Opinión
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Los narcos y la parentalidad
“…Padre mío, Dios mío porque me has abandonado” (Mateo 27. Palabras de Jesús en el Gólgota)
La escucha y la mirada de los pacientes en su “novela familiar” nos ayuda a entender porque alguien nos consulta o es traído por algún delito o infracción a la ley. Jorge es un joven que un juez nos nombra como “familia adoptiva” con una obra social como garante. Muerta su abuela adoptante no tiene a nadie y es un “nadie”.
Pero es un “nadie” que establece con nosotros un vínculo típico de una familia sustituta. Así pasan los meses hasta que llega otro paciente que tiene una remera con un “logo” que lo relaciona con un dicho familiar que su abuela le contó. Ese familiar perdido era fabricante de remeras en San Martín de los Andes. El paciente recién llegado le dice que las hace un primo suyo. El paciente se ilumina y se da cuenta que tiene una pertenencia a un orden parental. La madre del paciente al fin era su tía.
Los reúno a los tres y esta mamá le trae unas fotos infantiles en donde esta él con todos sus parientes. Es “alguien” dejo de ser un nadie. Antes vagaba por las calles de Saavedra bajo el “amparo” destructivo de Narcos. Hoy sabe de dónde viene.
Estamos en los días en que se observa un caída de la parentalidad y la transmisión simbólica entre las generaciones lo cual deja al niño “solo” ante las demandas de un mundo tecnológico y de imágenes.
Estas ausencias en muchas familias y de la función que representa hace notar cada vez más su excelsitud y sobre este papel excelso siempre me impactaron este pasaje de la vida de Jesús en donde apela al Padre en el momento de la agonía o sea de la lucha final por la vida. Este párrafo bíblico ha sido tomado por varios autores y excede el marco estrictamente teológico cristiano para reflejar el horizonte antropológico en cual nos movemos. La palabra familia deja de ser importante en la cultura “woke” que se impone en todo el mundo; aquello que en “Mayo del 68” se anunciaba “El padre ha muerto” se nota tiene grandes consecuencias en varios ámbitos socioculturales, confundiéndose al padre con el “Patriarca Dominador” y se olvida el papel estructurante como transmisor de límites, amor y valores y garante de la Palabra y la Ley. Esta apelación al padre en una crisis agónica es una invocación o sea un llamado. La Real Academia Española incorpora la invocación como la apelación a un Poder superior, a una Ley, un acogerse a esta Ley.
El padre representa una ley y su ausencia manifiesta en muchas situaciones de la vida es un factor de riesgo en el crecimiento de los chicos. Esto se ve claramente en las patologías adictivas. Siempre recuerdo que en las clases del profesor Oliweinstein en el Centro Marmottan de París me mencionaba: “…el padre siempre está por ausencia, ignorancia, inmadurez, perversión, etc…pero siempre está y el síntoma adictivo es un llamado a esta figura simbólica desaparecida”.
El profesor Milmaniene nos enseña que el padre funciona como un “emblema orientador, ético y viga maestra de un desarrollo infantil”. Cuando esto cae aparecen nuevos patriarcas con la aparición de líderes mesiánicos que como “barras bravas” hacen de la muerte un “Amo Terrible” y de la vida un capricho al arbitrio de un momento de exaltación y paranoia. El padre, mientras tanto, representa por lo contrario la Ley de la Vida.
LA FAMILIA
La familia en nuestro país no solo como estructura sino como vida familiar con encuentros vivenciales y sostenes parece estar en caída libre y sobre esto vale la pena recordar al maestro de antropología C. Levy Strauss que nos decía lo siguiente: “la familia elemental, basada en necesidades naturales, vendría a ser el núcleo duro, el plato fuerte de cualquier organización social” (Historia de la familia).
El concepto de vida familiar es fundamental; piedras basales como la mesa familiar son promotores del sentido de pertenencia y de la noción de que existe un lugar en el mundo. También se resiente la vida escolar (los informes Pisa de rendimiento académico en las escuelas de América nos ubican en los últimos lugares desde hace diez años) ya que el 50% de los rendimientos escolares se deben al apoyo o no de las familias en las actividades de los chicos. Hay, aquí también, una crisis de los apoyos familiares. Nos olvidamos de que la familia y la escuela instruye. Ambas instituciones promueven modelos identificatorios tan necesarios para un desarrollo sano.
NARCOS Y PATERNIDAD
Esta caída del orden parental es explotada por los Narcos que asimilan y adoctrinan para sí a los que frutos de la disociación familiar son aptos para la “doma”.
En los barrios marginales y en los sectores opulentos con padres nunca conocidos, ausentes, permisivos en otros casos, adictos ellos también consumiendo con sus hijos, adolescentes en sus conductas como “padres piolas” que incluso van a los boliches con sus hijos; así se forja una masa de consumidores juveniles que en sí están vacíos de sentidos, palabras orientadoras. El “dealer” o puntero barrial de la droga se transforma paradójicamente en el ejemplo a seguir.
No debemos olvidar que una vía de crecimiento es la asimilación y la orientación de modelos. Fallan en muchos casos también tíos, abuelos en estas familias fragmentadas y casi desaparecidas. No hay figuras supletorias y la escuela (otro bastión de modelos) luce desprestigiada y casi sin relieve simbólico. Sube así el tráfico ya que a mayor cantidad de consumidores sube la cantidad de “dealers”.
¿EL PADRE ESTA MUERTO?
Esta era la consigna del “Mayo Francés” en el 68; El padre ha muerto estaba como lema en las calles parisinas, pero a su vez la caída del Padre como representante de una Ley que permite crecer es visible en muchas familias La variedad de anécdotas clínicas sobre el rol del padre abarcan desde:
1)- El Padre que huye ante la dimensión incierta de su papel parental y que al salir de la sala de partos el médico con la noticia del nacimiento de su hijo se droga y vuelve a un lugar infantil de goce solitario.
2)- El Padre que solo asiste en lo económico pero que no puede ejercer la función de donación de sentidos y afectos tan necesario en la constitución de modelos del niño. 3)- El padre consumidor en donde la droga es su centro y el hijo pasa a ser un “nadie”.
4)- El padre nominal: desaparecido y desconocido aun viviendo a 3 o 4 cuadras de su casa.
5)- El padre que es solo Ley omnímoda o sea pervertida de su verdadera función y que con su “mirada” hace temer pero que no puede encarnar el amor en los vínculos de filiación.
6)-El Padre filicida (odia al hijo) y que en el abandono genera ese pacto criminoso típica de las sagas griegas.; etc., etc.
CULTURA DEL OTRO
La caída del Padre que permite el paso hacia la Vida no debe ser considerado como un gesto épico y triunfal ya que han aparecido en la peor de las ausencias epidémicamente “Patriarcas” que reinan en barrios y ciudades y dominando territorios.
El Padre añorado es el que transmite, permite pasajes y crecimientos. La oferta de Padre hace al hijo, así como de ese vínculo el Hijo hace al padre. Se van modificando mutuamente. Hay una donación que desde el Padre es sacrificio de horas, tiempo, pero fundamentalmente la posibilidad de renunciar al Ego y de acceder a un crecimiento de éste.
El hijo marca el paso de la cultura del “ombligo” a una cultura del “otro”. Decretamos nuestra propia disolución (de los aspectos más megalómanos de nuestro Yo) para que el hijo crezca, nazca y se desarrolle.
Gabriel Marcel, uno de los maestros de la filosofía francesa del siglo XX, nos dice: “…la paternidad es un gasto de si…don que exige compromiso”. De lo contrario la saga de la mitología nos enseña mucho sobre esta dramática de la vida. Dios “chronos” mataba a sus hijos. Temía por sus sucesores masculinos. Un Patriarca narcisista no deja crecer.
La relación se da cuando hay Oferta de Padres y esto hace que exista el hijo y este a su vez nos modifica como personas y nos hace Ser. La parentalidad y el Hijo tienen que ver con nuestros fundamentos como personas. Esto implica una ética del adulto, por eso Descartes decía: “la tragedia del niño son sus cuidadores”. Hoy nuestros jóvenes parecen estar desamparados ante adultos timoratos copados por organizaciones comerciales y publicitarias.
Pero es un “nadie” que establece con nosotros un vínculo típico de una familia sustituta. Así pasan los meses hasta que llega otro paciente que tiene una remera con un “logo” que lo relaciona con un dicho familiar que su abuela le contó. Ese familiar perdido era fabricante de remeras en San Martín de los Andes. El paciente recién llegado le dice que las hace un primo suyo. El paciente se ilumina y se da cuenta que tiene una pertenencia a un orden parental. La madre del paciente al fin era su tía.
Los reúno a los tres y esta mamá le trae unas fotos infantiles en donde esta él con todos sus parientes. Es “alguien” dejo de ser un nadie. Antes vagaba por las calles de Saavedra bajo el “amparo” destructivo de Narcos. Hoy sabe de dónde viene.
Estamos en los días en que se observa un caída de la parentalidad y la transmisión simbólica entre las generaciones lo cual deja al niño “solo” ante las demandas de un mundo tecnológico y de imágenes.
Estas ausencias en muchas familias y de la función que representa hace notar cada vez más su excelsitud y sobre este papel excelso siempre me impactaron este pasaje de la vida de Jesús en donde apela al Padre en el momento de la agonía o sea de la lucha final por la vida. Este párrafo bíblico ha sido tomado por varios autores y excede el marco estrictamente teológico cristiano para reflejar el horizonte antropológico en cual nos movemos. La palabra familia deja de ser importante en la cultura “woke” que se impone en todo el mundo; aquello que en “Mayo del 68” se anunciaba “El padre ha muerto” se nota tiene grandes consecuencias en varios ámbitos socioculturales, confundiéndose al padre con el “Patriarca Dominador” y se olvida el papel estructurante como transmisor de límites, amor y valores y garante de la Palabra y la Ley. Esta apelación al padre en una crisis agónica es una invocación o sea un llamado. La Real Academia Española incorpora la invocación como la apelación a un Poder superior, a una Ley, un acogerse a esta Ley.
El padre representa una ley y su ausencia manifiesta en muchas situaciones de la vida es un factor de riesgo en el crecimiento de los chicos. Esto se ve claramente en las patologías adictivas. Siempre recuerdo que en las clases del profesor Oliweinstein en el Centro Marmottan de París me mencionaba: “…el padre siempre está por ausencia, ignorancia, inmadurez, perversión, etc…pero siempre está y el síntoma adictivo es un llamado a esta figura simbólica desaparecida”.
El profesor Milmaniene nos enseña que el padre funciona como un “emblema orientador, ético y viga maestra de un desarrollo infantil”. Cuando esto cae aparecen nuevos patriarcas con la aparición de líderes mesiánicos que como “barras bravas” hacen de la muerte un “Amo Terrible” y de la vida un capricho al arbitrio de un momento de exaltación y paranoia. El padre, mientras tanto, representa por lo contrario la Ley de la Vida.
LA FAMILIA
La familia en nuestro país no solo como estructura sino como vida familiar con encuentros vivenciales y sostenes parece estar en caída libre y sobre esto vale la pena recordar al maestro de antropología C. Levy Strauss que nos decía lo siguiente: “la familia elemental, basada en necesidades naturales, vendría a ser el núcleo duro, el plato fuerte de cualquier organización social” (Historia de la familia).
El concepto de vida familiar es fundamental; piedras basales como la mesa familiar son promotores del sentido de pertenencia y de la noción de que existe un lugar en el mundo. También se resiente la vida escolar (los informes Pisa de rendimiento académico en las escuelas de América nos ubican en los últimos lugares desde hace diez años) ya que el 50% de los rendimientos escolares se deben al apoyo o no de las familias en las actividades de los chicos. Hay, aquí también, una crisis de los apoyos familiares. Nos olvidamos de que la familia y la escuela instruye. Ambas instituciones promueven modelos identificatorios tan necesarios para un desarrollo sano.
NARCOS Y PATERNIDAD
Esta caída del orden parental es explotada por los Narcos que asimilan y adoctrinan para sí a los que frutos de la disociación familiar son aptos para la “doma”.
En los barrios marginales y en los sectores opulentos con padres nunca conocidos, ausentes, permisivos en otros casos, adictos ellos también consumiendo con sus hijos, adolescentes en sus conductas como “padres piolas” que incluso van a los boliches con sus hijos; así se forja una masa de consumidores juveniles que en sí están vacíos de sentidos, palabras orientadoras. El “dealer” o puntero barrial de la droga se transforma paradójicamente en el ejemplo a seguir.
No debemos olvidar que una vía de crecimiento es la asimilación y la orientación de modelos. Fallan en muchos casos también tíos, abuelos en estas familias fragmentadas y casi desaparecidas. No hay figuras supletorias y la escuela (otro bastión de modelos) luce desprestigiada y casi sin relieve simbólico. Sube así el tráfico ya que a mayor cantidad de consumidores sube la cantidad de “dealers”.
¿EL PADRE ESTA MUERTO?
Esta era la consigna del “Mayo Francés” en el 68; El padre ha muerto estaba como lema en las calles parisinas, pero a su vez la caída del Padre como representante de una Ley que permite crecer es visible en muchas familias La variedad de anécdotas clínicas sobre el rol del padre abarcan desde:
1)- El Padre que huye ante la dimensión incierta de su papel parental y que al salir de la sala de partos el médico con la noticia del nacimiento de su hijo se droga y vuelve a un lugar infantil de goce solitario.
2)- El Padre que solo asiste en lo económico pero que no puede ejercer la función de donación de sentidos y afectos tan necesario en la constitución de modelos del niño. 3)- El padre consumidor en donde la droga es su centro y el hijo pasa a ser un “nadie”.
4)- El padre nominal: desaparecido y desconocido aun viviendo a 3 o 4 cuadras de su casa.
5)- El padre que es solo Ley omnímoda o sea pervertida de su verdadera función y que con su “mirada” hace temer pero que no puede encarnar el amor en los vínculos de filiación.
6)-El Padre filicida (odia al hijo) y que en el abandono genera ese pacto criminoso típica de las sagas griegas.; etc., etc.
CULTURA DEL OTRO
La caída del Padre que permite el paso hacia la Vida no debe ser considerado como un gesto épico y triunfal ya que han aparecido en la peor de las ausencias epidémicamente “Patriarcas” que reinan en barrios y ciudades y dominando territorios.
El Padre añorado es el que transmite, permite pasajes y crecimientos. La oferta de Padre hace al hijo, así como de ese vínculo el Hijo hace al padre. Se van modificando mutuamente. Hay una donación que desde el Padre es sacrificio de horas, tiempo, pero fundamentalmente la posibilidad de renunciar al Ego y de acceder a un crecimiento de éste.
El hijo marca el paso de la cultura del “ombligo” a una cultura del “otro”. Decretamos nuestra propia disolución (de los aspectos más megalómanos de nuestro Yo) para que el hijo crezca, nazca y se desarrolle.
Gabriel Marcel, uno de los maestros de la filosofía francesa del siglo XX, nos dice: “…la paternidad es un gasto de si…don que exige compromiso”. De lo contrario la saga de la mitología nos enseña mucho sobre esta dramática de la vida. Dios “chronos” mataba a sus hijos. Temía por sus sucesores masculinos. Un Patriarca narcisista no deja crecer.
La relación se da cuando hay Oferta de Padres y esto hace que exista el hijo y este a su vez nos modifica como personas y nos hace Ser. La parentalidad y el Hijo tienen que ver con nuestros fundamentos como personas. Esto implica una ética del adulto, por eso Descartes decía: “la tragedia del niño son sus cuidadores”. Hoy nuestros jóvenes parecen estar desamparados ante adultos timoratos copados por organizaciones comerciales y publicitarias.