Más sobre el origen del peronismo

Consideramos que el peronismo constituye una singularidad de la historia argentina del siglo XX, y que tal singularidad no se reduce a su confrontación con otras corrientes políticas locales, sino que se perfila igualmente en las diferencias que registra con otros fenómenos de la región. Así, no puede confundírsele con el aprismo (Perú) o con el varguismo (Brasil), a los que reiteradamente ha sido asimilado.

Tampoco es válida su trillada confusión con los fascismos, que ha recibido en la obra de Cristian Buchrucker una refutación contundente. Ni resulta superponible con los nacionalismos argentinos, sea los de talante católico y tradicional (mal que le pese a Loris Zanatta) como los de impronta totalitaria. Ahora bien, esta rara avis que transita hoy su largo tramonto político, no deja de ser un fascinante objeto histórico. Periódicamente se vuelca sobre él la atención de investigadores tanto argentinos como norteamericanos, tanto europeos como israelíes. Todo sucede como si el interés por el peronismo como objeto pretérito creciese en medida pareja a su paulatina disolución como sujeto político real, vigente y operante en la actualidad.

A esta línea de trabajos se suma la reciente obra del historiador y ex profesor universitario platense Fernando Klappenbach titulada Ejército, GOU y Peronismo, de la que se ha dicho con justicia que no sólo es una contribución a la historia de la mencionada fuerza cívica, sino también un aporte a la misma historia política del Ejército argentino.

En efecto, una parte importante de las más de seiscientas páginas que componen este volumen ahonda en el papel que, tanto la logia militar aludida en el título como buen numero de oficiales superiores ajenos a la misma jugaron en los confusos forcejeos internos que llevaron primero al breve eclipse y luego a la reivindicación triunfal de Perón en octubre de 1945.

El autor realiza una revisión detallada, prácticamente hora tras hora, de esas jornadas vertiginosas tanto dentro de las Fuerzas Armadas como del sindicalismo, el preexistente y el naciente. Y no tiene empacho en manifestarnos su tesis, según la cual la movilización social del 17 no produjo per se el éxito peronista, sino que -en todo caso- contribuyó a desempatar en favor de Perón el enfrentamiento interno planteado en el Ejército tras el pronunciamiento del General Avalos y la guarnición de Campo de Mayo. 

Y las cosas se resuelven así porque una parte sustantiva de la oficialidad, fueren cuales fuesen sus reservas personales respecto del nuevo líder, se siente politica e institucionalmente amenazada por la embrionaria Unión Democrática, en la que perciben un nuevo avatar del Frente Popular abortado en la década precedente. De allí que sea la legitimidad del movimiento del 4 de junio de 1943 lo que muchos militares sienten que está en juego. De allí, también, que Perón se convierta en su candidato inevitable y las rebeldías contra su persona o su orientación resulten inevitablemente perdidosas durante una década.