EL PULSO DEL LOS MERCADOS

Lope de Vega, Violante y dos sonetos argentinos

Verdad irrefutable: Fuenteovejuna (1618) constituye el drama arquetípico de Lope de Vega: el que con más frecuencia se enseña en las aulas, el que más estudios académicos ha merecido y el que primero acude a los labios del lector no especializado cuando de nombrar una obra del prolífico autor se trata.

Un año antes, Lope había estrenado una comedia sin duda menor, titulada La niña de plata, la cual suele ser ignorada por la mayoría de las historias de la literatura española. Paradójicamente, esta obra casi olvidada incluye uno de sus sonetos más célebres, el que –a modo de juego– se va explicando a sí mismo mientras se desarrolla, hasta coronar su exitoso final:

Un soneto me manda hacer Violante,

que en mi vida me he visto en tal aprieto;

catorce versos dicen que es soneto;

burla burlando van los tres delante.

 

Yo pensé que no hallara consonante,

y estoy a la mitad de otro cuarteto;

mas, si me veo en el primer terceto,

no hay cosa en los cuartetos que me espante.

 

Por el primer terceto voy entrando,

y parece que entré con pie derecho,

pues fin con este verso le voy dando.

 

Ya estoy en el segundo y aun sospecho

que voy los trece versos acabando;

contad si son catorce, y está hecho.

El afortunado soneto generó, en el mundo hispanohablante, abundantes descendientes: aquí sólo quiero referirme a dos émulos argentinos.

1 - Alberto Vacarezza (1944)

Alberto Vacarezza (Buenos Aires, 1888 - ídem, 1959) escribió las letras de más de un tango meritorio (¡mis loas a Otario que andás penando!). Como hombre de teatro, se destacó en el bien o mal llamado “género chico”, para el que compuso una considerable cantidad de sainetes: el más célebre es El conventillo de la Paloma, que la compañía de Pascual Carcavallo estrenó en el Teatro Nacional de Buenos Aires el 5 de abril de 1929.

Pues bien, don Alberto había encontrado la fórmula más eficaz para pergeñar sainetes y lo cierto es que, mutatis mutandis, cada uno de ellos no difiere demasiado de los demás. La escena suele ser el patio de un conventillo de Buenos Aires y, entre los personajes, son infaltables los compadritos porteños, la bella muchacha con más de un pretendiente, el italiano y el español (y, en ocasiones, también representantes de otras corrientes inmigratorias). Los argumentos son más bien endebles (y, a veces, pretextos para el lucimiento de tal o cual actor o cantante) pero las situaciones –aceptados los convencionalismos e inverosimilitudes de rigor– suelen ser muy graciosas.

Lejos de toda solemnidad, Vacarezza se tomó el pelo a sí mismo al declarar cuál era su receta para componer sainetes. Tomando como punto de partida el primer verso del soneto de Lope, escribió (Cantos de la vida y de la tierra, 1944):

 

Un sainete en un soneto

 

Un soneto me manda hacer Castillo

y yo, para zafarme de tal brete,

en lugar de un soneto haré un sainete,

que para mí es trabajo más sencillo.

 

La escena representa un conventillo.

Personajes: un grébano amarrete,

un gallego que en todo se entromete,

dos guapos, una paica y un vivillo.

 

Se levanta el telón. Una disputa

se entabla entre el gallego y el goruta,

de la que saca el vivo su completo.

 

El guapo que pretende a la garaba

se arremanga al final, viene la biaba

y aquí acaba el sainete y el soneto.

El Castillo que menciona Vacarezza es su amigo el dramaturgo y compositor José González Castillo (1885-1937), autor del sainete Entre bueyes no hay cornadas y de tangos tan famosos como Organito de la tarde; Sobre el pucho, Silbando, Griseta, El aguacero.

Escrito el soneto en un moderadísimo, aunque arcaico, lunfardo, para el lector argentino más joven será suficiente con aclarar el significado de cuatro vocablos: grébano y goruta (= tarugo) son términos despectivos que señalan al italiano (sobre todo, al de pocas luces); paica y garaba constituyen formas afectuosas para “muchacha” (se supone que agraciada).

 

2 - Luis Alposta (1986)

El médico Luis Alposta (Buenos Aires, 1937) es miembro de la Academia Porteña del Lunfardo desde el año 1968 y de la Academia Nacional del Tango desde el 2000. Como estudioso de ambas disciplinas, ha publicado, entre otros libros, El lunfardo y el tango en la medicina (1986) y El tango en Japón (1987). Asimismo ha compilado una Antología del soneto lunfardo (1978). Edmundo Rivero (cuya biografía redactó con el título de Todo Rivero) ha musicalizado y grabado sus tangos El jubilado, Tres puntos, El piro, A lo Megata.

Uno de sus libros de poemas (Con un cacho de nada, 1986) registra un soneto, ligeramente lunfardesco, cuyos dos primeros versos son paráfrasis del de Lope y cuya general intención lúdica es exactamente la misma que animara al poeta español:

Un soneto me pide el amor propio

y en mi vida me he visto en tal apuro.

Si cuatro versos ya me dan laburo,

antes de los catorce será un opio.

 

De las formas no quiero ser esclavo.

Además, sobre el tema ya se ha escrito.

En el séptimo verso lo medito

y no sé si plantarme en el octavo.

 

¿Seguir o no seguir? Ésa es mi duda.

Pues la cosa se me hace peliaguda

al tratarse de historia tan junada.

 

Pero ya falta poco, y lo importante

es ahora encontrar la consonante

y dar esta cuestión por terminada.

 

Nótese cómo, en el segundo cuarteto, Alposta encuentra la manera de disculparse por la heterodoxia que implica el cambio de rima. También, la humorística alusión a Hamlet en el noveno verso.