EL RINCON DEL HISTORIADOR
Las diferencias políticas porteñas nacieron en las invasiones inglesas
El 25 de junio de 1806 las tropas británicas desembarcaron en Quilmes. ¿Se trataba de una invasión o procuraban alentar la independencia? Es muy difícil establecerlo con claridad y menos en el momento justo del desembarco.
La vida política inglesa se dividía en dos grandes partidos: los tories y los whigs. Mientras los tories, conservadores, pretendían la independencia de las colonias iberoamericanas, los whigs, liberales, procuraban transformarnos en colonias.
Para cerrar este tema que nos obligaría a un desarrollo más pormenorizado diremos que cuando partió de Inglaterra la fuerza naval con destino a el Cabo, en Sudáfrica, el gobierno tory que la envió estaba al tanto y de acuerdo en que una vez tomado el extremo sur de Africa, una sección de ese ejército se dirigiría a Buenos Aires.
Cuando llegaron aquí el gobierno británico había cambiado. Ahora estaban los whigs. ¿Qué hacer entonces? Buena pregunta que debieron formularse los oficiales británicos. Descartamos las simplistas opiniones realizadas por distintos historiadores respecto de que fue una aventura personal del Jefe Naval, Home Riggs Popham, para apoderarse de los dineros de las arcas del Virreinato para pagar una deuda con un espía inglés que vivía en Buenos Aires, Pio William White.
La deuda existía más no fue ésta la razón del desembarco sino ejecutar la política exterior británica de los tories. De paso cañazo.
Pophan funcionario del Foreign Office, además de marino, había tomado contacto en la década de 1790 con Francisco de Miranda pergeñando juntos planes para un futuro independentista.
La simpleza de las explicaciones, el pago de una deuda, que cierta historiografía explora como novedad exclusiva ya se aplicó en nuestro país al aventurar razones o características personales de Leopoldo Fortunato Galtieri, en la Guerra de Malvinas. Si se volara más alto se apreciaría mejor el paisaje.
POR QUE VINIERON
Las razones de su llegada, como todo en la historia de nuestro país, hay que encontrarla en los acontecimientos de la historia mundial de la cual éramos y somos un desgajo.
El desequilibrio generado por la Revolución Francesa y su hijo dilecto, Napoleón Bonaparte, fueron las razones de la visita británica.
España gobernada por Carlos IV era una aliada de Francia, mejor dicho, sometida a la voluntad de Napoleón por los afrancesados españoles. Por un tratado bochornoso de 1803, Carlos IV se había obligado a pagar a Francia una exorbitante suma anual de dinero.
De todos modos con intermitencias España y Francia habían sido aliadas durante todo el siglo XVIII a causa de ser gobernadas por Borbones. Esta alianza volvía a España enemiga de Inglaterra.
Amerita señalar que España e Inglaterra se llevaban mal desde hacía trescientos años. Este encono naturalmente se trasladaba a las colonias americanas; para decirlo con palabras modernas la hipótesis de conflicto peninsular y americana era guerra con Inglaterra.
No desarrollaremos las razones de la invasión inglesa a Malvinas en siglo XVIII, el problema de Colonia del Sacramento ni la creación del Virreinato del Rio de la Plata. Inglaterra era el problema.
En 1804 cuatro fragatas españolas cargadas de oro y plata fueron robadas por Gran Bretaña y una de ellas hundidas por el almirante Thomas Cochrane muriendo trescientas personas, entre ellas la familia Alvear, salvándose el padre y Carlos María. Al año siguiente la derrota francoespañola de Trafalgar determinó el control de los océanos por parte de Inglaterra y las dificultades españolas de controlar sus colonias americanas.
EN BUENOS AIRES
En Buenos Aires un insignificante grupo de aventureros, con sed de cargos, los esperaba ansiosos. Con la ayuda de ellos imaginaban alcanzar el poder virreinal que se les cerraba desde España. Solo con fuertes relaciones en la península se lograba algo. Por caso, Belgrano al frente del Consulado.
Los restantes cargos políticos quedaban para amigos de la Corona. El Cabildo era una posibilidad de mordida, pero se accedía con los votos de los cabildantes que luego de un año elegían a su sucesor. No era sencillo. Una administración pública muy cerrada para caballeros ambiciosos deseosos de sueldos y emolumentos. Lo de siempre.
Este grupúsculo lo constituían espías al servicio de la corona inglesa como Pio White, Tomas Burke, Tomás y Edmundo O´Gorman, Manuel Aniceto Padilla y amigos como Juan J. Castelli, Santiago de Liniers, Saturnino Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Juan Larrea, entre otros. Incluimos en este grupo aunque no se reunían con ellos, a Bernardino Rivadavia y al inefable Cornelio Saavedra, entre otros. Como lo corrobora una carta de Bernardino Rivadavia a Florencio Varela. (Museo Mitre. Colección Casavalle)
Este grupo al tanto de la situación europea esperaba la llegada británica y auscultar en caso de éxito cuales eran las órdenes que traían.
DE QUILMES AL FUERTE
No desarrollaremos la travesía de Quilmes al Fuerte. Si diremos que al quinto día de su llegada, don Martín de Sarratea, jefe de la Compañía de Filipinas y hombre de jerarquía social superlativa, realizó una reunión en su casa con la alta oficialidad británica, algunos porteños amigos y por supuesto el yerno, don Santiago de Liniers, a esta altura viudo.
El futuro jefe de la Reconquista, consiguió entrar en la ciudad no obstante ser un militar de alta jerarquía del virreinato merced a su amistad con O’Gorman, el espía, y naturalmente con la venia de Sarratea.
¿Qué fue hacer allí mientras otros porteños iniciaban la resistencia, como Alzaga, Esteve Llach, Dozo, incluso Mariano Moreno, sin participar, aun, siendo relator de la Real Audiencia y asesor legal del Cabildo y de Alzaga de manera particular?
Liniers fue a enterarse que pretendía Inglaterra. “Castelli y Pueyrredón pidieron a los jefes invasores que aclararan la situación para saber si debían ayudarlos o hacer lo único que les quedaría, unirse a los españoles para combatirlos” (Roberts. Las Invasiones Inglesas).
LINIERS SE CORRE
Digámoslos ya: Liniers aspiraba a escalar posiciones políticas de primer orden, al no lograrlo en el marco de las instituciones dadas vio la oportunidad de alcanzarlas de la mano de los británicos.
El asunto no era fácil pues la situación política británica había variado ya no estaban en el poder los tories y Beresford se había enterado. De manera que luego de apoderarse de Buenos Aires solicitaron órdenes y tropas. Liniers no podía esperar más. Habían transcurrido cinco días desde el 27 de junio cuando se apoderaron de la ciudad hasta el tres de julio la reunión en lo de Sarratea. si no traían disposiciones precisas Liniers debía correrse del lugar donde estaba situado, esto es la cooperación. La resistencia había comenzado. Liniers no podía esperar más
ALZAGA Y LINIERS
Desde el primer momento, Moreno se ubicó al lado de Alzaga, grupo político conocido erróneamente como españolistas. En tal caso fueron españoles y criollos que no estuvieron dispuestos a lograr la independencia con el apoyo del enemigo tradicional de España e Iberoamérica: Inglaterra.
A juicio de estos se trataba de un error político enunciado claramente por Manuel Belgrano: El amo viejo o ninguno. El giro mundial que indicaría que Inglaterra se transformaba en amiga recién sería a partir de julio de 1808 cuando las juntas de Galicia y Cantabria alzadas contra la invasión napoleónica solicitaron ayuda a Inglaterra. Ahí acababan cien años de geopolítica española. Hasta que eso no ocurriera Inglaterra era la enemiga.
SINTETIZANDO
Mientras Alzaga preparaba su plan de resistencia a los británicos, dinamitando el espacio donde se alojaban las tropas o disponía de su dinero para formar un pequeño ejercito en Perdriel, Liniers se corría y pasaba al bando patriota.
En general fueron muy pocos los que percibieron este juego. Señalemos dos: Alzaga y Mariano Moreno. Enfrente estaban Bernardino Rivadavia, Martín Rodríguez y Saavedra, entre otros.
Nadie jamás le pidió explicaciones a Liniers de por qué su secretario, Saturnino Rodríguez Peña, era un agente inglés a sueldo y su amante la Perichona del mismo modo. ¡Muy difícil de explicar!