Los primeros 100 días y el examen del círculo rojo

Dentro de un mes, apenas inaugurado el otoño, se habrán cumplido los primeros cien días del gobierno de Javier Milei. En los más de setenta que ya lleva trajinados, el líder libertario ha conseguido irrumpir en escenarios que nunca había frecuentado, fue recibido por el Papa y por las máximas autoridades de Israel e Italia, intercambia frecuentemente mensajes con personajes de  influencia global como Elon Musk, se entrevistará hoy con el Secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken y probablemente comparta público durante el fin de semana con Donald Trump en Washington, en la Conferencia de Acción Política Conserbadora que congrega dirigentes e intelectuales de la derecha mundial. En muy poco tiempo Milei logró ser nítidamente distinguido en esos niveles.

 

Milei se autopercibe invicto

En el plano local, el Presidente se considera “invicto” (así se lo confió con orgullo a algúno de los periodistas followers  que suelen entrevistarlo). Evidentemente no cuenta como derrota ni la significativa poda  que se practicó en el Congreso a la llamada Ley Ómnibus (“Bases”) hasta reducirla a la mitad de su articulado original, ni el posterior retiro de sus restos. Tampoco contabiliza los frenos que la Justicia ya ha dictado a algunos tramos del decreto de necesidad y urgencia número 70/23, a la espera de su análisis por la Corte Suprema.

Por otra parte habría que preguntarse si no enturbia aquel “invicto” el hecho de que, más de dos meses después de asumir la presidencia, un número considerable de puestos importantes de la administración (de los que depende la resolución cotidiana de gestiones, desde la firma de un cheque a la distribución de alimentos a los comedores comunitarios o el análisis de la obra pública) estén aún desiertos, sea porque no se designó a sus titulares, sea porque los que fueron nombrados renunciaron o se los expelió. ¿Se trata, como muchos opinan, de que los libertarios no estaban preparados para gobernar o de que Milei se desinteresa de la administración del Estado, al que considera ineficiente por definición y cuya moralidad interior él denuncia (“es una organización criminal”)?

 

Victorias y goles en contra

Las victorias que el Presidente se adjudica están sobre todo ligadas a la economía, es decir, tienen que ver con la acción del ministro Luis Caputo, quien también se ufana de esos logros. En primer lugar, de haber bajado la inflación del 25,5 por ciento registrado en diciembre al 20,6 por ciento de enero. Estimulado por esa reducción, Caputo aseguró que en febrero la inflación estaría “cerca del 10 por ciento”, pero unas horas más tarde ajustó el cálculo y dijo que ese porcentaje se lograría “después de julio” y que en febrero habría que esperar “alrededor del 15”. Si se admite ese pronóstico, el trimestre mostraría una inflación de más de 60 puntos. Parece considerable, pero Caputo y el Presidente aseguran que consiguieron evitar una hiperinflación monumental.

Ministro y Presidente destacan asimismo que  en enero, el sector público nacional registró un superávit financiero de 518.408 millones de pesos (“por primera vez desde 2012”, mensajeó Caputo).

Estas cifras recibieron, sin embargo, “fuego amigo”. Carlos Rodríguez, ex jefe de asesores de Milei a quien el Presidente considera “un sabio de la Economía”, estimó que “la inflación está bajando porque no le pagaron a nadie. Después de una devaluación del 118 por ciento los precios subieron a lo bestia. Se suspendió todo tipo de pago, salvo los financieros. El sector financiero está bailando en dos patas, arriba de la mesa y festejando con champagne".  Rodríguez agregó que “la que no está festejando es la gente. No subieron los sueldos, no subieron las jubilaciones y los precios subieron 50 por ciento en dos meses. Entonces hay una recesión de la Madonna en el sector real. Entonces, claro que bajó la inflación. Así cualquiera la baja".

Más que crítica del pasado, el juicio de Rodríguez supone un interrogante sobre lo que viene: ¿es posible  usar esos mismos instrumentos por mucho tiempo?

 

Eppur si muove

Esa es la pregunta por la sustentabilidad de un programa de esa naturaleza, si es que a esos procedimientos (licuación, suspensión de pagos) se los puede considerar un programa de estabilización.

La visita de una jerarquizada delegación del Fondo Monetario Internacional encabezada por la número 2 del staff de la entidad (subdirectora gerente), Gita Gopinath, tiene precisamente el motivo de investigar in situ las condiciones y consecuencias previsibles de la política económica que despliega el gobierno. Los representantes del Fondo no se reúnen solamente con representantes oficiales; tienen interlocutores de diversa extracción, desde economistas profesionales a empresarios, sin excluir al movimiento sindical. De hecho, ayer la señora Gospinah se entrevistó con el secretario de relaciones internacionales de la CGT, el jefe de la Unión Obrera de la Construcción, Gerardo Martínez. Durante la media hora de reunión, Martínez  expuso a la funcionaria del Fondo que gobierno  está generando más pobreza, actuando sin acuerdos institucionales, sin diálogo y señaló que no tiene suficiente fuerza política para hacerlo. “En el caso del movimiento obrero, Milei actúa con agresividad  y eso nos obliga a resistir”, le dijo. Ante la prensa, Martínez resumió las ideas que le ttansmitió a la número 2 del Fondo: “Con su decreto de necesidad y urgencia, Milei puso en tela de juicio el contrato social del país. Respetamos al Gobierno y su legitimidad, pero creemos que es necesario un acuerdo político, que genere confianza, seguridad jurídica para atraer inversiones”. Apuntó también que el sindicalismo no se opone a una reforma laboral, “pero que no admitirá que sea por decreto; debe consensuada”. Finalmente, el dirigente cegetista le sugirió a Gospinah que auspiciara ante el Presidente el diálogo institucional.

Los funcionarios del Fondo cuentan, naturalmente,  con información bien destilada y pudieron comprender fácilmente de qué hablaba Martínez. Los diarios informaban ese mismo día que, en ocasión de su visita relámpago a Corrientes para hablar ante un auditorio liberal (el gobernador Gustavo Valdez, un reconocido político radical, en primera fila), Milei  exaltó el desprecio a la política, definió al Congreso como un “nido de ratas” y calificó de “traidor” y “basura” a un economista transversalmente respetado como Ricardo López Murphy. La solicitud de Gerardo Martínez a Gospinah lucía como una misión imposible.

El Presidente se ya se había encargadó el 14 de febrero, miércoles de ceniza, de ratificar su preferencia por el conflicto y el monólogo. En una entrevista concedida a tres followers de un canal adicto, recuperó la retórica de la motosierra, reafirmó  que no enviará recursos a las provincias y regresó a su leit motiv del maltrato los políticos (“delincuentes que se disfrazan de ovejas”; “la gente detesta y desprecia a los políticos; siente asco; tiene razón”). Apuntó especialmente contra la llamada “oposición amigable”, la que había contribuido a darle media sanción a la Ley de Bases, aunque cuestionó algunos de sus artículos (“Cuando vengan a decir nosotros queremos el cambio, somos republicanos... No, ustedes son una manga de delincuentes”).

Martín Lousteau, cabeza del radicalismo,  interpretó con astucia que  “lo que quiere Milei es rivalizar con el kirchnerismo. No quiere que exista nadie en el medio”.

Milei lo confirma: “tiene que haber dos polos ideológicos claros, uno liberal y otro estatista. El espacio del centro tiene que definir si está con el kirchnerismo o está con nosotros”. El Presidente está interesado en alimentar una nueva polarización. Especula que por esa vía puede zafar de la situación minoritaria en la que legislativamente lo dejó la elección de la primera vuelta, cuando llegó segundo y arrastró una cuota muy chica de diputados y senadores.

Más allá de Lali

Así, se lo ve dispuesto a dar batalla a todo un catálogo personal de malvados, que incrementa día tras día. “Sólo le falta pelear con el Chapulín Colorado”, bromeó el gobernador cordobés, Martín Llaryora, un miembro destacadísimo de esa lista de Milei, que lo ha acusado de “traidor”. Llaryora  eligió la gambeta

El Presidente venía de ocuparse, si no del Chapulín,  de la popular artista Lali Espósito, vapuleada por Milei por opinar críticamente sobre actitudes y medidas oficiales que afectan al mundo de la cultura.

¿Necesita el Presidente involucrarse en esas cruzadas y vilipendiar personalmente a quienes cuestiona? Cuando su tono y sus modos recibieron una oleada de críticas desde todos los ángulos (incluyendo voces amigas) Milei intentó justificarse: “Ella empezó”, adujo, como si fuera un niño de escuela primaria y no el jefe del gobierno nacional.

 El episodio tuvo un saldo negativo para Milei: su agresividad se convirtió en un elemento que le resta consenso en grupos que han mostrado su disposición a ayudarlo. Inclusive en sectores muy influyentes que asocian esa belicosidad con sus dificultades para articular fuerzas en el terreno institucional.

El Presidente ha registrado esa censura, a juzgar por lo que confesó en una entrevista de uno de sus followers: “El círculo rojo no la ve”.

Algunas señales periodísticas de esa, por ahora al menos, leve toma de distancia: Clarín, por ejemplo, en un titular definió la respuesta de Lali Espósito al Presidente como “contundente”, un adjetivo que denota el juicio del medio sobre la actitud presidencial.

El diario La Nación produjo una investigación sobre las declaraciones de ingresos del Presidente y también impulsó una investigación centrada en el vínculo adictivo del Presidente en relación con las redes sociales, particularmente con X (ex Twitter), propiedad de su admirado Elon Musk. El artículo contabiliza los mensajes y reposteos del Presidente (2766 en Twitter entre el 10 de diciembre y el 10 de febrero, un promedio de 45 por día) y también los momentos  en que suele  sumergirse en esa labor (de la que se ocupa personalmente):” usa la aplicación a diario, especialmente por las noches, algunas sin dormir “. Según La Nación, Milei “usa la red como un arma para descargar su furia, con ráfagas de ataques que rescata del universo tuitero (…) En sus intervenciones diarias conviven elogios a sí mismo, anuncios y cuestionamientos a sus adversarios”.

Evidentemente, la irrefrenable inclinación del Presidente a participar en el universo de las redes con el estilo y los modales que empleaba antes de ser electo y asumir, parece un síntoma y empieza a convertirse en una preocupación para muchos. Las redes son un universo contaminado por la agresividad y, a menudo, el delirio, No parecen el ecosistema más aconsejable para una autoridad de la que se esperan cambios sustanciales, cuidado de la armonía  social y gestión eficaz.  El Presidente está siendo evaluado.

Los tornillos que faltan

La mayor preocupación  del “círculo rojo” parece ser la dificultad que Milei exhibe para dotar de sustentabilidad política e institucional a un proceso de reconfiguración que en lo cultural empieza a tomar forma (algo que se ha evidenciado, inclusive, en la incorporación de ciertos temas a la agenda de preocupaciones de la señora de Kirchner en su último documento, que se puede leer como un esfuerzo de adaptación a un cambio de época).

En cambio, la reconfiguración del sistema político que está en marcha – de la que la sorpresiva elección de Milei ha sido un capítulo- está lejos de haberse consolidado. Requiere de todos los actores una lucidez mayor que la empleada hasta aquí.

Hay un presidente electo que no tiene fuerza legislativa ni territorial y parece empeñado en ignorar esa debilidad; hay un congreso todavía disperso y - en función de viejas y nuevas grietas- remiso a forjar acuerdos indispensables; hay un atisbo de convergencia entre los poderes políticos provinciales, que buscan llegar a acuerdos con el poder nacional que sostengan la autoridad presidencial pero impulsen paralelamente el fortalecimiento e integración de los territorios y sus economías. ¿Hará falta que, como en otras oportunidades, sea un agravamiento crítico el que impulse a los actores a disponer adecuadamente todas esas piezas?

Una mayor proximidad entre los factores principales (Presidente, gobernadores, Congreso) contribuiría, probablemente a componer la ecuación. Está faltando algún tornillo o alguna pieza que articule con inteligencia y capacidad de movimiento los fragmentos de poder dispersos para convertirlos en un sistema.

Un artículo publicado en La Nación del sábado 17 concluye con una frase significativa: “En la reforma acordada entre Alfonsín y Carlos Menem, se determinó que el jefe de Gabinete es el único colaborador del Presidente que puede ser removido de su cargo por el voto del Congreso”. Un día antes, en el mismo medio, el analista Sergio Berenstein escribía: “A pesar de que los constituyentes de 1994 incorporaron elementos propios del parlamentarismo, como la figura del jefe de Gabinete de Ministros para facilitar la cohabitación con otras fuerzas y evitar que los presidentes erosionaran su legitimidad, en especial si quedaban en minoría en el Congreso, el sistema político se las arregló para ignorar ese recurso y acrecentar los problemas en vez de abrazar esa solución”.

¿El círculo rojo no la ve o está preparándose a mirar otra película? ¿Se está elucubrando, preventivamente, una combinación “parlamentarista” para resolver el rompecabezas que por ahora Milei quiere armar a fuerza de voluntad, con el decisionismo  de un Ejecutivo desprovisto  de representación en el Congreso y las provincias? 

Habrá que ver cuál es el balance provisorio al llegar al día 100.