Laura Corso de Estrada, su fallecimiento

Hace pocos días se fue una vida de entrega a la docencia, a la excelencia en la cátedra. El maestro debe enseñar con amor, más aún con pasión, y esa fue la vida de Laura Corso de Estrada, de cuya desaparición en Guayaquil nos acabamos de enterar. Al Señor le es dado elegir el fin de nuestros días terrenales, y si veladamente hay un premio en ese momento que puede ser un anticipo de la gloria eterna, Laura lo obtuvo merecidamente ya que repentinamente dejó de existir mientras estaba en Ecuador dictando un curso.

Doctora en Filosofía, ejerció la cátedra en la Universidad Católica Argentina en las Facultades de Derecho y de Filosofía y Letras, dirigió no pocos doctorandos ganándose el respeto por su saber y brindándolo sin medida a los postulantes. Una vida dedicada a la enseñanza, participó en numerosos congresos y jornadas en universidades de Buenos Aires, Rosario, Mendoza, San Miguel del Tucumán, Santiago de Chile, México, Porto Alegre, Frankfurt, Pamplona y Salamanca.

Investigadora del Conicet, en momentos en que tanto se vapulea la institución, a veces con justas razones; Laura Corso de Estrada fue de las que honró el Consejo con su saber y responsabilidad, como investigadora y formadora de nuevas generaciones. Especializada en Filosofía medieval y muy especialmente en Santo Tomás de Aquino era una de las eruditas del tema y dejó muchísimos trabajos y artículos sobre el tema en revistas especializadas del país y del exterior. También fue profesora en la Universidad Católica de La Plata, y directora del Instituto de Investigación en Filosofía y Humanidades de la Facultad de Humanidades de esa casa de estudios, donde dictaba Historia de la Filosofía Medieval.

Sus trabajos merecieron en reconocimiento de la Academia de Artes y Ciencias de San Isidro, que la nombraron miembro de la misma, al igual que otras prestigiosas entidades. Su hogar con Fernando de Estrada fue centro de animadas reuniones donde brillaba el talento y la inteligencia, junto a la hospitalidad que generosamente supieron brindar, tertulias las que recordamos a monseñor Héctor Aguer, Fernando Cuevillas, Miguel Ángel Espeche Gil y Raquel Sienra, Carlos Peltzer y Roberto Gorostiaga y Carmen Ruiz Guiñazú. Y por sobre todo los mensajes que se sucedieron de colegas, alumnos y de quienes a conocieron, porque si como decía Santo Tomás: “Los seres dotados de inteligencia desean existir siempre…” no dudamos que la memoria de Laura Corso de Estrada, será imborrable en la memoria de los que tuvieron el privilegio de conocerla, como que ya recibió por su inmensa fe la recompensa al servidor bueno y fiel.