Malvinas a la luz de la esperanza tolkieniana

El viaje del héroe (Seguna entrega).

Continuando con esta semblanza abordaremos hoy el concepto de héroe y santo. Con el Padre Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu sostenemos que: "El niño aprende por principios, por palabra, pero sobre todo aprende por ejemplos. Si un niño ve que en su casa el papá o la mamá le dicen una cosa pero después hacen otra distinta, ¿qué es lo que más le queda? No son tanto las palabras, sino los ejemplos, y se da cuenta cuando hay una contradicción entre una palabra y un ejemplo. Y ¿cómo nace muchas veces una vocación en un joven? Cuando un joven reconoce y admira a una persona que ha seguido un determinado camino y entonces dice: ´Yo quisiera ser como aquél´. Es decir, en el santo y en el héroe, en el ejemplo, en el modelo, aparecen las verdades, los principios, cómo encarnados, cómo realizados en una persona. El santo es aquél que ha hecho de su vida un Evangelio. El héroe es aquél que ha hecho de su vida una encarnación de los principios de amor al Bien Común, de fidelidad y de heroísmo. (...) El héroe como resumen de todas las virtudes humanas, del coraje, del heroísmo, de la generosidad, del desinterés, del servicio al Bien Común. Y el santo como resumen de las virtudes divinas, de las virtudes sobrenaturales, de las virtudes teologales (...) Pero no son dos cosas separadas, porque ser santo es heroico, el santo es héroe, es alguien que ha vivido heroicamente las virtudes cristianas. Y el héroe cristiano es también santo. Aún cuando en su vida se haya dedicado al servicio de valores humanos, como la justicia, cómo la verdad, como la familia, como la Patria, si lo ha hecho con espíritu cristiano, en esos valores él estaba sirviendo a Dios. Por eso cuando alguien con espíritu cristiano entrega su vida defendiendo la Patria, se puede decir que ha caído por Dios y por la Patria, sin que esas palabras sean una exageración".
Por ello, supo cantar el Padre Castellani que: "Amar la patria es el amor primero/ y es el postrero amor después de Dios;/ y si es crucificado y verdadero,/ ya son un solo amor, ya no son dos".

LLAMADO, VOCACION Y MISION
Tal vez parezca evidente, pero tanto el santo y el héroe, ante todo son una persona. ¡Sí! No es un extraterrestre -dejemos eso para Superman-. Es una persona, común y corriente. Pero –y aquí está la cuestión- que en determinadas circunstancias se distingue del resto por recibir un llamado y responder a él. Una vocación para realizar actos extraordinarios. Una misión que cambiará su vida para siempre. Por lo que la respuesta a este llamado exigirá un compromiso total, abnegado, noble y sacrificado. Puesto que un gran poder, conlleva una gran responsabilidad.
Como podemos ver, los héroes desempeñan actos extraordinarios en situaciones extraordinarias. Sin embargo, estoy convencido de que también hay héroes en situaciones ordinarias. Trataré de explicarme.
Cualquiera puede ser un héroe si acepta el llamado por el que ha venido a este mundo. Un padre, una madre, un abuelo, una abuela, un tío, una tía, un vecino; un estudiante, un obrero de fábrica, un amigo, un comerciante, un docente, un chofer de colectivo, un sacerdote, un médico, un artista, un jardinero… pueden ser héroes cuando cumplen con sus deberes de estado de la mejor manera. Cuando realizan lo que es debido -y un poco más- en silencio, con excelencia y sacrificio cotidianos. Cuando van a contramano de un mundo de soberbios e irresponsables, con humildad se encomiendan a Dios y van más allá del deber. En otras palabras, cuando convierten lo ordinario en extraordinario, como enseña nuestro VGM amigo José Cruz.
Esos héroes sin capa, que libran batalla tras batalla y que están dispuestos a las renuncias de todos los días por un bien mayor que dé sentido a sus vidas y a las de las personas que aman, son los que saben transformar lo pequeño en grande. Convirtiéndose en verdaderos referentes de vida por su amor ejemplar y aunque cotidiano, heroico. En fin, son ejemplos resplandecientes del buen obrar.
En la Gesta de Malvinas estos actos de amor -ordinarios y extraordinarios por su contexto- brillaron resplandecientes. Cómo para muestra basta un botón, pongo el ejemplo de este padre, el gendarme Sargento Ayudante Ramón Acosta quien antes de morir le escribía a su hijo lo siguiente: “Querido hijo Diego, ¿qué tal muchacho? ¿Cómo te encuentras? Perdóname que no me haya despedido de ti, pero es que no tuve tiempo, por eso es que te escribo para que sepas que te quiero mucho y te considero todo un hombrecito y sabrás ocupar mi lugar en casa cuando yo no estoy. Te escribo desde mi posición y te cuento que hace dos días íbamos en un helicóptero y me bombardearon, cayó el helicóptero y se incendió, murieron varios compañeros míos pero yo me salvé y ahora estamos esperando el ataque final. Yo salvé a tres compañeros de entre las llamas. Te cuento para que sepas que tienes un padre del que puedes sentirte orgulloso y quiero que guardes esta carta como un documento por si yo no vuelvo: o si vuelvo para que el día de mañana cuando estemos juntos me la leas en casa. Nosotros no nos entregaremos, pelearemos hasta el final y si Dios y la Virgen permiten nos salvaremos. En estos momentos estamos rodeados y será lo que Dios y la Virgen quieran. Recen por nosotros y fuerza hasta la victoria final. Un gran abrazo a tu madre y a tu hermana, cuídalos muchos, como un verdadero Acosta. Estudia mucho. ¡Viva la Patria! Papá”.

FAROS LUMINOSOS
Nuestros héroes son los faros luminosos que permiten sembrar la esperanza en nuestras vidas y darle un sentido pleno a nuestros actos cotidianos en medio de las tempestades. Más aún en esta hora oscura de la Patria gobernada por falsos modelos y ejemplos impuestos por la publicidad, la farándula y el consumo. El verdadero referente, enseña con su ejemplo a emplear con excelencia el tiempo que se nos ha concedido.