Los pactos preexistentes

El primero de febrero de 1820, las tropas porteñas conducidas por el general Rondeau caían vencidas por las fuerzas artiguistas dirigidas por Estanislao López y Francisco Ramírez. Estas podrían haber entrado a sangre y fuego a Buenos Aires. Razones no les faltaban: Santa Fe había sido invadida en cuatro oportunidades por los porteños, quienes pretendían eliminar la competencia de esa ciudad con la Aduana de Buenos Aires. Otro tanto había sufrido Montevideo, puerto que en ese entonces estaba en mandos del invasor portugués por la falta de asistencia a la vecina orilla que Artigas reclamaba con insistencia (don José Gervasio nunca imaginó al Uruguay como un país independiente, su sueño federal –mejor dicho, confederado– implicaba una alianza estratégica con las demás provincias unidas del Rio de la Plata para asegurar la defensa de la Banda Oriental de las aspiraciones lusitanas).

La mediación de Manuel de Sarratea (antiguo enemigo de Artigas) con los caudillos mesopotámicos concluyó con la firma del llamado Pacto o Tratado de Pilar, donde se proclamaba la unidad nacional bajo una organización federal, tal como la propuesta por Artigas. También se proponía el fin de la guerra con una amplia amnistía, hecha la excepción de los miembros del gobierno de Pueyrredón “por repetición de crímenes que comprometían la libertad de la Nación”. ¿Cuáles habían sido estos crímenes? La falta de apoyo a la guerra de Artigas con el imperio lusitano y las tratativas para consagrar un rey francés en el Río de la Plata bajo la forma que la Constitución unitaria de 1819, ley suprema rechazada por las provincias, no solo por las del Protectorado artiguista sino por las cuyanas y las del noroeste.

Si bien este Pacto salvaba a Buenos Aires de una probable destrucción, el Directorio como gobierno central dejaba de existir y cada provincia se organizaba en gobiernos autónomos que no siempre se respetaban entre sí. Valga recordar a la efímera República de Tucumán y su fallido ataque a Santiago del Estero.

Apenas meses más tarde, Ramírez perseguía a Artigas hasta su definitivo exilio en Paraguay y también se rompía el vínculo entre López y el Supremo entrerriano quien terminó sus días con un romántico sacrificio para salvar a su amante conocida como La Delfina.

Mientras esto ocurría, se sucedían los gobiernos en Buenos Aires hasta el nefasto día de los tres gobernadores, ese 20 de junio de 1820 fecha en la que muere Manuel Belgrano. El prócer, atribulado por la inestabilidad que sufría la nación que había asistido a dar a luz, expiraba con un dolorido “Ay Patria mía”, un anuncio de los difíciles años que le esperaba a la Argentina.

El Tratado del Pilar, junto al de Benegas firmado ese mismo año, y el del Cuadrilátero firmado en 1822, más el Pacto Federal de 1831, el Protocolo de Palermo de 1852 y el Acuerdo de San Nicolás también de 1852, son los pactos preexistentes a los que alude el preámbulo de la Constitución de 1853. También es licito incluir en esta lista el Pacto de San José de Flores que permitió la incorporación de Buenos Aires a la Confederación de 1860, concluyendo así años de secesión.

Después de casi un siglo de desgobierno que llevaron a la más angustiante crisis económica del país, debemos replantear el modelo de nación con el que aspiramos a vivir y progresar en paz. Las propuestas que guían este Pacto de Mayo son de una lógica indiscutible, pero debimos llegar a este estado de disgregación que nos obliga a replantear lo obvio: los principios fundacionales. El presidente Milei y su equipo han elegido diez puntos que, no tan curiosamente, se repiten en los pactos prexistentes.

Con esta convocatoria, el presidente descomprimió una situación que prometía complicarse y tener cierta paz hasta el 25 de mayo mientras continúa la titánica tarea de enmendar la economía mientras saca los trapitos sucios al sol de las trapisondas de “la casta” ...

Si se me permiten metáforas deportivas: pateó la pelota a las 25 yardas del ingoal contrario y obligó a los opositores a ponerse a la defensiva. Como bien escribió Dardo Gasparré en su columna, ahora mueven las negras...

Además Milei sembró esperanzas cuando hay que cruzar la parte más siniestra del desierto (y la palabra “siniestra” acá tiene las dos acepciones). ¿Tendrá éxito o prevalecerá el fanatismo partidario? Nadie dijo que esto sería fácil y el primero ha sido el mismo presidente. Al menos desnudará las intenciones ajenas.

Vamos hacia un pacto prexistente en el futuro cercano, una metáfora propia de un país sumergido en un realismo mágico que nos llevó a la trágica situación que nos toca vivir.