Estar en el lugar de perdedor es difícil, a nadie le gusta y puede resultar incómodo, pero en cierto sentido tiene sus ventajas: se sabe que de ahí no se puede caer, nadie reclama ni exige al que está en una situación desfavorable y se es comprendido o justificado si se obra con desmesura. Sin embargo, el lugar de ganador, aunque muy codiciado exige varios esfuerzos: luchar por mantenerse, guardar equilibrio entre la continua acechanza de los enemigos y el halago de los amigos manteniendo un enfoque lo más objetivo posible del escenario. Además de estar todo el tiempo a la vista y expuesto a correcciones fraternas y a críticas maliciosas.
EL DIARIO DE YRIGOYEN
Se cuenta que, durante su mandato, algunas personas cercanas al presidente Hipólito Yrigoyen editaban un diario especial para él, en el que solo existían noticias favorables a su gobierno. Si bien la mayoría de los investigadores e historiadores, sostienen que el famoso diario de Yrigoyen nunca existió, Félix Luna tuvo otra mirada al respecto: "En medio de las malévolas campañas antirradicales, ‘La Época’ (diario fundado en 1916, año en que asumió Yrigoyen su primera presidencia) publicaba en primera plana, día tras día, documentos del caudillo con 30 años de atraso; juicios laudatorios archiconocidos, los telegramas de felicitación... parecería que se estuviera tratando de rescatar dramáticamente una imagen que se iba haciendo cada vez más desvaída, más manoseada".
El relato transformó la frase en metáfora y haya existido o no, empleamos la expresión "el diario de Yrigoyen" al ardid que usan los amigos del poderoso para congraciarse con él, ocultando la verdad y mostrándole un enfoque exageradamente optimista. LOS AMIGOS Las Sagradas Escrituras enuncian una verdad cotidiana y comprobable: “Un amigo fiel es un refugio seguro, quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio y su valor es incalculable.” (Ecl.6,14-15). En la vida corriente es medianamente fácil reconocer al verdadero amigo, sin embargo, para quienes están en el poder no es tan sencillo. El lugar del poderoso es el que más puede concitar amistades peligrosas, ya sea por una incondicionalidad mal entendida que lo impulsa a perder la objetividad o por conveniencia hipócrita. Unos y otros pueden dañarlo, los primeros sin querer, los otros, intencionadamente. Los primeros son amigos del poderoso, que todo le consienten, los segundos solo aman su poder y cuando el poder se traslada cambian de amigo. Los verdaderos amigos del poderoso tienen un lugar muy importante porque son quienes pueden cuidarlo y ayudarlo a ver sus errores de forma cercana. Siempre y cuando ellos no crean que por rodearlo asumen también su poder y gozan de impunidad. Cuando a los próximos los envanece el lugar que les fue concedido dejan de ser una buena influencia.
LA MESA CHICA
La mesa chica es un lugar de gran peso que el poderoso da solo a quienes considera confiables. En cierto sentido es un alivio, pero como todo, tiene otra cara y también puede representar un riesgo. Robert Greene en su libro Las 48 leyes del poder enumera cuáles son las cualidades personales que se deben de tener para alcanzar y ejercer el poder. La obra contiene elementos de El príncipe de Nicolás Maquiavelo y también se la suele comparar con El arte de la guerra de Sun Tzu. La ley 18 del libro de Greene dice: “No construyas fortalezas para protegerte: el aislamiento es peligroso”. Es importante tener un sólido y fiel grupo de colaboradores, pero eso no tiene que quitar la posibilidad de escuchar otras opiniones o dejar de ver la realidad por sí mismo.
VIRTUD Y VERDAD
En lenguaje futbolero se habla de bilardismo, al referirse a esa forma obsesiva de exigir el máximo esfuerzo a cada uno de los integrantes del equipo, para poder cumplir con los objetivos planteados. Buscar y exigir excelencia es bueno siempre que no escape de un encuadre ético.
Aristóteles enseña que la virtud se encuentra en un punto medio entre dos vicios extremos, uno por exceso y otro por defecto. El punto medio es la posición moderada. Atendamos que se refiere a la virtud y no a la verdad. Quedarse en un punto equidistante entre verdad y mentira logrando un tibio medio que conforme a todos (o a ninguno), no es la propuesta aristotélica, ni la que la realidad exige. A la verdad se la defiende con entusiasmo y sin hipocresía. Cuando algo bueno, cautiva y despierta un vivo interés, el entusiasmo es un sentimiento intenso y positivo. Es un elemento esencial para llevar adelante acciones nobles. Mueve a ejercerlas y superar los obstáculos. Pero cuando el apasionamiento y la tenacidad se van de cauce se está muy cerca del fanatismo. El problema no es el entusiasmo, es la exageración y la falta de prudencia. ¡Los amigos del poderoso no pueden darse el lujo de convertirse en fanáticos! No es fácil saberse ganador. No es sencillo tener poder. Decía Napoleón Bonaparte: “Solo con la prudencia, la sabiduría y la destreza se logran grandes fines y se superan los obstáculos”.
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