EL RINCON DEL HISTORIADOR

Los apodos de Manuel Belgrano

Muchos personajes de nuestra historia tuvieron sus apodos, pero pocas veces se han conocido demasiado, más allá de algunos muy divulgados como El zorro a Roca, por su astucia; El Gringo a Pellegrini, por su origen familiar, o Don Bartolo a Mitre, que significaba en éste caso una forma de acortar su nombre

A veces desde la ironía, la observación de un defecto físico, o una circunstancia de la vida, muchos de nuestros prohombres llevaron el suyo, con o sin pesar. Así el coronel Pedro José Frías, herido en la batalla de Tucumán y cuyas heridas le imposibilitaban caminar fue apodado El Rengo Frias. Y otro camarada, el coronel José Loreto Cabrera, herido en la batalla de Salta, fue apodado en razón de haber quedado cojo como El Rengo Cabrera.

Vicente Osvaldo Cutolo y don Carlos Ibarguren, supieron reunir una notable cantidad de dichos apodos, en una obra casi inhallable. A don Manuel Belgrano, supieron llamarlo Alemán

, apenas regresó de España con su título de licenciado en leyes. Ello se debía a que era muy rubio, caminaba de prisa y hablaba correctamente el inglés. Sin duda aquellos porteños no tenían buen oído para notar las diferencias del idioma.

Así lo hizo conocer en este diario don Bernardo González Arrilli el 14 de junio de 1970, en el suplemento que le dedicó por el bicentenario de su nacimiento y los 150 años de su muerte.

En ese mismo momento don Manuel traía además del título de grado, el nombramiento de secretario del Real Consulado, desde el que se propuso instaurar una serie de importantes reformas. Sus novedosas ideas, sin duda contrastaron en la chatura porteña, por que una sátira lo llamó Doctor Buñuelos, como los buñuelos que no llevan relleno y sólo están inflados de aire, lo que no resulta nada sustancioso.

BOMBERITO DE LA PATRIA

Los soldados en el ejército del Norte, lo apodaban Bomberito de la Patria, debido a la preocupación que tenía por la organización. Estableció revistas diarias, ordenó la disciplina un tanto relajada, fundó una Academia para los oficiales y soldados, y a caballo de día y de noche no había asunto que quedara fuera de su control, la comida del soldado, la cama del enfermo, la limpieza de las armas, la calidad de los cartuchos, el control de la administración a través de los libros, como tantos otros aspectos que destacan sus contemporáneos. Cuando los indios iban a atacar en un malón mandaban algunos hombres antes para vigilar e indagar, a los que se llamaba bomberos, de ahí que a don Manuel por sus constantes desvelos sus subalternos lo apodaran popularmente de ese modo.

También sus levantiscos soldados un poco menos adeptos a tan férrea disciplina le pusieron el de Chico majadero

(fastidioso) que según el general Mitre en su Historia fue “para contener a todos con el freno saludable de la disciplina, sin personalizar su autoridad y creó así un espíritu militar sin atropellar la dignidad humana”.

En esa época Belgrano, hombre atildado si lo hubo, usaba la chaquetilla de su uniforme militar de color verde de ahí que la tropa lo llamara Cotorrita. También se le decía Chupa verde por la misma razón, denominación que más tarde alcanzó a todos los soldados del arma de Infantería, que tiene como color distintivo el verde.

Después del combate de Vilcapugio, narra el coronel Lorenzo Lugones en sus Memorias

que el general Belgrano quedó, apenas con lo puesto, por lo que de Chuquisaca le enviaron un traje todo azul, pantalón y casaca de faldones cortos, con solapas coloradas, semejante a los que usaban los soldados del regimiento de Blandengues. Probablemente no le quedaba muy bien a don Manuel, y entonces su tropa lo apodó Blandengue viejo de la guardia de Chascomús.

Finalmente el 4 de setiembre de 1902 cuando sus restos fueron exhumados para construirse el mausoleo en el atrio de Santo Domingo, los ministros de Interior Joaquín V. González y de Guerra Pablo Ricchieri, se llevaron dos dientes de Belgrano, que la presión pública a través de la prensa los hizo devolver.

Esto motivó no un apodo, pero sí una caricatura de Giménez titulada los ministros odontólogos, publicada en el semanario Caras y Caretas una semana después. Allí se lo ve a Belgrano que cual un fantasma sale de la tumba y les dice a los ministros que caminan con las piezas dentarias: “¡Hasta los dientes me llevan! ¿No tendrán bastante con los propios para comer del presupuesto?”.

LOS ADVERSARIOS

Sus adversarios en el campo de batalla también merecieron comentarios jocosos. El brigadier realista Pío Tristán, que era americano ya que era natural de Arquipa, mereció el de Godo viejo barrigón, y aquella copla que decía: “Por un Tris perdió a Salta y por un Tan a Tucumán. Al general Pezuela, jefe de los ejércitos realistas lo llamaban Alacrán durante la guerra de la independencia, y según Bernardo Frías en su Historia de Güemes mereció otro zoológico apodo por los salteños: Araña colorada.

También los colaboradores de Belgrano merecieron apodos. El barón de Holmberg, que según el general Paz se empeñó en “establecer una disciplina severa, llegando a tanto, que quería aplicar sin discernimiento, a nuestros ejércitos semirregulares, los rigores de la disciplina alemana”. Por esa razón y por el rigor con que mandaba castigar a los soldados cuando faltaban a sus obligaciones, lo llamaban Cincuenta palos, como la pena que imponía.

Tomás Manuel de Anchorena, al proyecto de Belgrano expuesto en el Congreso de Tucumán, en 1816, de hacer coronar a un descendiente de los Incas para reinar, lo llamó Monarca de la casta de chocolate en 1846 en una carta a Juan Manuel de Rosas, y “probablemente tendríamos que sacarla borracha y cubierta de andrajos de alguna chichería, para colocarla en el elevado trono de un monarca”.

No le iban en menos en el períodico El Tribuno que en 1827 afirmaba despectivamente que de haber sido una monarquía, nos humllaríamos “a besar la pezuña de un algún indiazo”.

Finalmente las chinas cantineras que acompañaban a los soldados en las campanas, eran demominadas Mamitas.

Bernardo Frías en su Historia de Güemes refiere que al inciarse la batalla de Salta “con el tronar de veintidos cañones, en uno y otro campo, al primer estruendo, pudo verse como aquella multitud de mujeres venidas en el ejército real y que en esos momentos daban el almuerzo a los soldados, a las que llamaban mamitas, se daban a correr huyendo a la ciudad, entre ayes y entre llantos, indicando, sin saber, el camino que luego seguirían sus abandonados compañeros”.

Curiosidades de una época, que rescatamos en este mes dedicado a honrar al general Belgrano, en que se recuerda mañana el 254º aniversario de su nacimiento.