pagos. Cualquier norma que restrinja el movimiento de capitales es un cepo. Incluso el gobierno de Martínez de Hoz (José, ministro de Economía durante la última dictadura) tenía un cepo. Ya nadie lo recuerda pero había que hacer una declaración jurada para comprar dólares. Eran otras épocas donde no había sistemas, con lo cual se llenaban las planillas pero nadie controlaba. No era operativo. El cepo en la Argentina ha sido una herramienta más de política económica, como lo son los impuestos y la emisión. Si existe un marco regulatorio que en alguna forma avala que lo que hoy es una liberación de la cuenta capital mañana sea una nueva restricción, es probable que pueda tener sólo efectos de sustitución temporal.

-¿Cómo sería?

-Si yo digo: por dos días los precios de los televisores son más baratos y después vuelven al precio de antes, entonces en estos dos días hay sustitución. Lo que iba a comprar mañana lo compro hoy. Esa es una de las cosas que puede generar una apertura temporal del cepo. Una apertura del cepo tiene que estar acompañada de otras medidas para que sea permanente y que no genere movimientos de capitales que puedan afectar a la macroeconomía. Los drásticos cambios en las entradas y salidas de capitales tienen efectos reales en la economía. Creo que anunciar la salida del cepo con una norma administrativa que no tenga fuerza desde el punto de vista legal podría implicar efectos temporales no deseados.

-¿Podría ocurrir una estampida del dólar tras la eliminación del cepo?

-Va a depender del flujo de capitales. Si hay mucha confianza al principio, lo que vamos a seguir teniendo es inflación en dólares. Entonces ahí tenemos un problema porque afecta la competitividad de las empresas y genera un proceso recesivo. Después tiende a equilibrarse pero en un esquema donde la economía argentina carece de flexibilidad para bajar los precios, la consecuencia es una recesión brutal. Los precios se van a justar con un costo altísimo en términos reales. Por eso hay que tener cuidado con estos cambios temporales. Una apertura del cepo debería ser percibida como permanente, y para eso se necesitan cosas. Nadie habla de una ley de independencia del Banco Central.

-Pasamos de la teórica eliminación a que no se produzca ninguna reforma en la entidad. ¿Le preocupa eso?

-Es un tema no menor. Hoy tenemos al socio del ministro de Economía como presidente del Banco Central. Están articulándose el Ministerio de Economía y el Banco Central, juntos. Ahí ya tenemos un problema. Se necesita una ley de independencia. Todo esto debería ser previo a la salida del cepo. Necesitamos modificaciones de todas las normas cambiarias. Necesitamos algún mecanismo legal que haga que quien vuelva a poner el cepo tenga consecuencias penales ejecutables en serio.

-El cepo es una herramienta de política económica. ¿Usted propone penalizar a quien lo utiliza?

-Exacto. Pero después hay que definir cuál es la estructura de la balanza de capital que queremos en la balanza de pagos. Podría elegir la no intervención del Estado o bien algún tipo de impuesto transitorio a la salida de capitales. Debería ya haber leyes que estén sustentando esto y que sean pensadas a ser aplicables en los próximos 20 años.

-¿Si salimos del cepo en breve será a las apuradas?

-Va a ser a las apuradas y va a aumentar la probabilidad de que en uno o dos años estemos de vuelta en un cepo, generando efectos temporales como un aumento excesivo de la demanda de dólares. Después dependerá de la confianza. Por ejemplo, abro el cepo en medio de un blanqueo de capitales y van a entrar capitales. La entrada de capitales transitorios para obtener ganancias temporales, cuando la economía entra en equilibrio todos esos capitales se vuelven. Eso significaría la continuación de un proceso inflacionario en dólares. Es decir, vamos a seguir siendo cada vez más caros en dólares y eso afecta la competitividad. Es un tema serio. Tomar deuda para abrir el cepo no está bien.

-¿A qué nivel debería estar el tipo de cambio para ser competitivos?

-Ahí hay varias cosas. En Argentina se necesita una reforma laboral, bien pensada. En el proyecto original enviado al Congreso la reforma laboral no sólo que es insuficiente sino que está mal pensada porque aumenta los costos laborales de corto plazo al crear el seguro de desempleo. Uno no puede cambiar toda la estructura de un mercado de la noche a la mañana. Existen compromisos legales que tienen que extinguirse. Con lo cual uno debería pensar en una transición de varios años hacia un esquema laboral más flexible. No es que la reforma laboral va a cambiar de cuajo el mercado en la Argentina. El capítulo fiscal de la Ley Omnibus era un desastre. No contemplaba una reforma real del sistema impositivo.

-¿Qué habría que hacer en ese segmento?

-El principal problema impositivo de la Argentina no radica en el peso propio del sistema sino en la cantidad de impuestos que hay y en las dificultades que genera. Deberíamos ir hacia un sistema más chico y depurado. Hay muchos impuestos que son fuertemente distorsivos para la actividad económica y que deben desaparecer. Hay que reemplazarlos por otros que sean de fácil percepción, de fácil entendimiento y de bajo costo de mantenimiento. Hay sectores donde la maraña de articulados fiscales es tan grande que hace que los costos operativos, de eficiencia, sean muy altos.

-¿Qué otras dificultades detecta?

-Una de las dificultades que tiene una economía como la argentina, atada a las exportaciones del agro, es la volatilidad del tipo real de cambio. Nosotros tenemos una estacionalidad en la entrada de dólares. Eso hace que haya períodos en los cuales la oferta de dólares aumenta y períodos donde faltan. Esto independientemente del flujo de capitales. Para evitar eso lo que necesitamos son tratados de libre comercio. Pero la implementación lleva de 10 a 20 años. Entonces deberíamos pensar una transición hacia TLC donde el objetivo sea la estabilidad del tipo real de cambio para evitar estos procesos de fuerte apreciación del peso como vivimos ahora.

CRECIMIENTO

-Hay economistas que afirman que el crecimiento no es un objetivo inmediato del gobierno. ¿Forma parte de una fase 2 del programa?

-En realidad el crecimiento es una variable endógena. En otros planes que basaban su estratégica en crecimiento, en realidad estaban mintiendo. La variable la determina el equilibrio macroeconómico. Que alguien diga ‘mi objetivo es crecer tanto por ciento’, está mintiendo. Eso lo ha dicho Javier (Milei) un montón de veces y tiene razón.

-¿Por dónde puede volver a arrancar la economía?

-Dada la historia económica argentina mis ojos no me permiten ver más allá de cuatro meses. Son tantos los desequilibrios que ya no sé cual de todos puede explotar antes.

-Algunos economistas hablan de un crecimiento en V de los sectores exportadores -agro, minería y energía- mientras que el consumo avanzaría más lentamente.

-No quiero hablar mal. No lo veo. No tiene sentido y la realidad ha mostrado que siempre es así. La variable crecimiento se determina dentro del modelo, con lo cual que alguien proyecto sobre eso mirando hacia el pasado, está cometiendo un error. Dicen: ‘Estamos en el piso de la recesión entonces ahora viene un rebote’. ¿Por qué? Podríamos caernos aún más. Prefiero mirar en el corto plazo indicadores monetarios primordialmente, y fiscales en segundo lugar, y es ahí donde digo que no puedo mirar más allá de tres meses.

-¿En este escenario hay algún rasgo similar a lo que fue la década del ‘90?

-No, lo que veo es algo parecido al plan de estabilización de diciembre del ‘79 de Martínez de Hoz. A la sanción de la ley de entidades financieras del ‘77, que generó un fenómeno parecido al actual en términos de apreciación de la moneda doméstica. La estructura es similar: tenemos un esquema cambiario con un crawling peg insuficiente (2%); un esquema de liberación de tasas de interés y un incremento del spread para los bancos, lo cual les da un beneficio giganteso. Les permite generar fuertes ganancias en dólares a corto plazo, imposibles de ganar en ningún lugar del mundo. Eso no puede ser sostenible en el tiempo. Ahí hay algo que me llama la atención. Hay datos que son peligrosos. El Gobierno dice que pisó la oferta monetaria. Pero eso depende de cómo la definamos. Si la defino como la Base Monetaria amplia, que es la Base Monetaria más los instrumentos cuasifiscales, veo que no hay mucha diferencia entre los tres meses previos a la entrega del poder y los tres meses posteriores. Si uno fuera malo uno diría que en los primeros 90 días de Milei la Base Monetaria y los instrumentos crecieron 26%, mientras que en los últimos 90 días con Massa crecieron 21%. Estadísticamente es lo mismo.

-¿El Gobierno hace foco en la Base Monetaria y deja de lado el factor cuasifiscal para realzar sus logros?

-Hacen foco en la reducción de la Base Monetaria y eso me hace acordar mucho a lo que hizo Macri durante el año 2019, cuando pisó la Base Monetaria y expandió los instrumentos como las Lebacs. Todo el mundo le decía que no bajaba la inflación. Y, no, porque los instrumentos cuasifiscales implican inflación futura. Ahora pasa lo mismo. El error del plan es que tendrían que haber hecho la devaluación y un esquema de crawling peg descendente empezando con el 12 o el 14%. Eso daba tiempo a que los números fiscales pudieran consolidarse.

-¿Se está produciendo un cambio de matriz en lo socioeconómico? Esto de priorizar el acuerdo entre partes y que el Estado tenga un lugar secundario.

-No me animaría a decirlo. Muchos creen que es algo que vino para quedarse pero yo creo que no. Por lo menos de la forma salvaje que se está promocionando desde el punto de vista del marketing. Creo que hay que ser prudentes. Argentina siempre ha tenido comportamientos pendulares, que tienen grandes posibilidades de fuertes reversiones. Mi temor es que este proceso promercado sea seguido después por un fuerte proceso antimercado. Adscribo a la manera de pensar de la revolución de las expectativas racionales, y eso implica siempre mirar hacia el futuro. Es decir, si yo creo que hoy se liberan los mercados pero mañana se vuelven a cerrar, eso no puede generar efectos de largo plazo. Así no voy a invertir a 20 años en la Argentina. Para eso lo que hay que hacer es ordenar el corto plazo, viajar siempre en el corto, empezando a tirar las anclas desde el punto de vista legal para llegar a ese largo plazo. Pero pasar de una economía hiperregulada a una totalmente desregulada suena a un movimiento pendular que tiene probabilidad alta de reversión en el futuro.