Milei avanza ante una dirigencia política sin ideas ni liderazgo

El presidente frenó la crisis monetaria con un ajuste homérico que, sin embargo, no le hizo perder votos. La tolerancia de la clase media dejó sin respuesta a la burocracia del PJ y la UCR.

El Congreso es la mesa de arena que mejor refleja la situación política actual. El 1° de marzo comenzó el período de sesiones ordinarias en el que los legisladores recobran la iniciativa y no están sujetos a la agenda que les impone el Ejecutivo. Se presumía que los de la oposición pondrían en debate los proyectos que más incomodan a Javier Milei y lo forzarían a negociar. Pero nada de eso ocurrió. 40 días después la actividad parlamentaria está circunscripta a lo agenda que dicta la Casa Rosada: una versión revisada y disminuida de la “Ley Bases” y el sistema de ajuste de las jubilaciones.

Además, lo único que hizo la dirigencia opositora por propia iniciativa y en contra del gobierno, el rechazo del DNU 70 por parte del Senado, sigue con el acceso bloqueado al recinto en la Cámara de Diputados.

La dirigencia está paralizada por más de una causa. La primera es la situación económica. El ajuste está empezando a arrojar resultados que muestran que el principal problema, la inflación, presenta una tendencia a la baja.

Se estima que el alza de precios en marzo rondará entre el 12% y que el de abril será de un dígito. El dólar tiende a estabilizarse o retroceder, se achica la brecha entre el oficial y el “blue” y el Banco Central continúa comprando dólares. El recorte del gasto público se mantiene a pesar de la protesta de piqueteros y sindicatos estatales y por primera vez en la historia el FMI pide moderación con la ortodoxia fiscal. No sólo la clase media está dando sorpresas.

Los bloques opositores están fuera de juego porque lo hecho hasta acá por el dúo Milei-Caputo retiene el respaldo de sus votantes. Persiste una mayoría que decidió creerle al gobierno y acompañar al insólito presidente que votó hace apenas cuatro meses. Esto parece haber sumido en la confusión al elenco estable de los partidos y a la casi totalidad de los medios que critican sin excepción todas las medidas del presidente rifando su credibilidad y hasta el decoro profesional.

En resumen: Milei se hizo cargo de la macroeconomía y le dejó la micro al mercado. El empresariado sigue reclamando con poco éxito las ventajas corporativas habituales, pero los consumidores de a pie apoyan en silencio a Milei. Ante este inesperado fenómeno la dirigencia populista entró en receso de hecho hasta que las tendencias cambien. Ser populista hoy no equivale a ser popular (ver “El helicóptero deberá esperar”).

El Congreso quedó asimismo fuera de juego por un tercer motivo: la Casa Rosada prefiere negociar con los gobernadores desde que la búsqueda de acuerdo con los bloques legislativos derivó en un estruendoso fracaso con el retiro de la primera versión de la “Ley Bases”.

Milei desconfía de los operadores parlamentarios y ve en general a los legisladores como una amenaza; por eso los maltrata en público. No hace distingos entre propios y opositores. Uno de los muchos ejemplos es el de la propuesta de Ariel Lijo para la Corte Suprema. Nadie en el bloque de senadores de La Libertad Avanza fue advertido de lo que se venía y la semana última el libertario Francisco Paoltroni dijo “on the record” que consideraba al juez federal un “peligro” y que esperaba que su nominación fuera rechaza por el Senado.

Al margen de su desdén ostensible por el Congreso y sus habitantes el presidente juzga más práctico el diálogo con los mandatarios provinciales porque lo que está en discusión es el reparto de plata y su incidencia en la gobernabilidad.

En ese plano los gobernadores presentan flancos: tienen que pagar sueldos a fin de mes y garantizar servicios básicos como seguridad, jubilaciones, salud y educación. El mensaje que el presidente manda es claro: sin “Ley Bases” no hay plata. No importa cuánto quiera atemperar la puja de intereses el ministro Guillermo Francos con su retórica acuerdista.

La estrategia de Milei es rudimentaria, pero hasta ahora funcionó. El ajuste fiscal no se detiene. Para lograr un acuerdo con los gobernadores el presidente necesita que le aprueben la restitución del impuesto a las ganancias. Todavía no tiene los votos para hacerlo, pero sigue ganando tiempo y el colapso que los políticos esperaban para arrinconarlo no se produjo. Más aún, parece que esa posibilidad empieza a alejarse en el horizonte.

El único riesgo inmediato por lo tanto es un revés en la Justicia que por ahora dio señales de querer mantenerse al margen de la pelea política. En resumen, Milei sigue con la iniciativa. Depende de sí mismo. La oposición en cambio opta por el silencio (CFK, Macri) a la espera de que la situación se deteriore. En tanto los miembros de la “casta” que siguen activos --parte de la UCR, el kirchnerismo, la izquierda-- carecen de liderazgo e ideas para enfrentarlo con éxito.