Atiendo a muchos santafesinos y muchos son de la ciudad de Rosario por eso el informe del diario “La Capital” de Rosario del 5 de julio me iluminó aun más sobre lo que sucede y me afirmó además por donde estaría el camino correcto. Ciudad invadida por la muerte y el deterioro a “cielo abierto” que son “verdaderos manicomios” en las calles y sin atención médica como sucede acá en varias zonas de la Capital (Constitución, Bajo Flores, Soldati, etc. y del conurbano bonaerense).
El diario menciona un hecho grave de salud pública: “Estamos en una situación muy complicada, la de una mujer en situación de calle y en abstinencia; no podemos internar a nadie porque no hay camas; últimamente no podemos internar a nadie por consumo problemático porque están estallados los hospitales”.
CIUDAD ESTALLADA
Ciudad estallada por el consumo y la venta con mafias organizadas pero la ideología impide abrir centros. Sí la “ideología”, ya que se presume, que cuidar a un paciente en una residencia ( comunidad terapéutica, por ejemplo) es privarlo de la libertad cuando el mismo es un esclavo. Se lo priva de la vida. La ideología se atreve a desconocer a la realidad de los que nos sucede como comunidad.
Una residencia para muchos es reeditar el manicomio. Ignorancia supina a esta altura de la civilización ya que las comunidades terapéuticas surgieron como la superación del manicomio, aunque paradójicamente se los abandona al deterioro y a la miserabilidad humana durmiendo en las calles o en los pasillos de los cajeros bancarios y también bajo los puentes. Gran proporción de los que están ahí no son solo pobres sino adictos que buscan desde el vino hasta el crac para llegar a la muerte buscada.
La situación de Rosario retrata el panorama asistencial y preventivo en relación con las adicciones. Cuesta conseguir una cama y una residencia terapéutica para pacientes graves o sea aquellos que no pueden ya dejar de consumir y que tienen múltiples internaciones y caen en lo que denomino sistemas de “puerta giratoria” o en “lavaderos” o “tintorerías”: una o dos noches, habitualmente hospitalarias luego de una intoxicación tratadas primitivamente con suero, un tranquilizante y a la calle para que vaya a un ambulatorio al cual nunca ira .
Sorteó, otra intoxicación, pero la abstinencia vuelve como verdadero motor del consumo y vuelta a consumir. Otra ruta precaria por lo limitada es entrar en los pocos centros psiquiátricos que quedan (porque no se habilitan) en donde buscan que remitan los síntomas màs evidentes de psicosis (alucinaciones, delirios, intentos de suicidio) y a un tratamiento ambulatorio en donde la verdadera historia del consumo no se trata (abandonos, precocidad en la ingesta, duelos, etc.).
De lo contrario van a centros no habilitados (que se han multiplicado enormemente), sin profesionales aptos en el tratamiento y duran pocos días ya que la tecnología médica y psicológica es muy precaria.
Estos centros han crecido ya que la pandemia de consumo facilitada por una política en donde se ha “cancelado” la prevención, no se habilitan nuevos centros y los padres algunos existentes y otros inexistentes dejan al joven a expensas de si mismo a “cielo abierto en un verdadero infierno terrestre”.
PARADIGMAS DE CONSUMO CUIDADO
Desde hace 30 años en Rosario triunfó la postura del consumo cuidado y no el paradigma de cuidarse de consumir porque daña. El consumo precoz (inmadurez de la personalidad y un sistema nervioso en evolución en donde los centros superiores están en desarrollo) “secuestra” literalmente a muchos y se ha naturalizado aquello que daña.
Si no hay prevención y detección precoz hay territorio tomado; la inundación avanza. La prevención y la detección precoz son el sistema inmunológico de este tema epidemiológico y de esta enfermedad social.
Conozco la situación de Rosario por mis pacientes que han logrado con amparos judiciales ingresar a un tratamiento profesionalizado en una comunidad terapéutica y es riesgoso todo el contexto que rodea a un paciente que quiere rehabilitarse: dealers por doquier, barras bravas dominando los escenarios de distribución, complicidades evidentes de muchos jerarcas, amenazas a personas que desean otra vida posible. Medellín en Argentina.
Los efectos más evidentes que demandan la creación de centros para pacientes de alta gravedad en el consumo son varios:
1- La Argentina ocupa los primeros lugares en consumo de cocaína en América Latina junto a Uruguay (que dinamitó el consumo luego de la legalización en farmacias de la marihuana que paradójicamente es vendida màs barata por narcos ilegales y más potente) y también en consumo de alcohol juvenil.
2- La edad de iniciación en el consumo es cada vez más baja (12 años ) y los años de consumo hasta cuando llegan a centros para un tratamiento profesionalizado es en muchos casos de 20 años.
3- La edad precoz en el consumo se conjuga con una inmadurez del cerebro que literalmente “secuestra” la personalidad del adolescente precisamente cuando se considera a la adolescencia como “el segundo nacimiento”. Así se abandonan estudios, no se aprenden oficios , se vive en la calle, se de-socializa (socialización patológica) con grupos marginales. La unión entre edad de iniciación y la cantidad de años de consumo genera una apetencia por el consumo irrefrenable en donde los tratamientos ambulatorios resultan ser un fracaso absoluto o un lugar en donde el paciente vive una doble vida de mentiras. Se droga y va al tratamiento contando una historia de si que un fraude a sí mismo.
4- La cantidad de dinero que se necesita para sostener el consumo de sustancias es de alrededor de 100.000 mensuales (cocaína) como minimo. El robo está ahí y si eso se complica con el juego y la prostitución la cifra mensual sube a escalas enormes. Por eso vemos profesionales, empresarios, etc. con empresas quebradas y familias destruidas.
5- Los trastornos neurológicos que genera el consumo son evidentes alterando la capacidad de aprendizaje, la memoria, la atención, el control de impulsos y para ello es necesario estudios de neuroimagen para analizar las zonas infartadas del cerebro causadas por la ingesta.
6- El contexto donde vive o convive el consumidor es clave. Hay trabajos en donde el dealer tiene una clientela asegurada en los distintos turnos y son lugar de venta; los barrios con sus clanes, “barras bravas” con lugares de distribución, la cantidad de plantaciones particulares de cannabis, no precisamente para uso medicinal ,que le sirve no solo para consumo personal sino también como transacción con otras drogas en los patios o jardines de la casa.
7- Otro elemento del contexto es el consumo intrafamiliar: padres que consumen con sus hijos, padres que facilitan el consumo, consumo entre hermanos, etc. 8- Trastornos en el ciclo vital no tratados: muerte de familiares significativos, abuso, incesto, violencia intrafamiliar que se trata de sedar patológicamente con el consumo de sustancias.
9- Así se va entrando en la carrera de la cronicidad en lo que llamo en mis trabajos “jóvenes crónicos” ya que dependen del consumo y su vida es una rápida entrada en el deterioro y el envejecimiento precoz.
10- Todo esto se conjuga con los innumerables trastornos de personalidad que padecen por una infancia de abandonos y por los efectos de las sustancias con delirios , alucinaciones , etc.
11- Todos estos fenómenos culminan en la aparición masiva de “nadies” que han perdido su identidad y que como “zoombies” vagan por las calles o suburbios o barrios de nivel económico alto. “Nadies” que tendrán que ser “alguien” (personas libres) a través de grupos de profesionales que los ayuden a recuperar su libertad y autocontrol con la ayuda de familiares garantes de un tratamiento de alta complejidad.
Estamos en plena pandemia de consumo de estupefacientes e incluso (tema no tratado aquí) con países latinoamericanos que han aumentado su producción de estupefacientes y que atacan a aquellos que denuncian esto. Es un producto mas como la soja, la energía, el trigo, etc. La salud parece importar poco o en realidad el ser humano que es un objeto de plusvalía.