La belleza de los libros

Martín Fierro: sus hijos y el profético Vizcacha



Cuántos eran los hijos de Martín Fierro. En el Poema aparecen, como personajes “presentes”, sólo dos: el Hijo Mayor y el Hijo Segundo. En el canto 11 de la segunda parte, Martín Fierro, después de diez años de perder todo contacto con su familia, concurre a “una carrera muy grande / entre varios estancieros”:

y allí estaban los muchachos

cuidando unos parejeros.

Cuando me oyeron nombrar

se vinieron al momento,

diciéndome quiénes eran (II, 1661-1665).

Con “los muchachos” se refiere al Hijo Mayor y al Hijo Segundo, quienes, entre los cantos 12 y 19 contarán sus respectivas historias. Pero hay alusiones a otros hijos:

De mis hijos he encontrado

sólo a dos hasta el momento (II, 1643-1644).

Antes, en el canto 6 de la primera parte, afirmó:

me han contado que el mayor

nunca dejaba a su hermano (I, 1047-1048).

De los versos 1047-1048 podría inferirse que los hijos eran únicamente el Hijo Mayor y el Hijo Segundo. Sin embargo, hablando de su mujer menciona “un enjambre de hijos”:

si no le quedó ni un cobre

sinó de hijos un enjambre (I, 1059-1060).

También el Hijo Mayor, encerrado en la cárcel, utiliza el plural para nombrar a sus hermanos:

En mi madre, en mis hermanos,

en todo pensaba yo (II, 1905-1906).

Y lo mismo hace el Hijo Segundo, cuando reflexiona sobre el desquiciamiento de su familia, debido a la carencia del padre:

Falta el cabeza primario,

y los hijos que él sustenta

se dispersan como cuentas

cuando se corta el rosario.

En conclusión: podemos pensar lícitamente que, a pesar de lo expresado en I, 1047-1048, los hijos de Martín Fierro eran bastante más que dos, aunque no podamos precisar el número exacto.

EL HIJO MAYOR

Su destino se relata en el canto 12 de La vuelta de Martín Fierro. Lleva el subtítulo de “La Penitenciaría”.

Ante un crimen que no logra esclarecer, el juez decide enviar a prisión a tres sospechosos, uno de los cuales es el (inocente) Hijo Mayor:

Declararon otros dos

sobre el caso del dijunto;

mas no se aclaró el asunto,

y el juez, por darlas de listo,

“Amarrados como un Cristo”,

nos dijo, “irán todos juntos”.

De la extensa y patética descripción de los padecimientos que implica el cautiverio, citemos, entre tantos igualmente bellos y expresivos, estos dos versos:

Allá el día no tiene sol,

la noche no tiene estrellas.

EL HIJO SEGUNDO

El Hijo Segundo tiene mucho que contar. Dentro de la hermosísima novela en verso que constituyen las dos partes del Martín Fierro, los cantos 13 a 19 de la segunda parte forman en sí mismos un interesantísimo cuento pleno de peripecias, de gracias, de paradojas, de ironías.

Una tía había brindado amparo al Hijo Segundo, pero…

El juez vino sin tardanza

cuanto falleció la vieja.

“De los bienes que te deja”,

me dijo, “yo he de cuidar;

es un rodeo regular

y dos majadas de ovejas”.

Era hombre de mucha labia,

con más leyes que un dotor.

Me dijo: “Vos sos menor

y, por los años que tienes,

no podés manejar bienes;

voy a nombrarle un tutor”.

Y el tutor es el celebérrimo Viejo Vizcacha, uno de los personajes de más feliz memoria en el mundo de la literatura, presentado con certera socarronería:

Cuando el juez me lo nombró

al dármelo de tutor,

me dijo que era un señor

el que me debía (1) cuidar,

enseñarme a trabajar

y darme la educación.

Tras los diversos episodios dedicados al Viejo Vizcacha (caracterización, consejos, muerte, velorio), el relato sesga hacia las peripecias vividas por el muchacho enamorado de una viuda y la consecuente ignorancia de acudir a un curandero para conquistarla.

CONSEJOS DE FIERRO Y DE VIZCACHA

“Un padre que da consejos / más que padre es un amigo” (II, 4595-4596) son las célebres palabras con que comienzan los consejos impartidos por Martín Fierro al Hijo Mayor, al Hijo Segundo y al llamado Picardía, que no es otro que el hijo de Cruz.

Como vemos, el Hijo Mayor y Picardía reciben solamente los consejos de Martín Fierro; en cambio, el Hijo Segundo es el único de los tres jóvenes que escucha dos clases de consejos: los, en general, ventajeros e inmorales del Viejo Vizcacha, y asimismo los bien encaminados de Martín Fierro.

Sin embargo, no todos los consejos (canto 15 de la segunda parte) del Viejo Vizcacha son de índole reprochable. Los hay también muy dignos de ser tenidos en cuenta:

a) Atinada observación de la conducta humana: “El hombre, hasta el más soberbio, / con más espinas que un tala, / aflueja andando en la mala / y es blando como manteca: / hasta la hacienda baguala / cai al jagüel con la seca”.

b) Contra la vana ostentación de riquezas, ornatos o dignidades terrenales: “El que gana su comida / bueno es que en silencio coma; / ansina, vos ni por broma / querrás llamar la atención: / nunca escapa el cimarrón / si dispara por la loma”.

c) Contra una actitud muy difundida: “A naides tengás envidia, / es muy triste el envidiar; / cuando veas a otro ganar / a estorbarlo no te metas: / cada lechón en su teta / es el modo de mamar”.

d) Secuela de la anterior, esta sextina vaticina los angurrientos, codiciosos, insaciables, egoístas, despiadados, corruptos y repulsivos tiempos de la caco-clepto-plutocracia que supimos conseguir: “Ansí se alimentan muchos / mientras los pobres lo pagan. / Como el cordero hay quien lo haga / en la puntita, no niego; / pero otros, como el borrego, / toda entera se la tragan”.

(1) En el interior del verso, estas formas verbales aparecen siempre diptongadas.