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Las drogas y los “nadies”

Oscar se presenta vencido animicamente con una empresa quebrada, hijos abandonados. Los familiares me mandan fotos de un departamento destruido. Es un exportador que expropió su propia personalidad. Es “alguien” que ha perdido su condición humana. Un “alguien” que se transformó en un “nadie” mediado por la soledad ligada a traumas y a la voracidad del consumo de alcohol y cocaína. Tiene que intervenir la Justicia para que el abandono de sí mismo no lo lleve a la muerte.
Tratar a alguien hoy significa que el “nadie”, que vaga por las calles o está encerrado en un departamento o en un “aguantadero” consumiendo, se convierta en alguien a través de “algunos”. La casas de vida suplantan a esas casas de muerte que pululan por la ciudad.
El “nadie” suplanta al “alguien”. Vagan zombies en Filadelfia (Kensington), lo mismo en distintos sitios de San Francisco o en barrios de Nueva York. Se crean sitios de “consumo controlado” que son, en realidad, descontrolados y en Beverly Hills, al lado de ese lugar suntuoso, hay ciudades de “mutantes” que caminan buscando la dosis viviendo en cementerios al aire libre. El fentanilo es el protagonista, pero se suman todas las drogas, especialmente el crack y la cocaína.
El “nadie” suplanta al “alguien”. El apoyo, ahí, es darle jeringas, profilácticos ignorando que la esencia de las adicciones es el exceso, el descontrol por los daños cerebrales que impiden el autocontrol. Eso parece no importar, ya que negar la realidad es la base de todo.
Dominar a miles y la plusvalía une a los dueños del negocio mientras los representantes de la ley lucen por su ausencia. Uno de ellos dice: “Yo no compro drogas, las drogas me compran a mí”.
Un periodista se asombra de que la gente que pasa por ahí a las autoridades les “importa tres caraj...” (así dice mostrando imágenes). El otro parece no existir, es solo un mobiliario urbano de los que van a morir.
 

SAN FRANCISCO Y CABA
San Francisco mutó su aspecto de ciudad tecnológica a zonas de personas con enfermedad mental y/o adicciones que están en la calle con carpas, cobertizos viejos, sacos de dormir y basura desparramada por las calles. La policía de San Francisco está desfinanciada, con déficit de personal con recortes de 120 millones de dólares al presupuesto policial ordenado por las autoridades políticas.
Algunos sitios de la CABA son iguales. Delirantes que vagan como fruto del consumo de drogas. El barrio de Tenderloi en San Francisco es un cementerio al aire libre. Los carteles de narcos controlan todo ante la mirada huidiza de las autoridades.
Camino por Constitución, Bajo Flores, villas del conurbano, etc., etc., y hay “zombies” que como en los Estados Unidos que muestran la “nada” que llegaron a ser mediado todo por el sufrimiento y el vacío. El sufrimiento es la doble marca de la abstinencia y del soportar vivir, vivir que ya quedó sin soporte; esto lleva a repetir la dosis.
Así, sigue la saga de sufrimiento abstinencial, vacío, ser nadie y repetir la dosis. Un paciente me dice, ya sin dientes y con un gran envejecimiento corporal no superando los 30 años, que el al sentir el “fogonazo” del crack se sentía Dios y hoy es un “nadie”.
La inflexión desde la hiperinflación del ego (sentirse Dios) hasta ser “nadie” es un trayecto hacia el suicidio buscado o encontrado con la sobredosis. Un paciente me decía: “No voy a dejar la cocaína, la cocaína me va a dejar a mí”. Murió.
 

INSTITUCIONES PARALIZADAS
Las familias lucen ausentes o quedan paralizadas ante un espectáculo de sobreoferta de sustancias que es una verdadera inundación en los barrios.
Mi maestro L. Cancrini me decía que cuando en un barrio hay muchos adolescentes y muchos vendedores triunfa el consumo. Es más fácil consumir que enfrentar el drama de la identidad hoy. Solo hay que inundar los barrios, frenar la prevención y todo viene solo. Es la teoría de la inundación como preludio de la marea de “zombies”.
La adolescencia es el segundo nacimiento y ahí se consolida la identidad. El plan de vida y la asunción de modelos que guían nuestra libertad. Las drogas que comienzan a consumirse a edades cercanas a los 12 años abortan todo este proceso.
En una muy buena nota en un matutino firmada por Guillermo Saccomanno muestra lo que son las aulas de la marginalidad en una escuela media del conurbano. Los adolescentes llegan ya con efectos de la pobreza, las drogas, la violencia y el alcohol. La expresión verbal es primitiva. Los docentes -dice la nota- están ausentes de esta realidad porque ellos mismos están alienados en otro mundo en donde la lectura no forma parte de su manual de vida y por eso no pueden transmitir el amor por la lectura.
Al lado de esto, un mundo hiper-adrenalinico, pleno de aparatos electrónicos, celulares a temprana edad, play station, youtubers que guían su imaginación y mucha calle. Orfandad por doquier.
Muchos docentes también participan del mundo de la birra, el faso y del baile del caño. También ellos parecen no leer. Todo suena a nada, vacío. Nuestros cerebros además de glucosa y oxigeno se plenifican con letras, lecturas, modelos. Todo esto parece faltar.
Las madres lloran por sus hijos desaparecidos en esta lucha por las calles sombrías del auto suicidio infligido, la búsqueda es incesante. Marcel, un gran filósofo francés, decía que esta era la búsqueda de seres indeterminados y nos dice: “Gradualmente a medida que escuchaba a sus familiares y recibía sus confidencias se convertían en alguien. Ya eran un “tu”. Inauguraba una relación “yo” - “tu””. En esta guerra actual que vemos de tantos desaparecidos descubre que surge la experiencia de la comunicación.
El “nadie” desaparecido se encuentra al ser escuchado con una fe en la existencia y surge así la esperanza y el amor como virtudes en su vida. Mundo de escuchas ante un mundo de ausencias, químicos y aparatos. Va surgiendo la intimidad que es el valor central de la vida en donde el “alguien” se encuentra con su sí mismo.
El sí mismo es disponibilidad, servicio. Esto parece faltar hoy: el hombre es en la medida que crea. Existir es creer y creer es crear. Pero para eso hace falta escucha. Eso es lo máximamente ausente hoy.
El químico ingerido denuncia el vacío de ser y de oyentes que escuchen y la búsqueda anticipada de la muerte está ahí…cerca. El hombre, dice Marcel, no es un animal racional sino un animal dialogante; Hölderlin decía que “somos un dialogo”.
Nuestra tarea hoy, ante este panorama, es de “uno a uno”, como decía María Teresa de Calcuta. La tarea de la salud es uno a uno frente a la masificación y la inundación de químicos, ausencias y escuchas humanas. Del “nadie” al “alguien” a través de “algunos”, nosotros con los restos de familias que quieran ayudar.