En Gradiva desde que se fundó en 1972 hay un lema que preside nuestra acción y que surgió de nuestra experiencia juvenil de esos años: “…la cura con amor terapéuticamente hablando”. Hoy el amor adquiere un significado especial ya que ese valor humano está en carencia en nuestros pacientes desde la más tierna edad. Lo traumático o sea las heridas emocionales empiezan a reinar desde temprano: abandonos, abuso, violencia, ocaso de figuras significativas, falta de modelos identificatorios y el celular como compañía inanimada que suplanta el lenguaje y la ternura familiar los encierra en un solipsismo enloquecedor, etc.
El “vacío” inunda a este ser traumatizado y las drogas se presentan como ese elixir buscado y prestigiado que lo tiene en esta sociedad consumista y también “vacía” de contenidos, proyectos, misión y sentido de la vida. Ester fue violada por su padre desde pequeña, el secreto acompaño su vida hasta que intentó calmar este dolor que generaba un vacío en su ser con sustancias y además compulsivamente elegia hombres que la violaban o la vendían por drogas.
El secreto familiar la persiguió toda su vida, una sobredosis la trajo a nosotros y empezó a zurcir esos traumas a través de la Palabra y ya no más con la química mortífera. Ocaso del Padre y ausencia materna no solo se dieron en Ester, sino que se repiten en otros pacientes. Jorge no tiene padres aun teniéndolos ya que ambos son consumidores y el amor al hijo quedo siempre suplantado por la droga como “bombón asesino” entre ellos.
El también empezó a consumir y en la “barra brava” de un equipo de futbol tenía un lugar privilegiado lo cual le significaba tener más drogas. Hacia el “aguante de los trapos” ya que desde el “para avalanchas” de espaldas al partido (no lo veía) sostenía el trofeo amado por la hinchada (la bandera del club). Llega extenuado a nosotros y solo cuidado por un abuelo octogenario que no consume y que intenta brindarle un sostén. Las historias de vida de los pacientes nos muestran un “hambre de amor” no colmado por las sustancias o sea estas fueron un intento fallido de calmar el vacío de amor.
LEY Y DESEO
El adicto sería un hambriento de amor. En todos encontramos una subversión entre la ley (ya desde los griegos no hay polis o sea ciudad sin ley, así como nuestra naturaleza responde a una ley que si la subvertimos adelantamos nuestra muerte…las sobredosis resultan ser un ejemplo de esta subversión de la ley de la naturaleza compulsivamente encontrada a través de la dependencia a las sustancias) y el deseo.
Se subvierte el orden de la Ley por una fragmentación y subversión de las normas y el goce inmediato suplanta al deseo. Todo es ya…. Y ahí nos encontramos con la muerte o cerca de ella. Vamos más allá de lo posible, no entendiendo que somos seres limitados y que tenemos que acatar el límite de nuestra naturaleza y así desafiamos las leyes de la polis (ciudad) conectándonos con aquellos que subvierten la Ley constantemente (dealers, “pungas”, explotadores, extorsionadores, etc.) o sea con aquellos que gozan con el daño ajeno y nos ayudan con placer a esclavizarnos.
La tragedia nos circunda y esa vida que empezó como drama (siguiendo a los griegos) superando los límites y creyéndonos ilimitados nos acerca a lo terminal: demencia, cárcel, muerte. Sin límites y creyéndonos ilimitados fragmentamos normas y entramos en el “infierno” del goce desenfrenado e inmediato. Siempre les digo a nuestros pacientes que no se suban “arriba del pony”; reino del narcisismo y del cinismo y les recuerdo que a los victoriosos romanos siempre había alguien que en la ronda triunfal le decía
El “vacío” inunda a este ser traumatizado y las drogas se presentan como ese elixir buscado y prestigiado que lo tiene en esta sociedad consumista y también “vacía” de contenidos, proyectos, misión y sentido de la vida. Ester fue violada por su padre desde pequeña, el secreto acompaño su vida hasta que intentó calmar este dolor que generaba un vacío en su ser con sustancias y además compulsivamente elegia hombres que la violaban o la vendían por drogas.
El secreto familiar la persiguió toda su vida, una sobredosis la trajo a nosotros y empezó a zurcir esos traumas a través de la Palabra y ya no más con la química mortífera. Ocaso del Padre y ausencia materna no solo se dieron en Ester, sino que se repiten en otros pacientes. Jorge no tiene padres aun teniéndolos ya que ambos son consumidores y el amor al hijo quedo siempre suplantado por la droga como “bombón asesino” entre ellos.
El también empezó a consumir y en la “barra brava” de un equipo de futbol tenía un lugar privilegiado lo cual le significaba tener más drogas. Hacia el “aguante de los trapos” ya que desde el “para avalanchas” de espaldas al partido (no lo veía) sostenía el trofeo amado por la hinchada (la bandera del club). Llega extenuado a nosotros y solo cuidado por un abuelo octogenario que no consume y que intenta brindarle un sostén. Las historias de vida de los pacientes nos muestran un “hambre de amor” no colmado por las sustancias o sea estas fueron un intento fallido de calmar el vacío de amor.
LEY Y DESEO
El adicto sería un hambriento de amor. En todos encontramos una subversión entre la ley (ya desde los griegos no hay polis o sea ciudad sin ley, así como nuestra naturaleza responde a una ley que si la subvertimos adelantamos nuestra muerte…las sobredosis resultan ser un ejemplo de esta subversión de la ley de la naturaleza compulsivamente encontrada a través de la dependencia a las sustancias) y el deseo.
Se subvierte el orden de la Ley por una fragmentación y subversión de las normas y el goce inmediato suplanta al deseo. Todo es ya…. Y ahí nos encontramos con la muerte o cerca de ella. Vamos más allá de lo posible, no entendiendo que somos seres limitados y que tenemos que acatar el límite de nuestra naturaleza y así desafiamos las leyes de la polis (ciudad) conectándonos con aquellos que subvierten la Ley constantemente (dealers, “pungas”, explotadores, extorsionadores, etc.) o sea con aquellos que gozan con el daño ajeno y nos ayudan con placer a esclavizarnos.
La tragedia nos circunda y esa vida que empezó como drama (siguiendo a los griegos) superando los límites y creyéndonos ilimitados nos acerca a lo terminal: demencia, cárcel, muerte. Sin límites y creyéndonos ilimitados fragmentamos normas y entramos en el “infierno” del goce desenfrenado e inmediato. Siempre les digo a nuestros pacientes que no se suban “arriba del pony”; reino del narcisismo y del cinismo y les recuerdo que a los victoriosos romanos siempre había alguien que en la ronda triunfal le decía