El jueves en Rosario el Excmo. Señor Presidente de la Nación en el acto de homenaje al creador de la bandera expresó: “Cuando recibió un premio de la Asamblea por sus victorias en las batallas de Salta y Tucumán, lo donó entero para construir cuatro escuelas en el norte. Lamentablemente, esas escuelas nunca se hicieron porque el dinero nunca llegó adonde debía llegar. Belgrano también, como tantos otros después de él, tuvo que enfrentarse a las porosas manos de los políticos”.
Como lo expresó el primer magistrado fue el 8 de marzo de 1813, cuando la Soberana Asamblea decretó que al benemérito general Belgrano “ se le premien sus distinguidos servicios y especialmente el que acaba de hacer en el triunfo que ha dado a la Patria en la victoria de Salta, con la donación en toda propiedad de cuarenta mil pesos señalados en valor de fincas pertenecientes al Estado”.
El último día de ese mes, desde Jujuy después de agradecer los favores del gobierno que le había concedido también un sable de guarnición de oro y la hoja grabada con su nombre, contestó:
“Ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensar con dinero sin degradarlos; cuando reflexiono que nada hay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza de sus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos que el dinero o las riquezas, que éstas son un escollo a la virtud que no llega a despreciarlas, y que adjudicarlas en premio, no sólo son capaces de excitar la avaricia de los demás, haciendo que por principal objeto de sus acciones subroguen el bienestar particular al interés público…”.
Decidió por ello destinar el premio para la “dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras… en cuatro ciudades, a saber: Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero”, para las que dictó un reglamento.
Belgrano el 25 de mayo de 1813 envió a las ciudades a las que había beneficiado un oficio con la noticia de la donación y el reglamento que les había dictado; a la vez que el Triunvirato resolvió el 26 de abril de 1913 pagarle un interés anual del cinco por ciento mientras se procedía a la designación y venta de los bienes “para no demorar la ejecución del proyecto escolar”.
EN TARIJA Y JUJUY
A instancias del Pbro. José Miguel Zegada, cura de la iglesia matriz de Tarija y diputado al Congreso de 1824 en Buenos Aires, la de esa ciudad se abrió el 17 de julio de 1825, aún sin recibir el dinero prometido.
El Cabildo nombró maestro a Francisco de Paula Aráoz “por estar revestido de todas las calidades de probidad, instrucción y demás requisitos necesarios al efecto”, y se le fijó como salario la suma de 200 pesos anuales provisoriamente, hasta que llegara el dinero.
La independencia de Bolivia hizo que el gobierno argentino se desentendiera hasta abril de 1967 en que el secretario de Educación profesor Carlos María Gelly y Obes puso la piedra fundamental de la escuela que se inauguró el 27 de agosto de 1974.
Juan P. Ramos sostiene que la escuela de Jujuy se habilitó en 1813, llegándose a destinar la casa de Gabriel de Goyechea por ser la más adecuada y la más económica, puesto que el propietario atento el destino y como homenaje a Belgrano fijó un alquiler de sólo 5 pesos mensuales. La invasión del general realista Olañeta a Jujuy de 1814 suspendió la iniciativa. En 1822 el mencionado Zegada también representó en Buenos Aires al Cabildo jujeño, recién en enero de 1825 parece haber sido inaugurada, pero en 1828 dejó de funcionar.
EN SANTIAGO Y TUCUMAN
Alfredo Gárgaro sostiene que la decisión de Belgrano de dotar de una escuela de primeras letras a Santiago del Estero, fue la carencia de un establecimiento de este tipo; agregamos también los lazos familiares de su familia materna. Hubo un intento al poco tiempo de instituida la donación, por parte del teniente de gobernador pero fue desaprobada por la superioridad porque era el Cabildo el responsable de la misma, según el Reglamento dictado por el general.
En 1819, Félix Frías como apoderado trató de gestionar el pago, más “las urgencias y apuros del erario nacional” no le permitieron tener éxito en su misión. Fue durante la gobernación de Felipe Ibarra que el Cabildo de Santiago logró que los padres dominicos le facilitaran una habitación de su convento, para instalar la escuela. Fue su primer maestro Pío Cabezón a quien sucedió fray Juan Grande los que ejercieron la tarea desde abril o mayo de 1822, pero para 1826 no existía porque la Legislatura en setiembre declaraba la necesidad de fundar una escuela pública.
De la de Tucumán no abundan noticias.ñ Juan Bautista Alberdi afirmó en su autobiografía “después de aprender a leer y escribir en la escuela pública que fundó Belgrano”, lo que nos permite sospechar de su instalación aunque por breve tiempo.
En octubre de 1974 se informaba en un matutino porteño: “El Consejo de Educación de Tucumán elevó al Poder Ejecutivo actuaciones vinculadas con un legado efectuado por el Gral. Manuel Belgrano para la construcción de una escuela pública y que desde el momento en que se realizó la donación, en 1813, hasta el año actual no se dio cumplimiento”.
Después de recordar el origen del legado añadía: “El capital debía ser colocado a interés hasta la concreción de la obra, por lo que la investigación realizada determinó que los intereses ascienden a la suma de 400 millones de pesos actuales. Ahora el gobierno tucumano deberá gestionar el cumplimiento de la voluntad del prócer”.
Juan P. Ramos, J. Barcon Olessa, Humberto Mandelli, José Carlos Astolfi y Carlos M. Gelly y Obes, entre otros se han ocupado del tema a través del tiempo. Podemos decir que hoy el legado de Belgrano se ha cumplido definitivamente, la primera como se dijo desde 1974 en Tarija (Bolivia) con fondos argentinos, como lo recordamos en una conferencia con el embajador Eduardo Trigo O´Connor cuando su gestión en Buenos Aires en julio de 1987. La de Tucumán empezó a dar clases 1998, la de Santiago del Estero en el 2000 y la de Jujuy en el 2004, según Adrián Pignatelli.
Esto es lo que hemos podido encontrar, para aclarar que las escuelas de Belgrano se construyeron aunque muy tardíamente. Nuestro presidente tan admirador de Juan Bautista Alberdi, debe recordar lo que dijera el insigne tucumano sobre el general:
“Belgrano se quedó en la miseria, pero tuvo el gusto de ceder toda su fortuna para que concurriese a los grandes trabajos de la educación popular” y del mismo emular en estos tiempos ese ejemplo. Porque sin duda ha sido uno de los mejores títulos de aquellos fundadores de la patria la constante preocupación, el permanente empeño y el desinteresado afán con que trabajaron por la causa de la educación”.