El latido de la cultura

Metales pesados (II)

­En su autobiografía, Lemmy Kilmister -cantante de la banda de rock inglesa Mötorhead- escribe que en su momento tomó la decisión de convertirse en ``estrella de rock'' el día en que se vio sentado en una playa, solo, comiéndose unas chauchas enlatadas con un peine. Kilmister decidió que aquello tenía que cambiar y se compró un bajo. Así comenzó todo.
 
La hilarante anécdota describe a la perfección a Kilmister, mejor conocido a secas como Lemmy, un nombre en el que persona y personaje artístico se confunden. Su apodo surge de los años de juventud, en los que acostumbraba pedir libras (o lems) por la calle. Lemmy encarna, a su vez, una voz que sabe reírse de sí misma, reírse de todo, un espíritu que viene de las desopilantes letras de sus adorados Chuck Berry o Little Richard, o bien de las conferencias de prensa y los shows en vivo de los Beatles, a menudo cargados de bromas y gags. El humor como una de las cuerdas sonantes de ese gran movimiento contracultural (acaso uno de los más importantes del siglo XX) que fue el surgimiento del rock. Pero también, acaso un antídoto contra la insoportable solemnidad y la desalmada burocracia del mundo. ``En la década del sesenta acabábamos discutiendo con los árboles, pero lo peor es que a menudo ganaban ellos la discusión'', recuerda en sus memorias.
 
EL ROCK ES NO
 
``No considero que seamos una banda de heavy metal, simplemente tocamos rock and roll'', declara el líder de Mötorhead en el multipremiado documental del año 2010 dirigido por Greg Olliver y Wes Orshoski. Esa línea sigue Norberto Verea, periodista especializado en rock pesado, para quien la banda inglesa es la más honesta de este estilo musical. ``No llegás al rock porque la vida te sonríe. Considero al rock como algo estrechamente ligado al `no'. El rock es `no'. Si fuera `sí' sería entretenimiento. ¿Está mal eso? Para nada. Pero el rock es `no'. Sin el rock hubiera sido complicada para mí la vida. Me refugié ahí siempre'', afirma Verea.
 
En el ambiente metalero Lemmy es venerado como un dios o como ``el padrino del Heavy Metal''. El fenómeno no se visibiliza solamente en este ambiente sino que se hace extensivo a la industria musical toda. Habría que preguntarse por qué queremos tanto a Lemmy. En un mundo donde la superficialidad y la hipocresía afloran a cada paso, este ícono británico personifica el ideal de autenticidad al cual todos aspiramos, nos guste o no su música. Hombre de la vieja escuela, de códigos inquebrantables en relación al amor o la amistad, Lemmy supo vivir de acuerdo a sus ideales. ``La gente con el metal tiene un drama, un prejuicio muy grande porque se unió a la música con el fan. Se quedó con el todo y no desmenuzó. No es una bola de ruido. Si uno escucha bien, allí de fondo hay melodías folk, música celta. Por supuesto, también está la distorsión, la velocidad y la estridencia'', agrega Verea.
 
Lemmy Kilmister falleció en 2015 a los setenta años víctima de una enfermedad terminal que se había propagado por todo su cuerpo. Un par de meses antes lo que quedaba de él se había presentado en el último de los conciertos que dio en nuestro país, donde tocó una hora casi sin parar. Murió en su ley. Estuve allí ese día, cuando antes de bajarse del escenario se despidió con la clásica frase con la que anunciaba o cerraba sus shows: ``Somos Mötorhead y tocamos rock and roll''.