Oscar Barney Finn, el arte y la pandemia

"Las peores pestes no son las biológicas sino las morales"

Cuando lo sorprendió el caos, Oscar Barney Finn (81 años), oficiante de nuevos y viejos ritos en el mundo del teatro y del cine, tenía en cartel tres exitosas puestas: 'La reina de la belleza', 'Muchacho de luna' y 'El diccionario'. Hablamos con él sobre la vida y el arte en tiempos de pandemia.­

"Es un momento en el que no hay respuestas y sí interrogantes. No sabemos que traerá el futuro, pero sin duda nos enfrentará con el devenir de estos tiempos. Un verdadero desafío, un cambio necesario para reinterpretar y evolucionar. Inédito momento que entrecruza la pandemia con el miedo, la paranoia y la muerte. Pero más allá de la irracionalidad, en medio del caos aflora la sensatez y se rescata lo mejor de las sociedad", reflexiona.­

-¿Hay algún momento semejante entre sus recuerdos?­

-No recuerdo haber vivido nada parecido a este estado de fragilidad, refugiado en la incertidumbre y sin garantías. Un poco desdibujada está la lucha contra la poliomielitis en 1957. Algo parecido fue el sida con los miedos y prejuicios que instaló en una sociedad temerosa e hipócrita que lo declaró promiscuo y mostró su perfil racista.­

-¿Qué imágenes ligadas al arte le despierta la peste?­

-Quizás nuestra mayor peste fue la fiebre amarilla, a la que reconocí en el cuadro de (Juan Manuel) Blanes o por la película de Javier Torre. También guardo imágenes de Dirk Bogarde en una Venecia sombría, asolada por la peste. Cuando filmamos `De la misteriosa Buenos Aires', el primer episodio (de Alberto Fischerman) transcurre en el caserío fundado por Pedro de Mendoza y precisamente él fue un condenado por la peste. Esta tan virulenta del siglo XXI vuelve a instalar en las librerías de Francia a Albert Camus y su novela `La peste', un autor y un texto fundamental del siglo XX. En 1947 las miserias de la guerra ensombrecían el imaginario de Camus y le dieron fuerzas para reconstruir la devastación en una Oran entre imaginaria y real, concluyendo que ``las peores pestes no son las biológicas sino las morales''.­

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Noches de silencio

-¿Cómo es la cuarentena de Barney Finn?­

-El encierro es necesario y nunca me ha preocupado estar aislado. Siempre tuve y tengo acuerdos cómplices con mi tiempo, pero en esta oportunidad no lo elegí, me lo imponen. Tarkovski escribió que en este mundo nos fue acordado un tiempo para el desarrollo de nuestro espíritu y que, por lo tanto, hay que aprovecharlo antes que termine.­

-¿Pero cómo enfrentar la incertidumbre al comprobar que los ritos cotidianos se han borrado?­

-No tengo la concentración que me lleve a escribir, leer o investigar. Ni tampoco quiero forzarla. Los días son un ir y venir en esta jaula que me permite no pocas cosas: regar plantas, escuchar música, inventar comidas y no pensar en pagos. Y luego están las noches con más silencio y más preguntas ante un orden interrumpido que no volverá hacia atrás. No soy de magnificar y cargar con tremendismos, pero hay una realidad que nos acosa y ante la que no se puede cerrar los ojos.­

-Siempre se caracterizó por la multiplicidad de proyectos. ¿Cuál es su futuro?­

-Nunca estoy sin proyectos, siempre hay algo en gestación y así me encontró esta pandemia. Las tres obras que tenía en cartel funcionaban muy bien. No fue tarea fácil. `El diccionario', `La reina de la belleza' y `Muchacho de luna' son desafíos desde espacios del off y lograron un público genuino, acompañados por la crítica. Sin embargo, deberemos estar alertas para enfrentar la realidad del regreso. Volveremos, pero esa realidad tendrá otras aristas, otro marco económico. `Final de partida', de Beckett, en Chile, y la gira de `Muchacho de Luna' obligarán a una reprogramación. Las realidades del exterior son alarmantes y no dan lugar a nada con certeza.­

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Desolación y cambio

-¿Qué otra reflexión le dispara este tiempo incierto?­

-Creo que esta es la primera gran epidemia en la era digital y eso jugó a favor. Nos dio tiempo para estar mejor preparados y también conectados al mundo para saber de amigos y colegas que viven incertidumbres parecidas. Así el silencio se llena de voces queridas, lejanas, vivas. Quizás estos cimbronazos nos despierten y dejemos de merodear las cosas para ir más a la raíz del conocimiento y los sentimientos. Lo bueno es que todo sigue en movimiento. No sabemos qué nos depara el futuro. Seguramente hacia adelante habrá desolación y muerte, pero también cambios, evolución, ya que nuestra vida en este mundo es para cambiar. Como dijo el novelista colombiano Williams Ospina, ``si hay un mundo cansado y enfermo que cruje y se derrumba, tiene que haber un mundo que se gesta y nos desafía''.­