Las provincias, el centralismo y la búsqueda de la unión nacional

Aunque desde ciertos despachos del gobierno de Javier Milei se asegura que el viernes 1 de marzo el Presidente asistirá al Congreso para dar inicio al año legislativo con un discurso ante la asamblea de diputados y senadores, no faltan analistas que lo ponen en duda a la luz de lo ocurrido el último 10 de diciembre, cuando, en la fecha de su asunción, Milei desairó a las Cámaras y decidió hablar de espaldas al Palacio de las Leyes con la intención de ilustrar su vínculo preferencial con la “gente de bien” (como él llama a sus simpatizantes) y su desprecio por “la casta” (rótulo que aplica a políticos y sindicalistas, a menudo con alcance genérico pero a veces exceptuando a quienes le resultan menos incómodos).
El escepticismo resulta plausible si se considera que en las últimas semanas Milei descargó furiosas andanadas sobre muchos de quienes estarán naturalmente presentes en la Asamblea del 1 de marzo: los tildó de “mugre”, los llamó corruptos, coimeros, delincuentes, traidores, extorsionadores. Para algunos reservó un requiebro especial y compartió el mensaje de un simpatizante libertario que los calificaba de "putitas del peronismo".
Fracaso y catarsis Esa catarsis estuvo motorizada por el fracaso sufrido en la Cámara de Diputados por la ambiciosamente denominada "Ley de Bases y Puntos de Partida para La Libertad de los Argentinos", popularmente conocida como “Ley Omnibus” (contaba con 664 artículos cuando fue presentada), que consiguió su aprobación en general ya convertida más bien en “ley combi” (reducida con aprobación de Milei a 386 artículos) y se quedó sin combustible apenas empezó a tratarse en particular. Muchísimos de sus artículos e incisos chocaban con planteos de provincias, de sectores productivos y de grandes colectivos afectados (los jubilados, por caso) e iban a ser excluidos o reformados por mayorías de la Cámara. Ante esa perspectiva, en parte por obstinación y en parte por torpeza, el oficialismo decidió sacrificar la aprobación general ya conseguida y retirar la iniciativa de la discusión parlamentaria.
Todavía no está claro si el gobierno reincidirá en la presentación de un megaproyecto derivado del primero, si fragmentará los asuntos contenidos en la ley que retiró y optará por proyectos temáticamente circunscriptos o si, como insinuó en interpretaciones que intentaban minimizar el fracaso legislativo, “la ley es innecesaria para el gobierno, que puede avanzar con otros instrumentos”. Ese había sido el contexto de las filípicas y airados mensajes electrónicos a repetición de Milei antes de su paso por Roma.

La pax romana y después
Se generó una expectativa ante la cercanía que se observó en el encuentro entre el Papa y el Presidente: se supuso que podría tener efectos amansadores sobre el turbulento carácter del libertario. Ya en la carta que había enviado al Pontífice para formalizar la invitación a viajar a la Argentina, Milei había empleado términos auspiciosos: “Considero que su viaje traerá frutos de pacificación y de hermanamiento de todos los argentinos, ansiosos de superar nuestras divisiones y enfrentamientos- había escrito-. Su presencia y su mensaje contribuirán a la tan deseada unidad de todos nuestros compatriotas”. Ese texto no parecía inspirado por el mismo espíritu que dispara improperios contra opositores reales o imaginarios y que había apuntado contra el mismo Papa. “Reconsideré algunas posiciones”, confesó Milei ante un canal de TV italiano después de su contacto con Francisco, en el que se mostró conmovido por la cordial recepción del pontífice y pidió perdón por sus pasados exabruptos.
Muchos anhelaron que esa reconsideración contribuyera a enderezar sus relaciones con el Congreso y, sobre todo, con los gobernadores, un paso que parece un prerrequisito para dar vuelta la página de los enfrentamientos estériles y que lubricaría la visita de Milei a la sede legislativa. Conviene recordar que, a diferencia del acto de asunción de diciembre, esta vez el Presidente está constitucionalmente obligado a asistir al Congreso y dar cuenta allí de lo realizado hasta el momento así como de sus planes para lo que queda del año.
Muchas ilusiones decayeron, sin embargo, tras la decisión del gobierno de cortar a las provincias todas las transferencias por encima de la coparticipación, tanto las llamadas “discrecionales” como las normativamente establecidas (por ejemplo, las que corresponden a los fondos de Compensación Salarial Docente, de Incentivo Docente, Conectividad y Material Didáctico, contemplados en las leyes 26075 y 25053). En esa andanada, el Poder Ejecutivo suspendió a todas las provincias el subsidio al transporte de pasajeros. Inexplicadamente lo mantuvo, en cambio, para la ciudad de Buenos Aires y el conurbano, un reflejo centralista que el interior no podía interpretar sino como una discriminación que agravaba lo que los vicegobernadores de todos los distritos denominaron “venganza” en un documento que suscribieron esta semana.

Miércoles de ceniza
El Presidente se encargó el 14, miércoles de ceniza, de ratificar su preferencia por el conflicto (a diferencia del Papa, para quien “la unidad es superior al conflicto”). En una entrevista concedida a tres periodistas de un canal adicto, recuperó la retórica de la motosierra, reafirmó que no enviará recursos a las provincias; como si él perteneciera a otra categoría volvió a maltratar los políticos (“delincuentes que se disfrazan de ovejas”; “la gente detesta y desprecia a los políticos; siente asco; tiene razón”) y apuntó especialmente contra la llamada “oposición amigable”, la que contribuyó a darle media sanción a la Ley de Bases, pero cuestionó algunos de sus artículos (“Cuando vengan a decir nosotros queremos el cambio somos republicanos... No, ustedes son una manga de delincuentes”).
Martín Lousteau, cabeza del radicalismo, interpretó con astucia que “lo que quiere Milei es rivalizar con el kirchnerismo. No quiere que exista nadie en el medio”. El libertario lo confirma con su discurso: asegura que su objetivo principal cuando presentó el proyecto de ley escrito por Federico Sturzenegger, más que impulsar reformas era “ordenar el espectro político”. Para Milei “tiene que haber dos polos ideológicos claros, uno liberal y otro estatista. El espacio del centro tiene que definir si está con el kirchnerismo o está con nosotros”. El Presidente parece interesado en alimentar una nueva versión de la grieta. Especula que por esa vía puede zafar de la situación minoritaria en la que legislativamente lo dejó la elección de la primera vuelta, cuando llegó segundo y arrastró una cuota muy chica de diputados y senadores.
Un proceso de convergencia entre La Libertad Avanza y el PRO de Mauricio Macri y Patricia Bullrich, aunque está inscripto en la lógica de las cosas, marcha a los saltos porque cada fuerza quiere concretarlo a su propia manera. El PRO aspira a hacer valer la experiencia de sus cuadros y cierto orden interno para tomar gradualmente los comandos operativos del gobierno por debajo del Presidente y su pequeño círculo de confianza. Naturalmente, los libertarios resisten esa pretensión y por el momento aspiran solo a que ambas fuerzas constituyan un interbloque legislativo. Milei insiste en la fórmula que él mismo sugirió antes de las campañas electorales, cuando propuso que él y el candidato o candidata del PRO compitieran en una primaria unificada “bajo el mandato de que el que gana gobierna y el que pierde, apoya”. Aunque aquella PASO común no se produjo, la elección general se encargó de determinar quien ganó y quien perdió, razón por la cual al PRO, bajo aquella norma, le toca apoyar. “Además -agrega Milei- Macri no me pide nada. Hablamos seguido por teléfono, conversamos sobre la situación y el PRO fue la única fuerza que nos apoyó sin fisuras en el Congreso. Si en algún momento necesito gente para algún puesto seguramente lo conversaré con él”.

Más allá de la fusión con Macri
Aun salvadas las diferencias actuales, será difícil que la alianza o fusión de las dos fuerzas se produzca sin pérdidas por ambos lados: es obvio que el ala del PRO que sigue tomando como referente principal a Horacio Rodríguez Larreta se sume a esa convergencia y en las filas libertarias, pese al avasallante influjo de Milei, se dejan oír reparos y resistencias a una amistad política más estrecha con el macrismo.
En suma, la combinación, cuando se concrete dará origen a un interbloque de alrededor de 70 diputados, un número que no llega al tercio de la Cámara pero que la convertiría en la segunda fuerza de la Cámara, sólo superada por el bloque de Unión por la Patria.
Desde el centro, donde encarnó el liderazgo de una oposición autónoma amigable con los lineamientos generales del gobierno, Miguel Pichetto observó que, aunque el acuerdo entre el PRO y el oficialismo “ es posible y le daría una base parlamentaria un poco más alta, todavía le falta”.
La alianza orgánica PRO-mileísmo, al ordenar las fuerzas en la Cámara le daría una oportunidad mayor al centro para jugar un papel de equilibrio y de árbitro. Para ello, el centro debería atreverse a establecer acuerdos legislativos a ambos lados de la nueva grieta y transgredir el prejuicio de que votar ocasionalmente con el bloque de Unión por la Patria (o con una parte de él) equivale a pecar de kirchnerismo. Por el contrario, asumir esa libertad de movimientos puede contribuir a descongelar alineamientos rígidos, a trabajar nuevos consensos y a bajar los decibeles de confrontación.
En rigor, de lo que se trata es de dotar al proceso institucional iniciado el 10 de diciembre de gobernabilidad, equilibrio y eficacia. El Presidente necesita encontrar la sintonía adecuada con el Congreso y, sobre todo, debe buscar un diálogo constructivo con los gobernadores, que -sumados- representan un caudal electoral dos millones de votos más alto que el que obtuvo Milei antes del balotaje. Pichetto lo formuló con claridad: “Milei debe apuntar hacia un diálogo amplio con los gobernadores que permita terminar con la incertidumbre fiscal que tienen las provincias, consolidar un camino de ordenamiento fiscal para la Nación. Acuerdos recíprocos, que también implican gobernabilidad, es el camino que el presidente tiene que transitar. Sería inteligente”.
Martín Llaryora, el gobernador de Córdoba, le envió un mensaje directo por televisión al Presidente: "Le pido que convoque a los gobernadores para que podamos llegar a un consenso. Cuente con aquellos que queremos ayudar”.
A través de su vocero, el Presidente hizo saber que no recibirá a los gobernadores. Evidentemente, no está pensando en consensos. Más bien calcula que está en fuerza para imponer, aplicando la fórmula que Federico Sturzenegger explicó esta semana a alumnos de Harvard: “Una posibilidad es empobrecer a estos grupos de interés y drenarlos de los recursos”, postuló. “Si se hace podemos tener una posibilidad de luchar contra ellos”. Sturzenegger pone en álgebra lo que el propio Presidente había prometido llanamente diez días atrás, antes de su viaje espiritual a Israel y El Vaticano: “secar” a las “provincias traidoras” (las que, según él, impidieron que se consumara la ley Sturzenegger que, sin embargo, también según él, no era tan importante en lo instrumental). La pacificación y el hermanamiento que el Presidente invocó ante el Papa para invitarlo todavía se hacen esperar. No es raro que el Pontífice no haya confirmado aún su viaje: no quiere aterrizar en un país sin unión.
Con esa atmósfera reinante, parece aventurado imaginar qué pueda ocurrir el 1 de marzo con la obligatoria visita del Presidente a la Asamblea Legislativa.