En la misa celebrada en la Basílica de San Pedro, con ocasión de la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, patronos de Roma, el Papa León XIV advirtió que “es importante salir del peligro de una fe cansada y estática”; instó, entonces, a “abrirse a los cambios”, e identificó esa actitud con “buscar nuevos caminos para la evangelización”.
Esta advertencia, y el propósito a ella unido, parece sencillamente una obviedad. Es lo que la Iglesia ha hecho siempre, de acuerdo con el mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a todas las naciones” (Mt 28, 19).
ADVERTENCIA JUSTIFICADA
Anunciar el Evangelio, evangelizar, se dice en el texto griego mathēteusate, es decir: enseñen. La orden es enseñar a todas las naciones, panta ta ethnē. De hecho, Pedro y Pablo llegaron hasta Roma, capital del Imperio y centro del mundo entonces conocido.
La advertencia pontificia se justifica porque –así dijo- “siempre existe el riesgo de caer en la rutina, en el ritualismo, en esquemas pastorales que se repiten sin renovarse y sin captar los desafíos del presente”.
La referencia al ritualismo –entendido peyorativamente- suena ridícula en un tiempo en que la liturgia ha sido devastada, y la idea de una renovación ha dado pie a las experiencias más extravagantes.
Por otra parte, la exhortación a “abrirse a los cambios” es la que machacan, repetitivamente, los enemigos clásicos de la Iglesia. Por eso, el Papa Pío IX, en el Syllabus, o repertorio de errores modernos, condenó la proposición de que el Pontífice “debe reconciliarse con la civilización moderna”, es decir, amigarse con los enemigos.
REFERENCIA A LA TRADICION
Lo que llama la atención en las palabras de León XIV es la ausencia de toda referencia a la Tradición, a lo que siempre ha hecho la Iglesia: lo mismo y siempre nuevo. Hace ya muchos siglos, el monje galo-romano San Vicente de Lerins expresó la fórmula de la Tradición que muchas veces retomaron, literalmente, papas y concilios: “in eodem scilicet dogmate, eodem sensu, eademque sententia”; eodem, eodem, eadem: la misma doctrina, en el mismo sentido, en la misma formulación. Siempre lo mismo, y siempre nuevo.
Las palabras pueden cambiar; debe permanecer el meollo de la realidad. Así, en la antigüedad, así en la llamada Edad Media, así en la modernidad. Así en 2025. Así en el futuro, hasta que el Señor vuelva.
Esta advertencia, y el propósito a ella unido, parece sencillamente una obviedad. Es lo que la Iglesia ha hecho siempre, de acuerdo con el mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a todas las naciones” (Mt 28, 19).
ADVERTENCIA JUSTIFICADA
Anunciar el Evangelio, evangelizar, se dice en el texto griego mathēteusate, es decir: enseñen. La orden es enseñar a todas las naciones, panta ta ethnē. De hecho, Pedro y Pablo llegaron hasta Roma, capital del Imperio y centro del mundo entonces conocido.
La advertencia pontificia se justifica porque –así dijo- “siempre existe el riesgo de caer en la rutina, en el ritualismo, en esquemas pastorales que se repiten sin renovarse y sin captar los desafíos del presente”.
La referencia al ritualismo –entendido peyorativamente- suena ridícula en un tiempo en que la liturgia ha sido devastada, y la idea de una renovación ha dado pie a las experiencias más extravagantes.
Por otra parte, la exhortación a “abrirse a los cambios” es la que machacan, repetitivamente, los enemigos clásicos de la Iglesia. Por eso, el Papa Pío IX, en el Syllabus, o repertorio de errores modernos, condenó la proposición de que el Pontífice “debe reconciliarse con la civilización moderna”, es decir, amigarse con los enemigos.
REFERENCIA A LA TRADICION
Lo que llama la atención en las palabras de León XIV es la ausencia de toda referencia a la Tradición, a lo que siempre ha hecho la Iglesia: lo mismo y siempre nuevo. Hace ya muchos siglos, el monje galo-romano San Vicente de Lerins expresó la fórmula de la Tradición que muchas veces retomaron, literalmente, papas y concilios: “in eodem scilicet dogmate, eodem sensu, eademque sententia”; eodem, eodem, eadem: la misma doctrina, en el mismo sentido, en la misma formulación. Siempre lo mismo, y siempre nuevo.
Las palabras pueden cambiar; debe permanecer el meollo de la realidad. Así, en la antigüedad, así en la llamada Edad Media, así en la modernidad. Así en 2025. Así en el futuro, hasta que el Señor vuelva.