EL RINCON DE LOS SENSATOS

Mentira que destapa verdades

    La falsa democracia, y particularmente la instalada entre nosotros desde hace cuarenta años, ha ido reincidiendo en su capacidad de ubicar a la mentira como candidata a la presidencia. Desde Alfonsín, cuya detallada semilla para la actual caída de la patria puede seguirse en los editoriales de La Nueva Provincia de aquella época gracias a la intuitiva precisión de Roberto Raffaelli, que los escribía en su mayor parte. Mentira desde entonces y mentira su proyección posible a partir de ahora. Da pena tener que  referirse a los muertos para encontrar culpables; pero no hay más remedio porque, al fin y al cabo, la historia siempre se guarda bajo lápidas.

    Así, por ejemplo: ¿De quién sino del pseudo profesor Shuberoff es la responsabilidad de haber iniciado la entrega de la Universidad de Buenos Aires a la Franja Morada radical y, a través de ella, a la Coordinadora radical y al gremio de APUBA que la dominan, degradándola con negocios hasta hoy? ¿Cómo si no de ahí surge la razonable protesta de los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires que han debido quejarse reiteradamente de la incapacidad de unas autoridades, hijas de la burocracia de la CONEAU, que no llaman a concurso -medida imprescindible en el orden universitario- para designar profesores?

    ¿De quién sino de sucesivos gobiernos provinciales peronistas ha sido la responsabilidad de que  Concordia, elegante ejemplo de progreso en los años setenta, sea hoy vergonzosa y artificialmente la ciudad más pobre del país?  Gobiernos como el que se está por ir de Entre Ríos, cuyo titular -suponiéndonos abiertamente estúpidos a todos- acaba de decir con sonora facundia que “cambiar diametralmente de posición habla de la falta de solidez de una propuesta política. Si se burla la voluntad popular que cientos de miles de ciudadanos expresaron cambiando su programa de gobierno, el futuro que le espera a la Argentina es muy incierto” , con referencia al realineamiento de la oposición (Clarín, 27/X/23, pág. 9). Como si el candidato a Presidente de la Nación a quien él apoya no fuese el saltimbanqui más cotizado de la política argentina.

    De esa misma manera todo. Una generalizada arbitrariedad, imposible de revisar a tiempo hasta por la obstruída Justicia, aplasta la vida del país. Y en medio de la arbitrariedad, que se especializa en torcer la economía en su favor, crece una clase política que no duda en seguir entregándonos a la voracidad financiera, incluída ahora la férrea voracidad china.

    El origen moderno de este  consolidado sistema tiene clara fecha en el pacto de Olivos. Entonces la ambición de Alfonsín por dejar fortalecida a una clase política que sólo puede integrarse a través de los partidos, dueños exclusivos de la falsa representatividad, se combinó con la de Menem, cuyo único objetivo era una reelección que finalmente tuvo que dejar en manos del taura de Santa Cruz. Y es así como seguiremos cayendo con este vértigo que nadie puede concebir para un país dotado como el nuestro, a menos que se logre instaurar una república genuina, respecto de la cual la Constitución de 1853 pudo haber estado más cerca.

    Hacia ese renacer no apunta ni por asomo un candidato que ostenta la mentira en sus genes, pretendido inocente de sus propias permanentes trapisondas. El otro es una incógnita que habrá que animarse a develar. 

A tal temible encrucijada nos ha empujado el engaño. Tanto han mentido que han dejado clara la verdad.