ESTAMOS CONCEDIENDOLE A LA IA LAS MISMAS CONDICIONES QUE SON ESENCIALMENTE HUMANAS

Los negocios en tiempos mendaces

Que el mundo fue y será una porquería no es una novedad sino una obviedad. Desde los egipcios a Discépolo hay una línea casi continua de coincidencias en el tema, aunque en algunos momentos de la historia hubo una buena parte de la humanidad que abrigaba alguna esperanza de mejoría o superación. Cada día resulta más difícil sostener esta expectativa.

No sólo me refiero a las mentiras de los políticos, que suele ser una parte de su oficio, sino también a la posibilidad de que el siguiente correo electrónico o mensaje en WhatsApp que recibamos sea una mentira elaborada o una estafa digital. Un botón mal apretado, un simple error, una hesitación o un momento de debilidad pueden desencadenar una catástrofe impensada.

Cada día nos resulta más difícil discernir la verdad de la mentira. Hace 2.500 años Confucio proclamó un poderoso antídoto para enseñarnos a discernir entre uno y otro: la lectura. "Siempre encuentra tiempo para leer, o te entregarás a una ignorancia autoimpuesta", aconsejaba el pensador chino. Aunque la lectura puede brindar cierta inmunidad, el ritmo acelerado de difusión de los temas y la proliferación de las fuentes hacen que analizar todas ellas sea una tarea ardua o imposible.

Hasta el siglo XIX, una persona medianamente culta y estudiosa, a los 20 años, había leído los libros esenciales para forjar un propio criterio, un factor crucial que nos debería permitir discernir (con todas las salvedades del caso), la verdad del engaño.

En la actualidad, no alcanza la vida para abarcar todo lo que se publica en un solo día. De allí que suele aconsejarse “no creer todo lo que oyes y solo la mitad de lo que ves”. En la era de las fake news generadas por la tan mentada IA, esta precaución es, a todas luces, insuficiente. Hemos creado la forma perfecta (o casi) para autoengañarnos, agregando una capa adicional a la ya magistral capacidad humana para la decepción.

UN FRAUDE

Le estamos concediendo a la IA las mismas condiciones que son esencialmente humanas: la creación, la producción artística, la capacidad, el aprendizaje y, ahora, el engaño.

Ya no se trata de la “mentirita de patas cortas”, hoy se tiene la habilidad de hacerle decir cualquier barbaridad a cualquier persona, de involucrarlo en actos aberrantes y de fabricar declaraciones insólitas que parecen auténticas. Esto plantea la pregunta: ¿Cómo actuará la justicia ante estos fraudes? ¿Qué elementos tendrá para determinar lo falso de lo verdadero? Ya han surgido casos de personas famosas siendo víctimas de la IA. Ya hay estafas pergeñadas por la IA, difamaciones, desatinos y delitos ...

Hay miles de avisos de ventas de productos a precios muy convenientes que actúan de gancho para incautos y cuando se presenta el caso al agente del orden o la justicia, está desconcertada, sin capacidad para actuar ni personas idóneas que puedan inmiscuirse, además de la ya "legendaria parsimonia" judicial.

No pasa un día sin que alguien escriba sobre el prometedor futuro que nos depara la inteligencia artificial: diagnósticos más precisos, tratamientos infalibles y eficiencia en la producción, entre otras cosas; ¡y hasta nos dice dónde está Dios! (Sí, búsquelo, hasta aquí hemos llegado).

Pero entre tanto entusiasmo y, como al pasar, también se anuncia la eliminación de ciertas profesiones. Al final de cuenta, todos seremos prescindibles.

¿Vamos hacia un mundo de ociosos que se mantendrán entretenidos con los productos que la IA cree para su esparcimiento o al menos contenerlos para que no hagan más estupideces? Porque si hay algo que nunca es buen consejero es el ocio no creativo, como sostenían los romanos.

Además, debemos considerar que la misma IA utilizada para curar, también es empleada para destruir. En este momento hay miles de científicos utilizándola con fines bélicos, mejorando la precisión de misiles y bombas y otros medios para matarnos con más eficiencia.

Y, obviamente, hay estafadores dispuestos a aprovecharla en su beneficio. Después de todo, hay cinco psicópatas cada cien personas y 15% entre los directores de empresas.

La repetición de una mentira le da visos de veracidad y esta es una estrategia bien conocida por los políticos. Otto von Bismarck (1815-1898), un estudioso de las falacias, afirmaba que las mentiras proliferan después de una cacería, durante una guerra (con el famoso "vamos ganando") y antes de las elecciones (y también después, para justificar porque no se hizo lo que se prometió) .

EL ENGAÑO, UNA CONSTANTE

Engañar y ser engañado es una constante en este mundo, y algunos han convertido el engaño en una profesión lucrativa. El famoso productor circense Phineas Barnum (1810-1891) estaba convencido que su negocio prosperaría eternamente porque “a cada minuto nace un idiota”. Y de eso se trata el oficio del engaño: nuevas versiones surgen de oficios antiguos. Ya no se venden buzones ni el obelisco, aunque no he revisado mi mail últimamente.

Un antiguo proverbio judío sostiene que se puede llegar lejos con mentiras, pero sin esperanzas de regresar. Tenga en mente esta frase la próxima vez que alguien te hable de las ventajas de la inteligencia artificial, sin mencionar su lado mendaz.