Los mitos del fascismo y del antisemitismo

Alberto Ezcurra Uriburu y el Movimiento Nacionalista Tacuara.

Por Ignacio M. Cloppet *
Alberto Ezcurra Uriburu, fundador y jefe del Movimiento Nacionalista Tacuara (1957-1964) y quien se ordenara sacerdote en 1971, partió demasiado pronto -como consecuencia de una dura enfermedad- estando en San Rafael, Mendoza, el 26 de mayo de 1993.
Está entrando a imprenta una reimpresión de mi libro, hecho que expresa sin lugar a dudas, el interés que continúa despertando la figura y la obra de este prohombre. De ese tiempo a esta parte, se publicaron diversas antologías de sus escritos y merecidos homenajes en su memoria. En este marco, dos propósitos guiaron la realización de mi libro. El primero, completar la labor de difusión de su obra dando a conocer un copioso conjunto de escritos inéditos de su etapa juvenil. Expresivos de su cosmovisión del nacionalismo como afirmación y defensa de los valores materiales y espirituales del país amenazados y expoliados por intereses e ideologías foráneas.

CUERPO DOCTRINARIO
Se trata de un cuerpo doctrinario sumamente relevante, que a la luz del análisis de los males ocasionados por el liberalismo –en su versión capitalista británica/norteamericana y/o comunista soviética–, fue desplegando soluciones concretas para la emancipación nacional, hermanadas en términos históricos con las banderas clásicas que supo sintetizar en la política concreta el Justicialismo –independencia económica, recuperación de la conciencia histórica, soberanía política y justicia social–, como fruto del valiosísimo aporte que hicieran las diferentes vertientes nacionalistas al acervo común que fue estructurando el ideario dinámico del nacionalismo argentino.
El segundo propósito, tuvo como objeto intervenir en el debate historiográfico ligado a la significación de la figura de Ezcurra Uriburu en particular y de Tacuara en general. Múltiples ensayos y tesis doctorales se han escrito al respecto con un vicio de origen: el descrédito liso y llano del nacionalismo, al que se caracteriza en bloque a través de motes descalificatorios que desatienden el examen objetivo de un movimiento rico en variantes, diverso en sus opciones prácticas e intelectualmente brillante en sus mejores plumas. Con este punto de partida, difícilmente pueda llegarse a conclusiones efectivas porque más que análisis interpretativos derivados de un examen serio de documentos y de hechos efectivos de la realidad histórica, resultan ser un puro despliegue de juicios de valor de sus autores.
Me refiero a dos lugares comunes esgrimidos a diestra y siniestra: el pretendido “fascismo” y el quimérico “antisemitismo” de Ezcurra Uriburu y de Tacuara. Está claro que la caracterización particular que se les imputa responde a la burda generalización que recae sobre el nacionalismo en sentido amplio. Allí está el corazón del problema: en las interpretaciones cultivadas desde perspectivas ideológicas adversas. Tanto es así que la casi totalidad de estudios sobre el fenómeno, lo someten a diversas taxonomías que condicionan de entrada la relación con el objeto de estudio. ¿Puede examinarse objetivamente el nacionalismo a través de categorías tales como “de derecha”, “oligárquico”, “fascista”, etc.? Difícilmente. Se trata de determinantes a priori cargados de sentido negativo que más que aclarar, oscurecen de largada. Y que además no responden a la realidad.
“EL MEJOR DE SU GENERACION”
Pongamos blanco sobre negro. Ezcurra Uriburu fue un hombre de acción y un pensador católico de fuste. El mejor de su generación. Como jefe de Tacuara, sintetizó valores trascendentes: un profundo humanismo, su ínsito patriotismo, nobleza y valentía, generosidad y ausencia de sectarismo.
Congregaba a la unidad de las distintas tendencias existentes, promovía acuerdos y evitaba rupturas infecundas que tanto costaron al movimiento nacional a lo largo de su historia. Virtudes que mantuvo durante toda su vida y que caracterizaron también al sacerdote, cuyas reflexiones encarnaron una honda preocupación teológica y la defensa de la verdad de la patria de los argentinos, cuyos dramas comprendió como pocos hombres de su tiempo.

MOVIMIENTO NACIONALISTA TACUARA
Por su parte, el Movimiento Nacionalista Tacuara nació en 1957, en el emblemático bar “La Perla del Once”, auspiciado por Ezcurra Uriburu, y otros camaradas. Se trató de una expresión de nacionalismo juvenil, heredera de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios y de la vieja Alianza Libertadora Nacionalista.
A su identidad católica –forjada al calor de la obra de los sacerdotes Leonardo Castellani y Julio Meinvielle, entre los principales–, le anexó la impronta de pensadores de fuste como fueron Raúl Scalabrini Ortiz, Manuel Gálvez, Julio y Rodolfo Irazusta, Atilio García Mellid y Jacques de Mahieu, entre otros, y el aporte doctrinario de José Antonio Primo de Rivera. Brotó como una firme reacción de autodefensa de la argentinidad, víctima desde la derrota en Caseros, de la agresión del liberalismo, ahondada tras el golpe de Estado de 1955.

DERRIBANDO MITOS: TACUARA FASCISTA
Si bien en su tiempo histórico, la crítica al régimen soviético fue compartida por parte mayoritaria del arco político nacional –a excepción por supuesto del comunismo argentino, satélite de aquel–, para diversos sectores del liberalismo, la no admisión del modelo soviético equivalió –y aunque parezca mentira: equivale hoy en día– al “fascismo”.
Del mismo modo, se circunscribió sin la menor rigurosidad histórica, el antiliberalismo al elitismo y al desprecio por las masas, o se discurrió en el afán simplista de acusar de “fascistas” a todas las organizaciones que durante las décadas del treinta al setenta combatieron al régimen de entrega al extranjero, o bien, sostuvieron el neutralismo en el marco de las guerras mundiales.

TACUARA ANTISEMITA
Si bien constituye a esta altura del partido todo un anacronismo y una falacia, aún hoy hay que aclarar que Alberto Ezcurra no fue antisemita ni otorgó al aparente “problema judío” –ni en la época de Tacuara ni en la etapa sacerdotal– el lugar que se le enrostra.
Al respecto, en una entrevista del año 1962, explicó: “No somos nazis. Hay diferencias entre nosotros y los nazis. Podemos tener enemigos comunes pero nuestro concepto de las necesidades de la nación difiere profundamente del concepto nazi. Por ejemplo, nosotros no creemos en la superioridad racial, porque en la Argentina no existe la unidad racial. Tenemos gente de todas las razas y colores. (…) No somos antisemitas. Nada tenemos contra los judíos en la Argentina. Las acusaciones que nos hacen de antisemitas son falsas”.
Tanto es así que el prestigioso historiador del judaísmo, Leonardo Senkman, reconoció en un reportaje realizado por Raanan Rein en el año 2020, el error que significó vincular a Tacuara con el antisemitismo. Señaló al respecto: “Considerábamos que Tacuara era un movimiento que representaba una reencarnación de grupos nazis de los años treinta y cuarenta en Europa. Craso error cultural de nuestra parte, por el cual cometimos muchos yerros en nuestro actuar. No entendimos su profundo carácter cristiano y no conocíamos o no habíamos leído sobre la Falange en España. La idea era que todos eran nazis. Los emisarios que venían de Israel hablaban de esto todo el tiempo. El error o el sesgo cultural en el caso de ellos era más claro, al estar desconectados del contexto argentino. Pero influyó en la percepción de los jóvenes argentinos-judíos. (...) Teníamos una cultura antifascista, que no supo distinguir matices entre Hitler y el padre Meinvielle. Teníamos una idea imaginada del enemigo y de la amenaza que nos planteaba. (…) El mensaje que ellos transmitían es que no hay solución para los judíos en Argentina y cada tanto sacaban a flote ideas sobre la necesidad de una evacuación, en el espíritu de Abba Kovner, y que había que combatir por nuestra propia cuenta y emigrar a Israel”.
La tesis del “antisemitismo” de Tacuara se montó sobre el denominado “Caso Sirota”. En ajustada síntesis: el 21 de junio de 1962, fue denunciado el presunto secuestro de una joven estudiante de Medicina, Graciela Narcisa Sirota, militante de la Federación Juvenil Comunista y de la FUBA, en circunstancias poco claras. La DAIA en su denuncia expresó que se había tratado de “un ataque brutal antisemita”. La declaración se reprodujo hasta el día de hoy como un lugar común en los estudios sobre Tacuara. Resulta curioso que ningún investigador examinó el suceso, ni revisó documentos, ni se preguntó sobre la autenticidad de lo sucedido. Ni refirió a un documento de enorme relevancia que fuera publicado poco después de la denuncia de la DAIA, en el mes de octubre. Se trata de “El caso Sirota y el problema judío en la Argentina”, donde Tacuara a través de su Secretaría de Prensa y Propaganda, en voluminosas treinta y dos páginas no sólo probó la falsedad de lo denunciado, sino que explicitó con suma claridad su posición sobre la cuestión judía y el ilusorio antisemitismo que se le enrostraba.
El pensamiento de Ezcurra Uriburu goza de una tremenda actualidad que se ha intentado opacar con este tipo de imputaciones. Su crítica al liberalismo, su defensa de la Tradición y de los valores cristianos, su postulación de la necesaria restauración de un principio de autoridad y de un orden moral justo como elementos unificadores de la vida comunitaria, dan respuesta a los grandes males de nuestro tiempo. En una Argentina intelectualmente desarmada y materialmente ocupada, la historia no es puro cuento.

* Historiador. Autor del libro “Tacuara y el nacionalismo. Escritos inéditos de Alberto Ezcurra Uriburu” (Katejon, reimpresión, 2025).