El actor argentino-español Juan Diego Botto regresó al país para presentar una obra con un fuerte nexo personal

Lorca y el heroísmo de la fragilidad

En ‘Una noche sin luna’, la historia de vida del gran poeta granadino conecta de manera impensada con la de su propio padre, desaparecido durante la dictadura.

Si quiere hablar en ‘argentino’, lo consigue sin problemas. “Puedo hacer el switch, pero tenía tres años y medio cuando me llevaron a vivir a Madrid”, advierte con un suave acento castizo Juan Diego Botto.

En su historia las dos culturas se cruzaron de forma dramática: Botto padre fue desaparecido por la dictadura y su madre -la directora Cristina Rota- debió emigrar con sus hijos a España. Allí el actor construyó una sólida carrera que lo llevó a cruzar el Atlántico varias veces.

En efecto, y más allá de las formas de hablar, para muchos argentinos, Botto siempre será Martín Hache, aquel joven que exploraba su identidad en ambos países. Para otros, ese chico problemático de ‘Historias del Kronen’ (1995). Lo cierto es que en todos estos años consiguió una impresionante carrera con más de cincuenta filmes y series -seguro muchos lo vieron en la más reciente ‘White Lines’ de Netflix, por ejemplo-. 

Pero esta vez no lo devuelve lo fílmico a su Buenos Aires natal. Es el teatro, ámbito en el que también se desarrolló con intensidad como actor, director y dramaturgo -ya tiene seis obras escritas, muchas de ellas premiadas-. 

Aquí llega con ‘Una noche sin luna’, actuada y escrita por él y basada en textos de Federico García Lorca. Con la pieza ya lleva tres años de exitosa gira y la presentará en sólo cinco funciones entre este miércoles y el domingo 25 en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín.

Venir al país y hacerla en ese espacio parece un broche de oro. El lugar también está cargado de historia personal ya que sus padres se conocieron actuando en esa sala. Botto confiesa cierto nerviosismo extra por todo el combo. “Nunca hice teatro aquí. Hay muchos condimentos y es muy intenso”, dice, mientras se acomoda para la entrevista en los no tan cómodos sillones del hall de la Martín Coronado.

En el diálogo con La Prensa señala que “hay una parte de la obra, al principio, que probablemente sea lo más difícil que he hecho en mi vida. La escribí de una manera que representa una posible participación de los espectadores e implica un nivel de verdad que si no lo tiene, todo se desmorona. Entonces, yo siempre que estoy a punto de salir a escena me digo: ‘¿por qué escribí esta mierda, por qué no escribí una cosa más fácil para arrancar el espectáculo?

-Al intervenir el público no se sabe qué puede pasar.

-Tienes que adaptarte a lo que venga y además tiene que ser, repito, desde un lugar de muchísima verdad. Luego, una vez que arranco, ya estoy en el personaje. Toda la primera parte tiene mucho humor. Y luego hay pinceladas y momentos dramáticos en los que tienes que dar la nota, que no puedes fallar. Y te vas acercando y dices: ahora viene, ahora viene esa parte.

CUESTION DE FE

-Si la energía del principio funciona, seguro el resto irá bien.

-Suele pasar. Hay veces que es una cuestión de fe, que tienes que saltar desde el quinto piso y confiar que están las colchonetas abajo. 

-¿Alguna vez hubo público hostil o que resultara complicado?

 -En general, el público ha respondido muy bien, pero hay lugares donde a priori yo pensaba: qué miedo tal lugar.

-¿Alguien que por una cuestión político-ideológica odiara a Lorca -de izquierda, homosexual-, por ejemplo?

-Sí. Tengo una anécdota que define mucho el espectáculo y lo que hemos conseguido. En un pueblo del norte de Valladolid -una provincia tradicionalmente conservadora-, al día siguiente de haber hecho la función yo estaba saliendo del hotel y se me acerca una señora muy bien vestida, con abrigo de piel y una maleta de cuero. Se para y me dice: ‘ah, tú eres el artista’. Sí, le dije. Y ella: ‘te vi ayer en la función, te voy a decir una cosa: jamás en mi vida pensé que yo lloraría la muerte de Federico García Lorca’. Y fue muy bonito. Porque lo que me estaba queriendo decir es: siempre me pareció un personaje deleznable, pero me hiciste llorar su muerte. Creo que ése es el mayor piropo que nos han dicho. 

LO BIOGRAFICO

-Lorca, en la última parte de su vida, tuvo un compromiso político mucho mayor que terminó costándole la vida. En un punto la propia biografía con su padre debe haber incidido al escribirla.

-Mira, yo, aunque parezca absolutamente increíble, ese vínculo no lo hice hasta mucho tiempo después. Estaba muy orgulloso de haber escrito una obra que no fuera biográfica.

-Como si eso fuera posible…

-Decía: ‘por fin hice una obra netamente española. Todo mi teatro anterior es sobre el exilio, la inmigración, la dictadura. Y yo decía: ‘esto es España’. Y entonces un día, hablando con el director cuando estábamos en la fase de enviar información a los teatros, me dijo: ‘escribe media hoja en esencia sobre qué es la obra para ti’. Y yo me senté a escribir sin pensar y ahí recién me di cuenta de que había escrito una obra sobre un desaparecido. Sobre un hombre que fue detenido ilegalmente, llevado a un centro clandestino, torturado, fusilado y su cuerpo hecho desaparecer. Pero esa reflexión tan evidente, yo no la había hecho. 

FRAGILIDAD

-¿Qué es lo más destacable de una figura como Lorca hoy?

-Una cosa que a mí me gusta mucho de él es el héroe frágil. El heroísmo de la fragilidad. Lorca no es a priori la imagen que la gente tiene de un héroe.

-Claro, no es un tipo que uno pensara que va a jugarse por una causa.

-Para nada. Y además tenemos la imagen del heroísmo muy vinculada a una masculinidad muy heterosexual. 

-Muy de los ‘70 también. Al estilo Che Guevara.

-Muy macho, muy hombre. Y Lorca era un tipo frágil, muy sensible, asustadizo, temeroso, pero que, sin embargo, mantuvo una defensa de sus ideas estéticas, políticas, afectivas; no hace pública su homosexualidad porque no podía, pero tampoco la esconde. Y hace gala de eso. Y de su fragilidad y su miedo a la violencia. Pero a pesar de todo, es un tipo que tuvo más coraje que muchos otros que a lo mejor tenían esa apariencia fuerte. 

-¿La obra también dialoga con la actualidad?

-Los caballos del populismo de extrema derecha son las mismas críticas que le hacían a él entonces. Pero no se callaba. Sin militar en ningún lado, defendía sus ideas.

-Los que lo mataron quisieron silenciarlo y claramente no lo consiguieron.

-Lorca sigue representando lo español. Es el poeta más traducido, el autor más estrenado fuera de España. Lorca es eterno. Su literatura queda, su poesía queda; queda vinculado para siempre a una idea de España tolerante, abierta, democrática. Eso sobrevuela nuestra obra. 

-Es una pena que estén tan pocos días.

-Sí, yo le agradezco al San Martín el esfuerzo de que nos haya invitado. Para mí cerrar este ciclo con esta obra en Buenos Aires tiene mucha significación emocional.

HACHE

-¿Cómo está Martín Hache ahora?

-(Sonríe)Está envejeciendo. Hacer esa película para mí fue un regalo. Es muy difícil hacer un filme que perdure en el tiempo. Yo he hecho muchos y la mayoría tuvieron su público, su momento, y pasan al olvido. Es lo normal, no lo digo mal. Muy pocas películas quedan y esta sigue en la memoria.

-Podría haber una segunda parte, un “veinte años después”.

-¿Qué le pasó a Hache? Podría ser, ¿no? Esta semana me encuentro con (Adolfo) Aristarian. Tuve la suerte de ser dirigido por él y por Marcelo Piñeyro, dos grandes directores argentinos. 

-¿Volverá con la obra a Buenos Aires? ¿Habrá más funciones?

-(Piensa un momento) Quién sabe. Yo siento que esto puede ser el inicio de muchas cosas más aquí. Ojalá así sea.