Más Estado o más sociedad civil, he aquí la cuestión

El presidente Milei pretende con insuficientes fuerzas en el Congreso conquistar la independencia de los argentinos, pasar sin transición de la esclavitud que impuso el dirigismo estatal a la libertad de un régimen liberal, remover los obstáculos amontonados en el espacio de varias décadas y terminar con la lepra de antiguos vicios. Pero parece imposible extirparlos de golpe con una ley ómnibus.  

Los sucesos en el Congreso indican que hay mucha esperanza perdida. Habrá que ver si el instinto de conservación prevalece en la mayoría de los legisladores y gobernadores para que se logre el equilibrio relativo necesario para componer las cosas, sobre todo para que no naufraguen también las instituciones republicanas.

Será muy duro el periodo de transición pero la lucha por un cambio de sistema que acabe con la inflación, mal que chupó la energía de los argentinos y los empobreció material y moralmente, bien lo vale.

La oposición debe ayudar al gobierno en sus primeros pasos. Que la figura de Milei no guste, incluso produzca resentimiento o rechazo, no es motivo para que no se piense en mejorar el porvenir del país. No son pocos los políticos que marchan en consonancia con las protestas violentas y desestabilizadoras.

Hay que hacerles explicar cuáles son sus intereses, definir claramente sus objetivos ya que no tienen un plan alternativo, no son ellos los que terminarán con el largo letargo en que nos colocaron durante años, deshonrando la República e inmovilizando su destino. No podrán impulsar al país hacia adelante repitiendo políticas fracasadas.  

GRAN OBRA

Hace falta realizar la gran obra que las circunstancias actuales exigen. Javier Milei no miente, no propone una Argentina poderosa para este año sino un cambio de dirección para que pueda traducirse lo antes posible en cambios estructurales decisivos que disuelvan el corporativismo, que puedan insertarnos en el mercado mundial promoviendo la amistad con las grandes potencias democráticas y pro-occidentales y liberar las fuerzas creadoras, dormidas en los argentinos por sometimiento a las coacciones de gobiernos intervencionistas y dirigistas del pasado.

Desde su aparición en la política, de buena o mala manera, ha intentado dar la batalla cultural que se manifestó claramente e intensamente en estos días, no sólo en el Congreso, también en la prensa y medios de comunicación.  

Tiene la intención de debilitar el populismo, recuperar el texto constitucional de 1853, desestimar y rechazar todo acto de violencia con la ayuda inestimable de Patricia Bullrich, tan convencida como él de que hay que seguir adelante con el reclamo insistente de paz social como valor, que apoya la mayor parte de la sociedad argentina.

Pero, como más importante que las intenciones son los efectos posibles o reales de los actos de gobierno. El presidente deberá esforzarse por afianzar la autoridad moral frente a la gente, diferenciarse de los gobiernos kirchneristas, no apartarse del camino ni dejar de explicar la necesidad de leyes que desregulen la economía y permitan volver a los principios de la Constitución, poner a su favor a la opinión pública para que acompañe los cambios que se precisan, demostrar que no hay intereses personales en los proyectos que se anuncian, sólo el bien de la República.  

Los legisladores tal vez, de ese modo, no tendrán más remedio que acompañar por la fuerza de su gravitación, entender la conveniencia de tirar del mismo carro.  

RESPALDO

También sería útil que la gente sostuviera con energía sus derechos, que se lograra formar un núcleo vigoroso de unidad impulsado por los principios constitucionales y se estrecharan las relaciones con los sectores que piensan de manera similar para que aportaran luz y auxilio cuando lo pidieran las circunstancias.

Si la oposición no apoya al Gobierno, la inflación desembocará en una hiperinflación por lo cual el país enfrentará un verdadero desastre. Las expresiones del presidente al respecto son ciertas, advertencias serias y razonadas acerca de los males que nos amenazan.

Lo que se ha observado hasta ahora en el Congreso es la oposición sistemática a las medidas constructivas. Los legisladores han abusado de sus atribuciones para oscurecer las instituciones que deberían estar apuntalando, se negaron a construir un futuro mejor, se refugiaron en el pasado para eludir las responsabilidades mayúsculas que requiere la actualidad.

Les deben a los argentinos una dinámica actitud positiva para encauzar la economía y generar los aportes que la hora reclama. Se necesitan representantes que se decidan a cambiar el rumbo y a acompañar al país, deben preguntarse hasta cuándo pueden los argentinos estirar su tolerancia.

Hay límites para convivir con el modelo anterior, los errores no pueden volver a torcer el destino de nuestro país, a ponerlo en llamas. Hay sectores que no llegan a fin de mes, se ve la angustia diaria del comerciante, del que trabaja por cuenta propia, del que depende de un pequeño negocio o del ejercicio de una profesión liberal, de los siempre postergados jubilados y docentes y hasta de los que tienen un buen empleo.

Se vive en la incertidumbre de un ambiente enloquecido por la fluctuación enorme de los ingresos, la falta de crédito, con una ansiedad insoportable, que enferma. Es peligroso porque crea un clima de desestabilización. Hay que impedirlo. La única solución es apoyar esta nueva alternativa que implica, para reformar el Estado, una amplia política de privatización y desregulación que dinamice los mercados y vigorice los recursos de la sociedad civil.  

Corresponde atacar la acción disolvente de grupos de izquierda y ultraizquierda, populistas, estatistas y nacionalistas irrecuperables. Seguir con la política de identificarlos sin miramiento alguno. Negociar es inútil, tienen objetivos que responden a intereses espurios. El proceder con firmeza tendrá amplio apoyo de la población que constituye la mayoría, cansada del carnaval en que vivimos.  

El Gobierno, como también el Congreso, debería esforzarse por afianzar la seguridad. Es uno de los temas que convendría sustraer de las contiendas políticas, considerarlo un objetivo nacional, entre los prioritarios. En el mundo tanto la democracia como la libertad sufren serios embates. El presidente ha resuelto de qué lado debe Argentina posicionarse.

La visita a Israel y la alineación de su política con los países democráticos occidentales requiere, sin dilaciones, un acuerdo internacional que suprima hasta donde sea posible la existencia de movimientos terroristas, coordinar los esfuerzos con países democráticos para combatirlos. Ya fuimos víctimas, demanda una firme voluntad política para emprender el imprescindible desafío.

Se está perdiendo un tiempo indispensable por luchas internas, planteos de recelos mutuos. No se ha elevado la vista al plano de los grandes problemas nacionales. Siguen las demoras en triviales disputas partidarias, hay que encontrarle un remedio.

En cuanto a los fanáticos que no desean ningún contacto con la oposición, desconociendo que es la política, es bueno recordarles que ella incluye estar en comunicación con todos los sectores democráticos de la vida argentina.

El gobierno quiere producir hechos políticos que permitan mostrar que se ocupa de los problemas de quienes representa y difundir la doctrina liberal, aspira a que cada vez más argentinos apoyen el cambio de sistema, conseguir consenso ahora y en el futuro.

No habría que tener miedo de hacer alianzas para crear una fuerza liberal en todo el país que evite una nueva frustración. Urge poner a la Argentina en marcha ascendente, abrir la economía al sector privado, suprimir regulaciones y trabas burocráticas, única manera de atraer inversiones, reactivar la economía, disminuir la desocupación, incrementar los salarios reales.

En resumen, ir hacia un futuro próspero sobre bases económicas sólidas, reales, que no interfieran en el bienestar general.   

Es hora de mirar hacia adelante. El Gobierno cuenta con soluciones para los problemas que nos preocupan. Si el presidente aumenta el apoyo en el Congreso y sigue firme en su tarea de gobernar, de enseñar y de aprender, un renacer de la idea de libertad en todos los planos será posible.