Por Pedro von Eyken *
El 24 de abril último fue publicado en este medio un artículo mío sobre los distintos desafíos que le tocará enfrentar al gobierno de Gran Coalición alemán, recientemente formado, que lidera Friedrich Merz, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Allí me referí a tres ámbitos concretos, la economía, la inmigración y la defensa. Hoy me concentraré en un aspecto específico del tercer ámbito, controvertido y hasta tabú pero cuya eficiencia es indispensable para que la defensa funcione: la actitud y preparación de las personas encargadas de la defensa alemana, que, se espera, contribuirán en forma decisiva con la defensa europea.
Conocemos una verdad de Perogrullo: no hay guerra sin armas. Pero hay otra que también debiera ser obvia aunque su instrumentación, en Alemania, es incómoda y su discusión se viene dejando “para más adelante” desde octubre de 1990: las armas en el campo de batalla no funcionan solas. Un misil teledirigido puede ser disparado a distancia, con solo presionar un botón o una tecla. Sin embargo, hasta ese misil requiere una formación y actitud determinadas, aun en una guerra defensiva.
Eso es, lisa y llanamente, la actitud guerrera, tema difícil si los hay en el país y en el continente de las dos guerras mundiales del siglo XX. Hasta ahora, esas arman las manejan otros.
Sabemos de la eficiencia, alta tecnología y poder de fuego de las armas que produce y exporta Alemania. El conflicto armado que desvela a Europa desde febrero de 2022 ha dado testimonio de ello. Con todo, lo que hoy preocupa es que el país que desencadenó la Segunda Guerra Mundial en el viejo continente, con la maquinaria bélica más eficiente y mortífera de que se tenga memoria, no tendría hoy la actitud y espíritu de los hombres que combatieron en la Wehrmacht. Alemania fue entonces un estado agresor. ¿Qué sucedería hoy si debieran ponerse de manifiesto esas condiciones personales, aunque Alemania fuera la nación agredida o apoyara con soldados la defensa de un aliado?
El tema se aborda en ámbitos más reducidos y reservados, dentro y fuera de Alemania. Los agregados militares a las embajadas mantienen estrechos lazos, además de los oficiales que han hecho cursos de especialización en ambas capitales y lo mismo puede decirse del ámbito académico. Cuando presté servicios en la embajada argentina en Bonn, entre 1993 y 1998, me encargaba de los asuntos de defensa y seguridad internacionales. Desde entonces he viajado a Alemania por lazos familiares y de amistad aunque mi interés se mantiene luego de mi retiro del Servicio Exterior, a fines de 2022.
MILITARISMO Y PACIFISMO
No puedo dar respuesta sobre la posible actitud de soldados germanos ante un conflicto europeo, entre otros motivos porque pertenece al futuro. Sí puedo referirme brevemente a la diferencia entre el antiguo militarismo germano y el pacifismo que se observa desde 1945. Lo hago con el respeto debido a una nación a la que me unen lazos familiares directos por mi padre y mi esposa, en el entendimiento de que hay una Alemania anterior y posterior al genocidio y el conflicto bélico de 1939 a 1945.
Son muchas las referencias vinculadas al tránsito del militarismo al pacifismo alemán; sería imposible resumir las más destacadas. Procuraré lo mínimo. El académico italiano Francesco Pistolato, en un artículo publicado en la Revista de Estudios de Ciencias Sociales y Humanidades de 2016, titulado “Alemania y la superación de traumas. Del militarismo al pacifismo”, sostiene que “durante dos siglos Alemania ha cultivado el militarismo y la guerra. Eso ha llevado al país primero a la unificación, luego a dos derrotas en las guerras mundiales. Incluso el nacionalsocialismo se puede por un lado considerar hijo de una mentalidad orientada a lo militar. Todo ello básicamente cambia después de 1945. Aunque Alemania sea parte de la alianza OTAN y durante la Guerra Fría fuese de ambos lados frontera entre las dos partes contrapuestas, la inclinación prevalente del pueblo y de los representantes de la cultura ya no es a favor de las armas. Este cambio se debe no solo a la reeducación decidida por los aliados y a la saturación después de tanto sufrimiento, sino también al trabajo consciente de investigadores para la paz”.
Esa reeducación fue un trabajo constante, sin pausa, que ha dado sus frutos en el ámbito militar y en el de las fuerzas de seguridad interior.
CULTURA ALEMANA
Como resume Pistolato, durante varios siglos, el militarismo fue un elemento central de la cultura alemana. Ese autor cita a Wolfram Wette, historiador germano que más lo ha estudiado recientemente y para quien la pirámide militar del Estado prusiano se compone del “rey como jefe, los nobles como oficiales y finalmente los soldados, campesinos en tiempo de paz que trabajan en las tierras de los aristócratas. La obediencia se impone desde lo alto con brutalidad. Es una organización muy eficiente, que extiende su carácter militar al ámbito civil. El espíritu del soldado (Soldatengeist) caracteriza la mentalidad dominante”. Adaptado a las circunstancias de la época, ese espíritu prevaleció a partir de 1933 con el ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania y se mantuvo durante doce años, con los espantosos resultados conocidos. Luego de la derrota alemana y particularmente a partir de 1949, con la creación de la República Federal (occidental), la reeducación del soldado fue un trabajo constante, extensivo a toda la sociedad. Al mismo tiempo ha crecido la participación de fuerzas armadas alemanas en la ONU, a la que el país pertenece desde 1973. En 2022 aportó 6.800 millones de dólares, con lo cual fue el segundo mayor contribuyente al sistema de la ONU. Alemania ha participado en misiones de paz, con importantes aportes al presupuesto de esas misiones y en aquellas llevadas a cabo por la OTAN, la Unión Europea o la OSCE. Pero no debió enfrentar con soldados propios un conflicto binacional o regional.
Antes de la invasión de Ucrania, Alemania ha buscado la diplomacia y el diálogo, desistiendo de involucrar a sus hombres y mujeres en el manejo personal de las armas que hoy fabrica y exporta el país. En este sentido, el regreso del servicio militar obligatorio, resistido por la población y la socialdemocracia, podría ser paulatino.
Esa actitud de forzado pacifismo, exigida desde afuera y desde adentro, guarda estrecha relación con un fenómeno que no me canso de mencionar: la omnipresente “culpa colectiva”, floja de papeles, que suele atribuirse a todo el pueblo alemán desde 1933 por la guerra mundial y el genocidio. Esa culpa general no solo ha conducido al pacifismo mencionado. En términos poco académicos, también explica “el sí fácil” de Alemania ante cualquier decisión que involucre compromisos en metálico y gestos magnánimos por los crímenes perpetrados por el nazismo hace más de 80 años. La enorme apertura a la inmigración, reforzada durante el momento álgido del conflicto sirio, es un claro ejemplo que hoy agita, con notable crecimiento electoral, la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD). Ya hubo atentados en la vía pública. Sería una de las primeras cosas, que el nuevo gobierno deba limitar seriamente si desea frenar el crecimiento de la AfD.
* Doctor en Ciencias Políticas, diplomático y escritor.