Los fundadores y el nacimiento de la Patria

Por Jorge A. Vera Ortiz *

La población y sustentación de la ciudad de Buenos Aires en 1580, llamada por entonces “La Trinidad” por su fundador el general Juan de Garay, ubicada en donde don Pedro de Mendoza erigiera en 1536 el puerto de Santa María de Buenos Aires, confirma una vez más, lo que siempre fue una práctica común y aceptada por todos los intervinientes en la gesta de la fundación de ciudades y población americana: que las ciudades creadas por los conquistadores españoles fue costeada y sustentada por el peculio o hacienda de los mismos, sin intervención de las cajas Reales, es decir del Reino de España.

Este hecho nos hace advertir que la conquista y población de las Indias Occidentales y en nuestro suelo argentino no se trató de otra cosa que, por iniciativa del Reino español que es lo mismo que decir nuestra madre Patria, una empresa poblacional privada continental de interés público, o sea de importancia para la monarquía española y propiciada por sus Monarcas (Ana María Presta: Los encomenderos de La Plata, 1550-1600, año 2000 y Carlos A. Méndez Paz, Patricios y Elites. El caso argentino, año 2005).

PERTENENCIA Y POSESION
Esa práctica traería conciencia de pertenencia y posesión ya en los primeros vástagos de esos adelantados pobladores, y su efecto: que los aires del nacimiento de la nueva Patria, la Argentina, se fuera perfilando bien tempranamente y desde el interior –digo provincias-. Sabemos que la locución Patria, tiene vinculación directa con la tierra en donde se encuentra situada su fundación y la pervivencia de sus habitantes nacidos en ella, y se la puede definir como el país o lugar en el que se ha nacido o al que se pertenece por vínculos históricos y jurídicos. Sobre lo que volveremos más adelante. 
Esa iniciativa privada individual, entre tanto, habría de producir un nuevo paradigma, la creación de una elite de familias fundadoras de ciudades a su “costa y minción”

, según palabras de la época para expresar que la gesta se realizaba con sus propios recursos económicos, materiales y asiduamente con sus propios expedicionarios acompañantes.
Entre los ejemplos más tempranos de esas acciones citaremos la creación de ciudades como la Asunción en 1541, del Barco del Nuevo Maestrazgo de Santiago en 1550, ciudad itinerante que luego de tres traslados territoriales en nuestro norte llamose Santiago del Estero en 1553 y, entre otras, años después la ciudad de Buenos Aires fundada en 1580.

Las elites de los primeros pobladores comunicarían las novedades al Rey acerca de sus propias decisiones sobre el nacimiento de esas urbes, como se ha dicho, de insoslayable interés para los conquistadores y en beneficio de la Monarquía. Mientras tanto, y en mutua contribución, dejarían al imperio español su interés prístino: el de evangelizar a los naturales enmarcado en un idioma común, el castellano, empero respetando la pervivencia del habla aborigen. Desde el comienzo esas circunstancias, sumadas al paulatino mestizaje, fueron naturalizando la pertenencia de las familias al nuevo suelo, al nuevo Mundo, a una nueva Patria.

ILUSTRES PIONEROS

Nuestros ilustres pioneros proyectarían al país como una consecuencia geográfica, materializando su armadura en escasos 50 años, con una asaz fundadora de diecinueve ciudades. En orden cronológico de las fundaciones y que sobrevivieron hasta el presente fue: 1º) Santiago del Estero en el año 1553; 2º) Londres de la Nueva Inglaterra en 1558, que luego de varios traslados se intituló Catamarca en 1683; 3º) Mendoza en 1561/62; 4º) San Juan en 1562; 5º) Tucumán en 1565; 6º) Córdoba en 1573; 7º) Salta en 1582; 8º) Vera o San Juan de Vera de las Siete Corrientes en 1588; 9º) La Rioja en 1591; 10º) San Salvador de Jujuy en 1593; 11º) San Luis en 1594. Y aún dieron luz a otras ciudades aunque desaparecidas, que ordenadas cronológicamente respecto de sus fundaciones fueron: 1º) Córdoba de Calchaquí en 1559, 2º) Cañete en 1560; 3º) Villa de Nieva en 1561/63, 4º) Nuestra Sra. de Talavera del Esteco en 1567, 5º) Zaratina de San Salvador en 1574, 6º) San Francisco de Álava en 1575, 7º) San Clemente de la Nueva Sevilla en 1577 y 8º) Nueva Madrid de las Juntas en 1592. 

Los conquistadores y pobladores del antiguo Tucumán, permítasenos poner en especial relieve en este punto por constituir tema olvidado por las actuales generaciones, protagonizarían nada menos que la gesta de fundar nuestra primera ciudad en 1550, llamada del Barco y que pervive desde 1553, bajo el nombre de Santiago del Estero -la Madre de Ciudades argentinas-, en continuidad histórica. Desde luego, no pretendemos ser novedosos con lo antedicho al decir que ello convierte a sus protagonistas en nuestros insustituibles Fundadores de la Patria.

Esa realidad fáctica, representó e instituyó un hecho gestacional inédito en este territorio y a partir de la ciudad del Barco/Santiago del Estero, también comienza, paulatinamente y sin descanso, el mestizaje entre españoles y aborígenes. Con la llegada de la mujer española y con la presencia de la mujer indígena empiezan a surgir los primeros nacimientos de niños criollos y niños mestizos, a los que luego se agregarían niños de raza negra tras la venida de esclavos a nuestras tierras, lo cual significa ni más ni menos que el componente esencial y primigenio de la población argentina hasta la llegada de la inmigración masiva en el siglo XIX. 

Debido al nacimiento, el 29 de junio de 1550 de la citada  primera ciudad intitulada ‘del Barco del Nuevo Maestrazgo de Santiago’ por su fundador, el conquistador español badajocense Juan Núñez del Prado, que en su último traslado en 1553 a orillas del río del Estero, otro conquistador, Francisco de Aguirre la denominó Santiago del Estero, deberíamos conmemorar la citada data de 1550 como una fecha patria. Con esa festividad recuperaríamos nuestra memoria histórica, aletargada o silenciada en lo que respecta a sus cerca de tres primeros siglos de vida, desde donde se produjo un efecto dinamizador e intercomunicador entre las diversas regiones del territorio. Ello habría de representar una hazaña extraordinaria, una saga de fundación de ciudades cumplida en medio siglo, en que se comienza a organizar lo que va a ser en un futuro la sociedad hispano criolla de la República Argentina (Fragmento de epístola del Prof. Ignacio G. Tejerina Carreras, intitulado: ‘Día de la Argentina Fundacional’).

PROYECCION COMO NACION

Esa Patria vio la luz en ese suelo argentino, aún dependiente del Virreinato del Perú, y su planeamiento y proyección como Nación se habría de gestar allí y desde allí por un puñado de soñadores, que lanzada su fe al futuro, habrían de dejar vástagos hasta nuestros días. Era la civilización la que se abría paso en esta tierra y bajo su sol. En este recorrido, hemos de tener presente que el reconocido historiador cordobés, Licenciado en Historia, Alejandro Moyano Aliaga

(Los Fundadores de Córdoba, año 1992), nos recuerda que desde el punto de vista histórico, jurídico, institucional, político y religioso, el Acta de Nacimiento de la Argentina como Nación se produce en el año 1550, con la fundación de la ciudad del Barco.

El Arcediano Martín del Barco Centenera, español de origen extremeño y explorador de nuestras tierras, en su poema histórico ‘La Argentina o la Conquista del Río de la Plata’ escrito hacia fines del siglo XVI y publicado en 1602, fue el primer hombre en utilizar la palabra ‘Argentina’ al redactar: “Por descubrir el ser tan olvidado del Argentino Reino, ¡Gran Apolo!, que designaba la región que llegaría a ser la República Argentina. Asimismo nuestro primer historiador, el asunceno Ruy Díaz de Guzmán escribió entre 1608 y 1612 ‘Anales del Descubrimiento, Población y Conquista del Río de la Plata’, obra también llamada posteriormente ‘Argentina manuscrita’.

HISTORIA OFICIAL

La historia oficial, particularmente la actual, pretende, bajo cortina de olvido, desdeño por la verdad histórica y bajo artificioso relato, ya sea por desconocimiento o ideología, contar que la Argentina, la Patria Argentina, nació a principios del siglo XIX y la Revolución de Mayo de 1810 sería su punto de partida, ¡sorprende! alcanzando al extremo actual de asomar alguna que otra asociación, cuyos miembros, a despecho de las evidencias que con sólo desandar el camino íntegro de nuestra historia advertirían su confusión; parecen complacerse erróneamente, en que descienden de los figurados “fundadores de la Patria”, por ser sus integrantes, vástagos de la gente de Mayo de 1810 y de su época, y al parecer absortos en lo personal y en segundar, sin análisis serio, creencias repetidas, desperdigándolas sin miramiento.

Olvidan, por tanto, que antes de 1810 existieron más de dos siglos y medio de nuestra historia patria y como nación y a nuestros genuinos Patricios que prístinos gestaron su fundación, a quienes les debemos honra, reconocimiento e imperecedero recuerdo.

En realidad, la auténtica novedad en la segunda década del siglo XIX fue la transformación, dentro de nuestro territorio patrio preexistente, de una “Nación dependiente” de la madre patria en una “Nación Independiente”, mediante acto jurídico administrativo de nuestros próceres del 9 de julio de 1816, formalizándose la data como nuestro Día de la Independencia, no se trató de otra cosa.

Somos, por tanto, el resultado histórico del acervo de esas primeras familias durante la segunda mitad del siglo XVI, la matriz del alma argentina y su continuidad en el tiempo y renovadas tradiciones es lo que vendría.

Ellos fueron nuestros Genearcas, nuestros Patricios, familias Troncales de la argentinidad como Nación, incluidos, claro está, todos aquellos personajes que continuaron su impulso creador de ciudades hasta el fin de la conquista al termino del mencionado siglo. 

Las redes de parentesco de los Jefes Fundadores se integraría de manera asombrosa por las alianzas de familias, más allá de las extensas jurisdicciones de cada Jefe; de tal forma, que el Tucumán, Cuyo, el Litoral y Buenos Aires, se anudaron con los clanes de los hombres más preeminentes de ese espacio.

Estos actores sociales tuvieron la particularidad de haber configurado la doble figura de Patricio y miembro de la Elite o Grupo Principal de ese tiempo y espacio (Méndez Paz (h), 2005). Su visión e intuición lanzada a los cuatro vientos hacia un espacio territorial vacío fue inmensa, cargada de sacrificios personales e incertidumbre sobre lo que vendría. No fue tarea fácil ni improvisada, y sus logros arrojaron frutos de largo aliento como corolario de un programa cumplido rigurosamente con el establecimiento de ciudades estafetas para engrandecer a nuestra Madre Patria y su continuidad en su hijo americano que sin demora nacía.

La cultura de origen ya no sería la misma en suelo americano: la madre había parido un hijo, el que desde su adolescencia, el tiempo en este suelo, le daría la madures para reclamar su independencia. Nuestros Congresales de 1816, conscientes de que la matriz de la Patria y Nación era preexistente y de que hacía rato que había madurado, lo habrían de asumir, consagrando nuestra emancipación con un enorme salto desde la Nación dependiente a nuestra Independencia como Nación. 

No podríamos olvidar en este artículo, recordar agradecer al imperio español la creación de 23 universidades en América, que más temprano o más tarde implicaría ineludiblemente desprendimiento y diferenciación de sus hijos indianos al educarlos dentro de un territorio distinto al Peninsular y con un componente étnico que por diferente era propio del suelo en que nació.

Desde su nacimiento hubo de tener continuidad biológica y renovado proceso cultural…no sería difícil de imaginar hacia dónde el destino los llevaría. Los nacidos en América eran europeos, indoamericanos, africanos, y mestizos, núcleo joven, mezcla prístina inicial que con las centurias se nutriría y enriquecería con reanudadas mixturas venidas de nuevas corrientes europeas. Estos atributos continuarían, sin solución de continuidad, desde su génesis hispano-criolla y en su constante evolución a cimentar a la Argentina como Nación hasta el presente. Somos, por lo expresado, un país de fusión, y no uno de inmigración como la inopia ha querido imprimir con sorprendente y asombrosa superficialidad. 

MATRIZ CULTURAL

En este punto sería oportuno resaltar que la lengua introducida por el español, su religión y su matriz cultural, hundió profundamente su impronta en nuestra esencia como Nación. Las iniciativas privadas de nuestros fundadores y en beneficio de la Corona, habrían de constituirlos con letra de sangre, sacrificio y heroicidad, en nuestros primeros próceres, nuestros Patricios junto a sus familias. Oportuno sería detenernos a recordar que el término “patricio” viene del latín “patricius”, que era la manera en cómo se llamaban en la antigua Roma a los descendientes de los senadores designados por Rómulo, es decir a los fundadores de la ciudad de Roma.

Por analogía por patricios debemos entender a los fundadores de nuestras ciudades más antiguas y a sus familias” (Prudencio Bustos Argañarás, noviembre de 2020). Sabemos que la palabra patricio proviene de la locución “pater”, o sea “padre”; este encuadre nos lleva a recordar que los cabildantes, institución vigente desde la creación de nuestras primeras ciudades, eran llamados “padres  de la Patria”, “señoría de la ciudad” o directamente “la ciudad”, lo cual notoriamente no hacía referencia a la “Madre Patria” sino a “la Patria nacida en nuestro territorio”, que desde su nacimiento, subrayamos, allá por la sexta década del siglo XVI, hubo, por imperio de la fundación de nuestra primera ciudad en 1550, continuidad histórico-jurídica.

Sorprende hoy, que a causa de la notoria desculturalización sistemática imperante, debamos hacer tarea docente fuera de los ámbitos educativos primarios a los que por su naturaleza les correspondería esa misión sobre el más caro patrimonio humano de nuestra Patria y Nación: nuestros hijos.

(*) Académico de la Historia Correspondiente por Buenos Aires de la Academia Paraguaya de la Historia, Miembro de Número y Director de la Biblioteca y Archivo del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, Presidente de la Academia Americana de Genealogía.