Microbiota y salud infantil

La salud infantil es una prioridad de todos los padres y a la hora de pensar en este tema siempre surge esta inquietud: “Mi hijo no tiene buenas defensas, se enferma constantemente”.
El sistema inmunológico es uno de los más complejos y fascinantes del organismo humano. No solo es el encargado de batallar contra cualquier germen que pretenda infectar el organismo, también es el encargado de la defensa contra cualquier agresión del entorno. 
La potencia inmunológica, que es la capacidad para defenderse de cualquier agresión exterior, se desarrolla en los primeros años de vida. Desde el nacimiento y sobre todo en la primera infancia, el sistema inmunológico debe desarrollarse y adaptarse a los estímulos medioambientales. En esta compleja interacción entre el organismo y el medio ambiente se va desarrollando la inmunidad. 
La primera línea de defensa contra los agresores está constituída por las barreras, las que  ejercen un importante rol, al actuar como una muralla muy bien defendida, que los agresores deben atravesar. La piel y las mucosas del aparato respiratorio, intestino, boca, oídos y genitales son algunas de estas barreras. Estas barreras, custodiadas por un poderoso ejército, el sistema inmunológico, tienen un importante aliado: la microbiota. 
En realidad, la primera barrera de defensa, no son los leucocitos o linfocitos de nuestro sistema inmunológico, sino la microbiota, una población diversa y compleja de bacterias que conviven amigablemente con nosotros en una relación de cooperación mutua. El primer concepto que surge de lo citado es que si nuestra microbiota está alterada, seguramente se verá afectada nuestra inmunidad.

MANTENER EL EQUILIBRIO
La microbiota cumple muchísimas funciones, sobre todo a nivel intestinal. Una de las más importantes es mantener un equilibrio en la población, para que no haya sobrecrecimiento de especies potencialmente patógenas. Hay microorganismos que ejercen un rol protector, al mantener a raya a otros, que si se desarrollan demasiado pueden enfermarnos. 
Un buen ejemplo es la cándida, un hongo que habita en nuestro intestino, piel y mucosas: cuando existe un terreno predisponente puede haber un sobrecrecimiento y producir infecciones en diversas zonas del organismo.
La disbiosis es una alteración de la microbiota, donde se pierde en la piel y mucosas el equilibrio entre las diversas poblaciones de gérmenes, con el subsecuente sobrecrecimiento de especies potencialmente patógenas, se produce una desequilibrio en la compleja dinámica de la microbiota en las diversas barreras; volviendo a la cándida, ella convive en nuestro organismo sin enfermarnos, es parte de la microbiota. Pero si hay disbiosis, la cándida puede generar una infección.
La infancia, sobre todo el primer año de vida, es el momento crítico para la conformación de la microbiota. Los factores que citaremos a continuación, son determinantes a la hora de definir como se conformará esta primera barrera de defensa. 
1. Microbiota de la madre: la microbiota materna define en gran medida la calidad de la microbiota que tendrá su bebé. Por eso, es tan importante educar en el embarazo a las futuras madres en este sentido.
2. Nacimiento por parto vaginal: durante el nacimiento, el pasaje del bebé por el canal del parto determina la colonización del bebé recién nacido con la microbiota de su mamá. Cuando un bebé nace por cesárea, se interfiere con este proceso natural y el recién nacido adquiere una microbiota completamente diferente. También es muy importante evitar bañar al bebé recién nacido por parto vaginal.
3. Lactancia materna: no solo influye la interacción piel a piel madre hijo, sino la composición de la leche humana, la cual contiene muchos nutrientes con efecto pre y probiótico, además de ser el alimento perfecto para la salud intestinal del bebé. 
4. Alimentación de la madre y el bebé: el azúcar, las harinas refinadas y los alimentos procesados alteran la microbiota, no solo intestinal, sino de todas las barreras del organismo, creando un terreno apto para el sobrecrecimiento de bacterias patógenas, hongos y parásitos. Todos los aditivos, productos artificiales y procesados alteran la microbiota. La alimentación de la madre y el niño debe ser plena de nutrientes, natural y muy sana.
5. Uso indiscriminado de antibióticos en la infancia: frente al temor de una infección potencialmente grave, los padres a veces insisten en la indicación de antibióticos, cuando sabemos que la gran mayoría de las infecciones en la primera infancia son virales y no requieren de antibióticos. Los padres y profesionales debemos tener en cuenta que cualquier esquema antibiótico, barre con la microbiota sana del niño, favoreciendo la colonización de otras especies no habituales y la alteración de la compleja dinámica y equilibrio de nuestra microbiota.
6. Contacto con la naturaleza y el medio ambiente: en la interacción con el medio ambiente durante los primeros años de vida, el niño irá fortaleciendo su microbiota, por lo cual es una buena estrategia para su sistema inmunológico en contacto con el pasto, la tierra, los animales y con otras personas. Aislar al niño de la tierra o el pasto, evitar su contacto con mascotas o abusar de desinfectantes en el hogar, son algunas medidas que muchos padres adoptan pensando que están protegiendo a su hijo. Los niños deben interactuar con el entorno y una higiene excesiva no está justificada. Ensuciarse a veces, les hace bien.
7. Infecciones gastrointestinales: la diarrea, la constipación o cualquier infección gastrointestinal, además de las infecciones respiratorias o de piel, constituyen una señal de alerta. Nos están mostrando que existe disbiosis o se ha roto el complejo equilibrio entre el sistema inmunológico, la microbiota y el medio ambiente. Como ya citamos, este sano equilibrio es esencial para una buena inmunidad. El consumo de probióticos puede estar indicado, siempre bajo supervisión médica, para repoblar la microbiota o favorecer su recuperación, sobre todo cuando se han utilizado tratamientos con antibióticos.
En síntesis, el equilibrio de la microbiota es esencial para el organismo y para una buena inmunidad. Reforzando la microbiota, vamos a reforzar sus defensas. Este es un aspecto esencial que debemos considerar para proteger a nuestros niños.

Roxana Anahi Timo 
Médica (M.N. 88.956) Health Coach