Los Pumas no rugen, vuelan

El baúl de los recuerdos. El Seleccionado argentino de rugby tuvo en 1965 su bautismo triunfal. Venció a los Junior Springboks con un try fundacional de Marcelo Pascual.

El puma es voraz como el león y el tigre. Se trata de un felino al igual que esas criaturas. Sin embargo, no ruge. Es incapaz de hacerlo porque carece del hueso hioideo y de los pliegues engrosados que caracterizan a los panterinos -la subfamilia de mamíferos al que pertenecen esos feroces animales-. En realidad, el puma emite un sonido más parecido al maullido de un gato. Puede decirse que es un gato grande. Muy grande. Lo que pocos saben es que los pumas pueden volar. Porque es cierto: vuelan. Y vuelan hacia la gloria. Esto quedó demostrado el 19 de junio de 1965, cuando el Seleccionado argentino de rugby tuvo su victoria bautismal (11-6 contra los Junior Springboks) con un vuelo fundacional que lo transformó para siempre en Los Pumas.

El equipo argentino había recorrido un largo camino desde su debut internacional en 1919. Consumió varias décadas intentando avanzar, pero no daba pasos firmes. Perdía con los rivales más encumbrados y les ganaba a sus vecinos de Sudamérica. En 1952 recogió un empate 3-3 con Irlanda -campeón del Cinco Naciones de ese año- que durante mucho tiempo constituyó el resultado más valioso de ese combinado nacional que desde 1932 vestía la camiseta celeste y blanca a rayas horizontales.

Ese test match del 24 de agosto del ´52 en la cancha de GEBA le había servido a la Argentina para aprender que ese tipo de duelos se jugaban con personalidad y, si era necesario, con bravura para pelear contra todo aquel que se plantara adelante. El rugby sin coraje no era rugby.

Corría 1964 cuando Daniel Craven, famoso exjugador, entrenador y dirigente sudafricano, sembró la idea de que Argentina viajara a su país. Danny entendía que al seleccionado albiceleste le hacía falta una oportunidad para dar el gran salto.

El plantel que protagonizó la histórica gira.

Para que la puesta a punto alcanzara un inédito nivel de excelencia Craven tomó cartas en el asunto. Envió a su compatriota Izak van Heerden -exentrenador de los Springboks, el seleccionado sudafricano- para colaborar en los entrenamientos con Alberto Camardón y Ángel Papuchi Guastella, los responsables de la conducción del conjunto argentino.

La excursión se extendió del 8 de mayo al 26 de junio del ´65 y comprendió 16 partidos, que arrojaron 11 victorias, cuatro derrotas y un empate. De esos triunfos, uno resalta nítidamente en un deporte que no estaba habituado a los grandes éxitos.

BAUTISMO TRIUNFAL

La gira arrancó con una derrota por 17-12 a manos de Rodesia. En esa ocasión, Argentina marcó cuatro tries y tuvo una actuación que sorprendió a la prensa de esa nación que hoy es Zimbabue. El equipo de Guastella, Camardón y Van Heerden jugó un partidazo y se llevó los aplausos de los espectadores que cubrían las tribunas del estadio en Salisbury.

La actuación fue tan asombrosa que disparó la imaginación de un periodista de la revista Wackley Farmer, de Rodesia, quien no dudó en llamarlos “pumas”. Claro, al cronista se le hizo imposible identificar el yaguareté del escudo de la camiseta celeste y blanca y decidió que se trataba de un puma.

Ese apodo comenzó a ser pronunciado con frecuencia a medida que el Seleccionado argentino de rugby hilvanaba triunfos haciendo gala de la bravura que el ya lejano 3-3 con Irlanda instaló como rasgo de la personalidad del equipo.

El 19 de junio, Los Pumas -nadie se atrevió a aclarar que el felino bordado en la camiseta era un yaguareté- afrontaron el partido más importante de su periplo por suelo africano. Se midieron con los Junior Springboks, el segundo seleccionado de Sudáfrica. Era, sin dudas, un adversario de un nivel superior.

Roberto Cazenave; Eduardo España, Marcelo Pascual, Arturo Rodríguez Jurado y Enrico Neri; Eduardo Poggi y Adolfo Palomo Etchegaray; Eduardo Scharenberg, Héctor Pochola Silva y Raúl Loyola; el capitán Bernardo Aitor Otaño y Rodolfo Schmidt; Ronaldo Foster, Nicanor González del Solar y Luis Pato García Yáñez pisaron el emblemático césped de Ellis Park de Johannesburgo.

Los Pumas pisan el césped de Ellis Park camino a una hazaña inolvidable.

Los Pumas sacaron las garras poco después del cuarto de hora inicial del partido. En Ser Puma (Planeta, 2003), un libro que recorre con meticulosa precisión la historia del Seleccionado de rugby, Alejandro Cloppet (lleva casi cuatro décadas como especialista de ese deporte en La Prensa), Jorge Búsico y Pablo Mamone relatan con lujo de detalles el emocionante momento en el puma que no ruge pero vuela se lanzó en vuelo triunfal.

“A los 17 el Ellis Park enmudeció. El fullback Pretorius -catalogado por los expertos locales como un virtuoso llamado a ser una estrella de los Springboks- comete knock-on en sus 25 yardas. Nicanor González del Solar la hoockea limpia del scrum posterior y Etchegaray abre rápido para Rodríguez Jurado. El Trompa acelera a fondo, rompe la defensa y encara a Pretorius. En el momento adecuado inventa un pase largo y preciso hacia Marcelo Pascual, situado a pocos pasos del ingoal. No es cuestión de dudar y el wing de Pucará, estirando hasta el músculo más pequeño de su cuerpo, vuela como un pájaro antes de caer y apoyar el try más emblemático del rugby argentino. El póster inmortal. Los abrazos multiplicados sin pensar en nada. Todos con la mente en blanco gozando de un imposible: hacer un try contra los Junior Springboks en el Ellis Park. Sueño hecho realidad y comienzo de un partido aparte”. Ese try de Pascual, contado perfectamente por Cloppet, Búsico y Mamone, marcó un antes y un después en la historia del rugby argentino.

Pascual quedó inmortalizado por esa conquista. Al desplegar las alas hizo volar a Los Pumas. Más tarde llegaron los tries de España y de Loyola y una conversión del Negro Poggi. El medio scrum Du Preez apoyó dos veces la pelota en el ingoal argentino. El marcador definitivo fue Argentina 11-Junior Springboks 6.

Los Pumas resistieron hasta el final con una científica mezcla de aptitud para jugar y coraje. Dejaron la piel en cada escaramuza. Se ganaron el respeto del mundo con sus garras filosas y su corazón valiente. Como cuentan Cloppet, Búsico y Mamone en Ser Puma, “Los Pumas tuvieron su bautismo en una tierra donde el rugby es religión. A partir de ese instante, la historia rugbística en la Argentina dio un giro de 180 grados”. Y le demostraron al mundo que a pesar de que no pueden rugir, Los Pumas vuelan. Y ese día volaron hacia la gloria.