Medicina prepaga, un sistema prostituido

Nacida a fines de los años setenta como una asociación de personas para ganarse el derecho a ser atendidas en sanatorios privados, pronto dio lugar a un sistema comercial que tiene atrapados a pacientes y médicos, que cobran honorarios miserables, evaluó el doctor Hugo Esteva. Oportunismo, lucro y falta de compasión de un sistema sinvergüenza. La solución no vendrá del mercado como cree el gobierno, asegura el especialista, sino del papel complementario que cumpla un Estado pequeño y eficiente.

Los considerables y consecutivos aumentos de las cuotas de medicina prepaga que se dieron en los últimos meses obligan a un debate que vaya más allá del modo en que estas cifras atentan contra los bolsillos vacíos de la clase media. Resulta imprescindible una mirada más amplia de la situación de la atención sanitaria en la Argentina, donde cada vez más personas evalúan con temor dar de baja la prepaga, sabiendo que tendrán que atenderse en los desfinanciados hospitales públicos. Y esto, a pesar de que los servicios privados se parecen cada vez más a los públicos, en términos de tiempos de espera, calidad de la atención y honorarios que pagan a los médicos. 
Con más de 50 años de trayectoria en la Medicina, el doctor Hugo Esteva aceptó la invitación de La Prensa a analizar la realidad actual del sistema sanitario y de la medicina prepaga.
“Fui testigo de cómo arrancaron las prepagas. Nacieron como una manera de poder atender a los primos pobres. Es decir, gente que tenía nivel social para ser atendida de manera privada -y estoy hablando de comienzos de los años 70, cuando estaba promediando mi residencia en Cirugía- y a la que empezó a no darle el cuero para pagar honorarios y sanatorios privados. Entonces, algunos grupos de gente se fueron dando cuenta de que se podía hacer un sistema en el cual se asociasen personas y con eso ganaran el derecho a ser atendidas”, recordó Esteva, cirujano torácico y miembro de la Academia Nacional de Medicina.
“Swiss Medical arrancó alrededor del año 1977. Se decía que armaron ese sanatorio sobre la avenida Pueyrredón, por lo menos la parte de quirófano, sobre la base de las enfermeras e instrumentadoras del Hospital de Clínicas. Desde entonces, empezó a crecer explosivamente”, relató, para luego añadir: “Cuando fui simultáneamente prestador y socio de esa prepaga, me invitaron una vuelta a una reunión de fin de año en la que habló Claudio Belocopitt (dueño de Swiss Medical y actualmente presidente de la Unión Argentina de Salud, la federación que nuclea a las asociaciones vinculadas al sector de la salud privada del país), en un tono realmente insolente”. 
Según rememoró Esteva, en aquella oportunidad el empresario “habló sobre Swiss Medical pero no dijo ni una sola palabra sobre salud”. En ese mismo encuentro, Belocopitt hizo una afirmación “premonitoria” (o una amenaza): “El que no esté dentro del sistema (de las prepagas), se va a quedar afuera de todo”, relató el cirujano torácico.
Lo cierto es que en la construcción de ese engranaje de atención privada de la salud, los médicos, sanatorios y demás instituciones que aparecen en las cartillas de las prepagas -llamados “prestadores”- han quedado atrapados con honorarios miserables y pagos diferidos a varios meses.
Y, ante esta realidad, surge también el oportunismo. “Una cantidad de mis colegas aparecen en las cartillas de las prepagas donde figuran como ‘doctor fulanito y equipo’. Entonces, cuando el paciente se tiene que operar, el titular del equipo le dice que lo operará su equipo y que si quiere una cirugía “personalizada” -es decir que lo opere él- entonces tiene que pagar por afuera, sin recibo, en dólares… Jamás en la vida pedí una cosa así porque me parece de lo último, porque usted rompe su palabra respecto de la empresa y respecto del enfermo”, enfatizó Esteva, quien contó que mientras él prestaba sus servicios a Swiss Medical y a Osde, planteó a estas dos empresas lo inapropiada que consideraba esta práctica. “Pero pusieron cara como diciendo ‘y bueno, qué va a hacer’…  Ellos prefieren un delincuente que esté dentro de la norma de ellos y no un tipo con libertad”, lamentó.
En cuanto al escenario actual, el académico describió: “Tenemos honorarios médicos que son cada vez peores y un gobierno tipo el que hemos tenido hasta ahora, obligando a las prepagas a hacerse cargo de tratamientos caros -que probablemente en eso tienen un poco de razón las prepagas, que les cuesta una fortuna porque los laboratorios se han bajado menos que ellos-. De manera tal que creo que se les ha puesto cuesta arriba. Pero los que sufrimos somos los asociados, que pagamos cada vez más y tenemos más restricciones mientras los médicos cobran una basura y tienen que montarse a esta cosa sinvergüenza, que es pedir honorarios por afuera (algo que piden prácticamente todos)”.
En esa línea, Esteva consideró: “El hecho es que se ha prostituido todo ese sistema. No es un sistema claro, limpio, sino que es progresivamente prostituido y manejado por un vivo bárbaro que se ha ido quedando como el jefe de todo esto, pero que cada vez que sale por los medios, que le encanta, sale como una víctima: el señor Belocopitt”.
- ¿Los considerables aumentos de las cuotas mes a mes solucionarán la situación?
- Le va a solucionar la situación al señor Belocopitt, pero no crea que se la va a solucionar a los médicos ni crea que se le va a solucionar mucho a los enfermos. Para que esto funcione, tendría que haber un verdadero control de un Estado decente. Si estuvieran a la cabeza de estas cosas gente como hay alguno de nuestros colegas que están en la salud  pública, creo que esto se podría arreglar pero poniéndole reglas y restricciones muy claras a los que han querido hacer de esto algo totalmente comercial. No digo que las prepagas no tengan que ganar, pero tienen que tener un límite.
- La justificación que se pone es que los costos de la salud son tan elevados que no les alcanza. ¿Cuánto hay de cierto?
- El único sistema que he visto decente y que hasta donde sé funcionó ha sido el que propuso quien fue mi jefe de Cirugía y que duró lo que un suspiro como Secretario de Salud Pública en la época de Lanusse, que fue el doctor Mario Brea, quien propuso los que se llamaban “hospitales de comunidad”, como el Hospital Privado de la Comunidad de Mar del Plata. 
Esa idea de hospitales, que están administrados por un cuerpo administrativo profesional más gente de la comunidad -que es representante de los enfermos-, y algún representante de los gremios que están ahí adentro, controlados entre sí, me parece que hubiera podido funcionar muy bien. 
En aquel momento se tiraron todos los pequeños sanatorios privados contra Brea, sin conocer el asunto. Al Hospital de Comunidad de Mar del Plata le costó una barbaridad mantenerse de pie y creo que han hecho algo bastante bueno. Es decir que imposible no es. La cuestión es que haya gente que sepa y que sea decente. Esa gente existe en la Argentina, pero no la va a encontrar manejando un hospital casi puramente con el gremio, como pasa hoy con el Hospital de Clínicas. 
Estoy seguro de que hay personas que pueden hacer funcionar el sistema, que tampoco es tan complicado. Que la medicina está tristona en el mundo entero, es verdad. Eso ya lo sabemos. Pero porque los intereses económicos pueden más que otros.
El gobierno actual dice que todo tiene que ser privado, que tiene que regirse por los intereses de la oferta y la demanda. Eso para la salud no va. Eso no es suficiente para la salud. Tiene que haber un mecanismo oficial que haga ese esfuerzo que no hacen los privados. Ya lo decían los antiguos y lo modernizó el padre Leonardo Castellani, quien sostenía que el Estado está para administrar justicia, para hacer la guerra y para hacer caminos. Esto último quiere decir hacer lo que no puede hacer el privado, hacer el camino y, una vez que ese camino está hecho, por ese camino andamos todos. Pero ese primer impulso lo tiene que hacer el conjunto que es el Estado.
- ¿El sistema sanitario de la Argentina, tanto público como privado, está hoy en terapia intensiva?
- La situación es grave. Lo que pasa es que los médicos seguimos teniendo vocación.  Da gusto oír en los ateneos las discusiones, la voluntad que se pone para plantear las mejores soluciones, el enamoramiento de los médicos con su profesión. Esto no se ha perdido a pesar de todo.
Sí es cierto que no se ve mucho el amor al prójimo en el consultorio, porque muchos pacientes me dicen: “Ay doctor, qué bien, usted me revisó, el otro doctor miraba la computadora”. Ese aspecto tiene que ser reivindicado, tiene que terminar la masividad en la educación médica…
- Por lo tanto, considera que esta situación de decadencia sanitaria se revierte con la intervención del Estado…
- Un Estado chico y eficiente. No hace falta que sea el mamotreto enorme que mantiene hospitales que están llenos de vagos, dominados por los gremios. Lo que tiene que cambiar es la mentalidad. Este gobierno no lo va a lograr haciendo desaparecer al Estado. Lo que tiene que hacer es pequeño y eficiente. No es tan difícil la fórmula… aunque reconozco que tampoco es fácil de poner en práctica.