Las mujeres en los albores de la emancipación

Los cambios políticos antes, durante y después de 1810 no fueron protagonizados sólo por los hombres, sino que las mujeres tuvieron su rol. Invisibilizadas en los textos de antaño, de a poco se dan a conocer documentos, testimonios y notas sobre el rol de la mujer en la época virreinal y en los albores de la emancipación.

En la Buenos Aires de 1810, con 31.000 habitantes, había paridad de sexos, pero que, al correr de las luchas independentistas, sea por muertes, deserciones o varones que se asentaron en otras localidades, fueron ellas las que tomaron las riendas de los hogares, negocios familiares y lugares de trabajo porteños.

"Desde siempre, ante la ausencia del esposo, por viaje o por fallecimiento, la mujer debió asumir la conducción de la familia. Sin bien las mujeres que han trascendido pertenecían a la clase alta -nos dice Andrés Carretero en `Vida Cotidiana en Buenos Aires', Tomo I (2013)- (ejemplos muy remanidos son los de Flora de Azcuénaga, María B. De Lezica o Camila Desan), las mujeres de las otras clases sociales también asumieron responsabilidades económicas y sociales al emprender actividades para ganar dinero y criar a los hijos o cuidar a los padres ancianos o impedidos".

PRESTACION DE SERVICIOS

Para el año de la Primera Junta había una mujer al frente de una pulpería, según el censo de época. También hubo mujeres tenderas, como dueña de la tienda La Catalana. Se le suman chocolateras, fonderas, y hasta una regente de una cancha de pelota a paleta, donde además se expendían licores. También estaban las mujeres que fabricaban cigarros y cigarrillos en sus casas, las que hacían venta por menor, vendedoras ambulantes, y vendedoras de cartones de lotería que prestaban servicio en cafés, billares y fondas, como Los Tres Reyes.

Costureras, modistas, lavanderas, planchadoras, cocineras, fabricantes de velas y amas de llaves eran oficios donde había una destacada presencia femenina. Y había maestras para niñas o niñeras, así como amas de leche y las sangradoras, que usaban sanguijuelas, que atendían en barberías.

Por supuesto que eran prestaciones de servicios que competían con la mano de obra esclava o de sirvientes, hoy una práctica repugnante a los derechos humanos, pero que se efectuaba sin tapujos. Aun así, esclavas y libertas, como las lavanderas, vendedoras de pasteles y empanadas, se hicieron oír, no sólo frente a los ingleses en las invasiones de 1806 y 1807, sino acompañando la gesta independentista desde los inicios.

Carretero agregó: "La mujer porteña tenía tres oportunidades para trasponer el umbral de su casa: cuando la llevaban a la iglesia para el bautismo, cuando se casaba y cuando la trasladaban al cementerio. (pero) con esta generalización se dejan de lado ejemplos de mujeres que lucharon para ser centro de la sociedad".

MARIQUITA SANCHEZ

Mariquita Sánchez, figura preponderante de la sociedad porteña, mostró que muchas mujeres salieron del ámbito doméstico y privado para entrar en el económico y en el político. La Revolución de Mayo fue, en parte, tal como demostró César "Tato" Díaz es sus investigaciones, disputada en los salones y tertulias donde las mujeres pudieron conciliar la actividad de atención de los varones, según parámetros de época, con la de opinión política.

Cristian Minutolo de Orsi, en `San Martín y el universo femenino' (2000), nos detalló como en los primeros años de emancipación en Buenos Aires "la crónica reflejó su participación en las contiendas políticas. La moda del peinado y del traje, reflejaron este aspecto. Se llamó "peladas o patriotas" a las que usaban melena corta y "pandeleche o godas" a las que llevaban raya al medio sujetas por rodetes".

El escenario político de la mujer porteña de la época de Mayo fue en las caminatas por el centro y la Recova, en las compras al mercado, acompañando (pocas) a sus parejas a reuniones y, sobre todo, en las tertulias y en la Iglesia. La rima de época dio cuenta de las diputas de las mujeres patriotas con aquellas con simpatías por los realistas: "Son tantas las peladas/ Que van a misa /Que las pandeleche /Se escandalizan".

Aportó Minutolo: "las parroquias eran el centro no sólo de división política y religiosa en los barrios de la capital porteña, sino que atraían a las mujeres al ofrecerles la posibilidad de elevar su nivel cultural. Están eran instruidas no solo en catequesis sino en labores de voluntariado y en lecturas. ciertas libertades de las mujeres que concurrían solas a las parroquias, así como su afán por conversar y opinar fue censurado. En las páginas del Grito del Sur, se llamó "tupamaras" a las mujeres que militaban en uno u otro bando: patriotas o godas. Se les prohibió ocuparse de política y hablar en contra de la revolución".

Para los machistas del periódico citado el tema eran las mujeres opinando, ya no importaba sin eran patriotas o realistas, sino que tuvieran voz y voto. Muy alejado al pensamiento de Manuel Belgrano, quien, en el Correo de Comercio de julio de 1810, con su visión humanista y cristiana, abogó por la educación y el buen trato a la mujer: "Nada valen las teorías, en vano las maestras explicarán y harán comprender a sus discípulas lo que es justicia, verdad, buena fe, y todas las virtudes si en las prácticas las desmienten. ¡Desgraciada sociedad, desgraciada nación, desgraciado gobierno! Séanos lícito aventura la proposición de que es más más necesaria la atención de todas las autoridades, de todos los magistrados y todos los ciudadanos y ciudadanas para los establecimientos de enseñanzas de niñas".

PREJUICIOS DE LA EPOCA

Mujeres fuertes, que pudieron superar los prejuicios de época, generaron sus emprendimientos, se sumaron a la causa de Mayo y, cuando pudieron, aportaron dinero para comprar armas para defender a su patria. En La Gaceta del 26 de julio de 1812 se dirá que: "...destinan al pago de fusiles que ayudarán al Estado en la erogación que hará por armamento que acaba de arribar felizmente... Cuando el alborozo público lleve hasta el seno de sus familias la nueva de una victoria, podrán decir en la exaltación de su entusiasmo: "Yo armé el brazo de ese valiente que aseguró su gloria y nuestra libertad".

Teresa de la Quintana, Remedios de Escalada, Nieves de Escalada, María de la Quintana, Ramona de Esquivel y Aldao, María Sánchez de Thompson, Patrona Cárdenas, Rufina de Orma, Isabel Calvimontes de Agrelo, María de la Encarnación Andonaegui, Magdalena Castro, Angela Castelli de Igarzábal y Carmen Quintanilla fueron las donantes, quienes, como otras mujeres anónimas, tanto las que reunieron su dinero como las combatientes, sumaron su voluntad para hacer valer el ideal emancipatorio de Mayo.

* Licenciado en Ciencia Política. Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.